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Primeros 100 días de Biden y su relación con China
El gobierno de Biden está aumentando su influencia frente a China en lugar de tratar directamente con ella las cuestiones fundamentales que les dividen
Los primeros 100 días de la presidencia de Biden han dado algunas señales de cuál puede ser la política que va a tomar Estados Unidos hacia China. Su secretario de estado, Tony Blinken, es el encargado de este trámite, y considera que la relación con China debe ser “competitiva cuando debe serlo, colaborativa cuando puede serlo, y adversaria cuando debe serlo”.
Hasta el momento, Biden y su gabinete han optado por movimientos tradicionales como reuniones, visitas a países, y una cuidadosa elección de palabras para señalar hacia dónde van las cosas. Lo que sí ha dado a conocer es la relevancia que tiene su enfoque de coaliciones con otros países. Las sanciones a funcionarios chinos por lo sucedido en Hong Kong, las sanciones a China por el intento de apropiación de Taiwán y las diferentes visiones del cambio climático han sido apoyadas por aliados como Reino Unido, la UE, Japón, India y Australia. Esta visión da una señal de que Biden está decidido a “tirar de todas las palancas”.
Por otro lado, ha habido intentos de entablar relaciones con China. Blinken y Yank Jiechi se reunieron en Alaska para discutir diferentes temas, sin embargo, los titulares solo dieron a conocer duras declaraciones entre ambos países. Lo cierto es que, tras bambalinas, hubo horas de reuniones productivas y esto se demostró cuando John Kerry viajó a Shanghái y declaró que habían llegado a un acuerdo conjunto con China para combatir el cambio climático a toda costa.
En esencia, el gobierno de Biden está aumentando su influencia frente a China en lugar de tratar directamente con ella las cuestiones fundamentales que les dividen. Sin embargo, las prioridades de Biden entran dentro de sus fronteras (pandemia y recuperación económica). El principal problema es que China quiere hacer valer su músculo, y la decisión de Biden de apoyar a Taiwán, o de reafirmar los tratados de defensa mutua con Japón y Filipinas, pueden ocasionar una crisis entre EEUU y China.
La administración heredó un impulso antichino, reflejado en políticas como las sanciones y las empresas chinas incluidas en la lista de entidades que, en general, no ha tratado de frenar. Biden quiere acercarse a la trilogía de Blinken, pero tampoco parecer blando. Existe cierta discrepancia en los mensajes, por ejemplo, al indicar el portavoz del Departamento de Estado que los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín 2022 podrían boicotearse, siendo esta declaración repudiada por Blinken más tarde.
El ímpetu de una confusión similar en torno a la política de Estados Unidos y China parece ir en aumento. Mientras se quiere encontrar una vía de escape para evitar error de cálculo, actualmente se está librando una guerra dialéctica, aderezada con sus propios riesgos.
Ante esta serie de riesgos (Taiwán y Xinjiang, o la detención de ejecutivos de Huawei en Canadá), existe una escalada de crisis a la espera de un detonante, y el sector privado debe estar preparado para reaccionar ante esta coyuntura.
Los primeros 100 días de la presidencia de Biden han dado algunas señales de cuál puede ser la política que va a tomar Estados Unidos hacia China. Su secretario de estado, Tony Blinken, es el encargado de este trámite, y considera que la relación con China debe ser “competitiva cuando debe serlo, colaborativa cuando puede serlo, y adversaria cuando debe serlo”.