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La radicalización de la izquierda convierte parte de la derecha en centro
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Santiago Satrústegui

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La radicalización de la izquierda convierte parte de la derecha en centro

Los españoles hemos sido convocados en julio, a modo de repesca, por decisión personal de nuestro presidente del Gobierno

Foto: Alberto Núñez Feijóo en la jornada electoral en Logroño. (EFE/Raquel Manzanares)
Alberto Núñez Feijóo en la jornada electoral en Logroño. (EFE/Raquel Manzanares)

Faltan 47 días para que en España volvamos a votar. Los españoles hemos sido convocados en julio, a modo de repesca, por decisión personal de nuestro presidente del Gobierno, quien, magnánimamente, nos da la oportunidad de cambiar la crítica a su proyecto que han supuesto las elecciones municipales y autonómicas, antes de que se tenga que enfadar del todo.

La decisión de convocar unas elecciones tan importantes en pleno verano no deja de ser controvertida e inconsistente con la mayoría de los mensajes ESG que tanto nos embriagan, pero probablemente lo más interesante desde el punto de vista antropológico es la contumaz apuesta por la infantilización del electorado, de la que declinan grandes logros conceptuales como el de que vienen "la derecha extrema y la extrema derecha".

Pero, si incorporamos la topología a la lógica política que se pretende hacer protagonista de estas elecciones, conviene también remontarnos a los fundamentos conceptuales de la idea de derecha e izquierda. ¿A la derecha o a la izquierda de qué?

Pues parece ser que en la génesis de este concepto en la Asamblea Nacional francesa del año 1789 lo que definía la posición relativa era la posición que tuvieran en el hemiciclo respecto al presidente. El argumento original, a pesar de fortuito, puede seguir resultando útil. Si hago coincidir derecha con malo y defino como derecha todo aquello que se ubique en la mía, seré siempre la única alternativa posible, en la medida que consiga convencer al electorado de que el que no esté conmigo está confundido o equivocado.

Pero la geometría, igual que la realidad, es muy caprichosa y la consideración de los espacios derecha e izquierda genera inmediatamente una opción en el centro, que seguirá existiendo, aunque se trate de negar y que, afortunadamente, beneficiará a aquella opción que elija no radicalizarse, aunque pueda tener una inercia natural o una mejor aceptación en el electorado de uno de los dos espacios. Independientemente de donde se acaben sentando los representantes políticos, serán los ciudadanos con su voto los que decidirán qué va a estar a la derecha, a la izquierda o en el centro. Entendiendo que el centro siempre lo encontramos a la derecha de la izquierda, si esta se radicaliza.

Foto:  El portavoz de campaña del PP, Borja Sémper, durante la rueda de prensa. (EFE/Daniel Gonzalez)

El otro gran concepto que entra en campaña es la idea de "progreso", que es lo que, en teoría, distingue las líneas generales de una u otra posición política. Pero tampoco el progreso es ya lo que era.

Todo progreso indica un avance que tiene que referirse a alguna situación anterior, respecto a la cual hay algo o alguien que mejora. El progreso necesita de un sujeto y este sujeto siempre, hasta ahora, se ha referido al ser humano en su conjunto. Según Reinhart Koselleck: "El progreso se refiere a la humanidad, única, que fue apostrofada como sujeto de su propia historia".

Los ilustrados, que se sentaban a la izquierda del presidente, recuperaban a su manera a Protágoras y volvían a reivindicar al "hombre como medida de todas las cosas" ("de lo que es en cuanto que es y de lo que no es en cuanto que no es", abundaba el filósofo griego). Buscaban, a través de la ciencia, del conocimiento y de la mayoría de edad de los ciudadanos la prosperidad global, y sociedades mejores y más cohesionadas. La ecología era un valor en cuanto a su capacidad de hacer mejor la existencia humana.

Esa consideración llega al extremo de negar la también idea ilustrada de la fraternidad.

Considerar al ser humano como un parásito del planeta tierra, cuya multiplicación hay que evitar o, como poco, limitar es un planteamiento que no puede ser más contrario a la idea clásica de progreso. Por ser contrario, esa consideración llega al extremo de negar la también idea ilustrada de la fraternidad. Llegaríamos a preferir salvar a un animal que a un ser humano. Lo que está pasando con la orca Gladis en el estrecho, un animal antes conocido como la "ballena asesina", que ya sabemos que por culpa de una infancia infeliz atribuida a algún humano desaprensivo, se está dedicando a atacar ("interactuar" es el término que se prefiere usar para definir la acción de chocar contra las embarcaciones, sin ofender al conjunto de las orcas) y volcar barcos con sus amigas, es un hito más en la ida de olla generalizada en la que estamos instalados.

Faltan solo minutos para que películas como "Tiburón" o la de los leones "Devoradores de hombres de Tsavo" queden canceladas por ser demasiado parciales desde el punto de vista especista.

Foto: La secretaria general de Podemos y ministra de Derechos Sociales, Ione Belarra. EFE/Sergio Pérez

El próximo 23 de julio, el falso progresismo y los planteamientos que claman por legitimarse como la verdadera izquierda esperan obtener la validación de la licencia para continuar con la destrucción de todo el sistema que habíamos sido capaces de montar desde la Transición y que nos había dado en España los mejores momentos de nuestra historia.

Nunca unas elecciones se habían planteado con un discurso más concreto y transparente. Y podemos tener claro que, esta vez, va todo incluido en el paquete deconstituyente. De hecho, va tan claro que, si se repite el actual Gobierno, nadie podrá acusar ya a nadie de haber mentido. Pedro Sanchez solo podrá gobernar con la combinación de partidos radicales con la que viene haciéndolo hasta ahora, mientras que Nuñez Feijóo, a quién la ha sido regalado el centro, necesitará un buen resultado de Vox para poder ganar de facto las elecciones, pero, producto de una geometría en la que ya no está Ciudadanos, no les va a necesitar para hacer Gobierno. Es decir, que topológicamete, la radicalización de la izquierda convierte, por definición, a parte de la derecha en el centro.

Faltan 47 días para que en España volvamos a votar. Los españoles hemos sido convocados en julio, a modo de repesca, por decisión personal de nuestro presidente del Gobierno, quien, magnánimamente, nos da la oportunidad de cambiar la crítica a su proyecto que han supuesto las elecciones municipales y autonómicas, antes de que se tenga que enfadar del todo.

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