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Cómo tus ahorros pueden estar minando la competencia en el mercado
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Cómo tus ahorros pueden estar minando la competencia en el mercado

En los últimos años, los fondos de inversión, especialmente los de gestión pasiva, han incrementado el número de activos bajo gestión y se han popularizado entre los inversores minoristas

Foto: La competencia en el mercado. (Pexels)
La competencia en el mercado. (Pexels)

En los últimos años, los fondos de inversión, especialmente los de gestión pasiva, han incrementado el número de activos bajo gestión y se han popularizado entre los inversores minoristas. Además, las grandes gestoras de fondos, como BlackRock, Vanguard, Fidelity y State Street, poseen porcentajes importantes de acciones en multitud de empresas de la misma industria. ¿Nos debería preocupar?

Imagina que dos empresas competidoras, por ejemplo, Coca-Cola y Pepsi, fueran propiedad de los mismos grandes inversores. Aunque esta idea nos pueda resultar chocante, es una realidad en varias industrias y ha generado un intenso debate en el mundo académico, político y legal. Por ejemplo, en el 2017, la Comisión Europea analizó la concentración de inversores en la industria agroquímica, en el transcurso de la investigación sobre una fusión, encontrando que 17 inversores poseían entre el 20 y el 36 por ciento de todas las empresas del sector.

Quizá parezca que no son porcentajes excesivamente altos. Sin embargo, no se trata tan solo de un caso particular. De hecho, los efectos de la propiedad común se han observado en sectores tan dispares como el de las aerolíneas, el sanitario, la agricultura y los bienes de consumo en Estados Unidos o el mercado de las bebidas en Europa.

Estos hechos demuestran que la preocupación no es simple especulación académica. En los últimos años, esta estructura de propiedad común ha estado en auge. En otras palabras, cada vez es más frecuente que empresas del mismo sector compartan accionistas. Figuras destacadas en el ámbito del derecho antimonopolio han hecho sonar la alarma. Instituciones como el Departamento de Justicia de los Estados Unidos, la Comisión Europea y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) están examinando la propiedad común al evaluar fusiones y consolidaciones empresariales.

Foto: Logo de Grifols en su sede de Parets del Valles (Barcelona). (Reuters/Albert Gea)

Sin embargo, cabe preguntarse por qué se observan estos efectos. Intuitivamente, parece claro que si un inversor posee un porcentaje sustancial en dos empresas como Coca-Cola y Pepsi, podría preferir que estas empresas no compitieran de forma agresiva. Al fin y al cabo, si compiten intensamente, el valor total de la cartera del inversor podría disminuir, puesto que las ganancias de una empresa podrían verse superadas por las pérdidas de otra.

Esta intuición se formaliza en la hipótesis de la propiedad común. A grandes rasgos, esta hipótesis indica que cuando los grandes inversores poseen acciones en varias empresas dentro de la misma industria, es posible que las empresas carezcan de un estímulo suficiente para competir entre sí.

Sin embargo, el mecanismo para el desarrollo de este escenario ha sido un gran interrogante, tanto para el regulador como para los investigadores académicos. Los accionistas, especialmente las grandes gestoras de fondos, no llevan las riendas de las empresas ni manejan el día a día de estas. Además, las empresas son organizaciones complejas hasta el punto de que, en muchas ocasiones, quienes toman las decisiones operativas (por ejemplo, sobre los precios o estrategias) pueden no saber exactamente quiénes son los propietarios de la propia empresa o de los competidores. Puesto que las decisiones sobre precios, productividad o innovación recaen, en la mayoría de los casos, sobre los mandos intermedios y en ocasiones sobre los CEOs, cabe preguntarse cómo es posible que la estructura de propiedad de las empresas (o la cartera de activos de los grandes inversores) influya en estas decisiones hasta el punto de afectar a la intensidad de la competencia.

En una investigación que he publicado recientemente junto a mi colega del IESE, Mireia Giné, en el Journal of Political Economy descubrimos un mecanismo sorprendente. No se trata de colusión o de que los grandes fondos de inversión estén interviniendo activamente en la vida diaria de las empresas para reducir la competencia entre ellas. En su lugar, encontramos que, en las empresas en las que existe propiedad común, la retribución de los CEOs no está tan vinculada al rendimiento de la empresa.

Esto implica que, en las empresas con esta estructura de propiedad, los CEOs viven más tranquilos, sin tener que esforzarse demasiado por mejorar el desempeño de la empresa, puesto que su trabajo no se encuentra tan fiscalizado por los accionistas como lo estaría en el caso de que estos no tuvieran carteras tan diversificadas. ¿Qué implicaciones tiene para el resto de la empresa? Si las decisiones de precios las toman los mandos intermedios, esto se traduce en menor productividad y costes más altos. Si, por el contrario, los encargados de establecer los precios son los CEOs, observaríamos márgenes más altos.

Una competencia más suave genera precios más elevados y menor innovación que redunda en menor productividad

Esto tiene consecuencias concretas sobre el mercado y los consumidores. Una competencia más suave genera precios más elevados y menor innovación que redunda en menor productividad. Y los costes los paga el consumidor. Puesto que en muchos casos la propiedad común puede afectar a industrias enteras, los cambios que genera están muy lejos de ser triviales. Por otro lado, en estas mismas industrias donde los consumidores pagan la falta de eficiencia, los directivos pueden ver incrementos salariales que poco tienen que ver con el desempeño de la empresa.

Desde el punto de vista de las instituciones, las implicaciones también son relevantes. Los intereses de los accionistas se ven reflejados en las decisiones operativas, es decir, en el día a día de las empresas, a través de los incentivos que los directivos reciben. Esto resalta que el foco no son los accionistas, sino la propia estructura de las empresas y su gobierno corporativo. Por ello, es fundamental reconsiderar cómo se incentiva a los directivos de las grandes empresas, especialmente en industrias con elevados porcentajes de propiedad común.

En última instancia, los grandes fondos de inversión han crecido por las decisiones de ahorro e inversión que toman empresas y consumidores. Por ello, es fundamental entender los efectos que estas estrategias de ahorro e inversión tienen sobre la competencia de mercado. Este estudio aporta una perspectiva novedosa, sugiriendo que el núcleo del asunto radica en los incentivos que motivan a los directivos, los cuales deberían ser objeto de debate en las juntas de accionistas. De lo contrario, los ahorros que estás canalizando hacia fondos mutuos podrían eventualmente socavar la competencia entre empresas, y tú, como consumidor, podrías pagar el precio.

*Miguel Antón y Mireia Giné

En los últimos años, los fondos de inversión, especialmente los de gestión pasiva, han incrementado el número de activos bajo gestión y se han popularizado entre los inversores minoristas. Además, las grandes gestoras de fondos, como BlackRock, Vanguard, Fidelity y State Street, poseen porcentajes importantes de acciones en multitud de empresas de la misma industria. ¿Nos debería preocupar?

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