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La cruzada climática
La transición energética supone un reto global, pero también ofrece nuevas oportunidades que nos permitirán reescribir nuestro futuro a través de la innovación y la acción colectiva
Es necesario afrontar con urgencia los retos que supone la transición energética y el cambio climático. El tiempo se agota para tomar las decisiones que limiten el calentamiento global a los niveles comprometidos en París en 2015 y confirmados en el pasado COP28 en 2023. Hoy vivimos todavía en una economía que depende mayoritariamente de los combustibles fósiles, que aún suponen más de 80% de la energía primaria que consumimos. La transformación necesaria supone un reto global como pocos otros nos hemos enfrentado como sociedad, pero también ofrecen nuevas oportunidades que nos permitan reescribir nuestro futuro a través de la innovación y la acción colectiva. La tecnología, junto con cambios en nuestros patrones de consumo y actividad jugarán un papel crucial.
Tenemos ejemplos claros de la evolución de algunas tecnologías y como en pocos años han pasado de ser destinatarios de fondos públicos para poder ser viables a ser motores de la transformación competitiva. La energía fotovoltaica ha reducido sus costes (Coste Energéticos nivelados-LCOe) en más de un 90% desde 2010. La eólica por su parte ha reducido los suyos en más del 50% y las baterías en más de un 80%. Estos no son meros cambios incrementales; son saltos exponenciales que están provocando disrupciones tanto en los mercados de generación como de uso.
Sin embargo, el camino hacia un futuro verde está lleno de obstáculos. Uno de los desafíos más apremiantes es la necesidad de actualizar nuestras redes de distribución de energía. La red actual, diseñada para el flujo predecible de energía de grandes plantas generadoras centralizadas, no está equipada para manejar la naturaleza variable y descentralizada de las fuentes renovables. Sin una inversión significativa en tecnologías de redes inteligentes, corremos el riesgo de crear cuellos de botella que podrían sofocar el crecimiento de la energía verde.
Otro obstáculo es la creciente demanda de metales críticos como el litio, el cobalto y los elementos de tierras raras, componentes vitales en baterías, vehículos eléctricos y turbinas eólicas. La respuesta a este desafío de suministro debe ser doble: fomentar una economía circular que maximice el reciclaje y la reutilización, y asegurar que las nuevas operaciones mineras sean lo más sostenibles y mínimamente invasivas posible.
El sector financiero posee las claves para desbloquear el potencial de la tecnología verde. Al canalizar el capital hacia empresas sostenibles, las instituciones financieras pueden acelerar la transición a una economía baja en carbono. Herramientas como la Taxonomía de la UE son fundamentales en este proceso, proporcionando un marco claro para identificar inversiones que realmente contribuyan a la mitigación del cambio climático. Esto no solo dirige los fondos hacia donde más se necesitan, sino que también ayuda a los inversores a navegar por el creciente paisaje de oportunidades verdes.
En esta era de transformación, las startups y los ecosistemas de innovación juegan un papel fundamental. Ágiles y con visión de futuro, estas empresas están a la vanguardia de la tecnología verde, empujando los límites de lo posible. Su colaboración con empresas establecidas en varios sectores está creando una relación simbiótica que combina el dinamismo de los nuevos actores con la escala y la experiencia de los veteranos de la industria.
Se debe proporcionar nuevas oportunidades para los afectados por el declive de las industrias tradicionales
Sin embargo, a pesar de todo el progreso y el potencial, no debemos perder de vista las dimensiones sociales de esta transición. El cambio hacia una economía verde debe ser justo e inclusivo, proporcionando nuevas oportunidades para aquellos cuyos medios de vida se ven interrumpidos por el declive de las industrias tradicionales. No es suficiente simplemente crear tecnologías verdes; también debemos cultivar las habilidades y apoyar a las comunidades que adoptarán y se beneficiarán de ellas.
En conclusión, el viaje hacia un futuro sostenible está lleno de promesas y peligros. La tecnología verde nos ofrece un conjunto de herramientas para combatir el cambio climático, pero depende de nosotros utilizar estas herramientas de forma racional y equilibrada. Sin una transición ordenada no llegaremos a nuestros objetivos y podemos crear nuevos problemas en el camino. A través de la innovación, la colaboración y el desarrollo de una cultura sostenible podemos crear un futuro diferente.
*Charles Kirby es socio del área de Sostenibilidad en Consulting de EY
Es necesario afrontar con urgencia los retos que supone la transición energética y el cambio climático. El tiempo se agota para tomar las decisiones que limiten el calentamiento global a los niveles comprometidos en París en 2015 y confirmados en el pasado COP28 en 2023. Hoy vivimos todavía en una economía que depende mayoritariamente de los combustibles fósiles, que aún suponen más de 80% de la energía primaria que consumimos. La transformación necesaria supone un reto global como pocos otros nos hemos enfrentado como sociedad, pero también ofrecen nuevas oportunidades que nos permitan reescribir nuestro futuro a través de la innovación y la acción colectiva. La tecnología, junto con cambios en nuestros patrones de consumo y actividad jugarán un papel crucial.
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