Es noticia
El fin del monopolio energético de Estados Unidos
  1. Mercados
  2. Tribuna Mercados
El Confidencial

Tribuna Mercados

Por

El fin del monopolio energético de Estados Unidos

Mientras tanto, China avanza con paso firme en una dirección completamente distinta. No quiere ser el próximo petro-estado. Quiere liderar una revolución energética limpia y sostenible

Foto: Turbinas eólicas en California. (EFE/Paul Buck)
Turbinas eólicas en California. (EFE/Paul Buck)

Durante décadas, Estados Unidos ha ejercido un liderazgo incontestable en múltiples frentes: político, financiero, militar y energético. Sin embargo, ese dominio empieza a mostrar señales de agotamiento. A la creciente inquietud por la solidez del dólar y las dudas sobre la sostenibilidad del rally bursátil, se suma ahora una advertencia más profunda: el trono energético de EEUU podría estar en peligro.

Wood Mackenzie, una de las consultoras energéticas más prestigiosas del mundo, alerta de que el liderazgo energético estadounidense podría empezar a erosionarse en esta misma década. A pesar de haber sido el gran beneficiado de la revolución del "fracking" y de producir más petróleo y gas que Arabia Saudí y Rusia juntos, el país está viendo cómo sus yacimientos se vacían y la eficiencia de sus pozos deja de crecer. La era dorada del "shale" parece estar madurando a gran velocidad.

Mientras tanto, China avanza con paso firme en una dirección completamente distinta. No quiere ser el próximo petro-estado. Quiere liderar una revolución energética limpia y sostenible. Con inversiones masivas en energías renovables, almacenamiento de baterías y energía nuclear, el gigante asiático ha comenzado a forjar un nuevo tipo de hegemonía: la del electro-estado. En solo una década, ha construido la misma capacidad nuclear que Estados Unidos levantó en cuarenta años. Su dominio en las cadenas de suministro de baterías, vehículos eléctricos y células solares no tiene rival.

El "sorpasso" energético chino no solo es una posibilidad. Es una tendencia en marcha. Mientras EEUU necesitará cada año encontrar una producción equivalente a la de todo Noruega solo para mantener su nivel actual, China está construyendo desde los cimientos un ecosistema energético alternativo. Uno que, además, le permitirá reducir su dependencia de las importaciones y controlar tecnologías clave en la transición energética global.

La política energética estadounidense, basada en la agilidad inversora, la innovación tecnológica y un marco fiscal flexible, fue clave para su éxito pasado. Pero también implica una fragilidad: pozos que se agotan rápidamente, márgenes cada vez más estrechos y presión financiera para devolver capital a los accionistas. Si los precios del crudo bajan a 50 dólares, la caída en la producción podría ser más brusca de lo previsto.

Quizá en este contexto energético se entienda mejor la obsesión de Donald Trump por intentar expandir la influencia estadounidense hacia territorios ricos en recursos o estratégicamente ubicados, como Groenlandia o Ucrania. Más allá de lo anecdótico, estas iniciativas podrían responder a una visión geopolítica que busca compensar el declive interno con el control de nuevas reservas o posiciones clave en el tablero energético mundial.

La política energética de EEUU, basada en la agilidad inversora, la tecnología y un marco fiscal flexible, fue clave para su éxito

Aunque ahora pocos gobiernos consideran prioritaria la lucha contra el cambio climático —y Donald Trump es uno de sus principales detractores—, lo cierto es que el problema es estructural. La preocupación por el cambio climático, aunque relegada hoy a un segundo plano en muchas agendas políticas, acabará por recuperar protagonismo. En ese escenario, los países que hayan apostado por el potencial de descarbonización en sus ecosistemas energéticos estarán en una posición claramente ventajosa. Y todo indica que China está preparándose para liderar también ese nuevo capítulo, mientras Estados Unidos sigue anclado en su modelo fósil.

Estamos asistiendo a un cambio de paradigma. EEUU, convertido en petro-estado, sigue dominando el presente, pero China, como electro-estado, está sentando las bases para dominar el futuro. La energía, motor de poder e influencia geopolítica en el siglo XX, seguirá jugando un papel crucial en el XXI. Pero el tablero de juego ha cambiado. Y las reglas, también.

El declive de la hegemonía energética estadounidense no es inmediato, pero sí plausible. Y más importante aún: es estratégico. Porque cuando el mundo cambie de combustible, cambiarán también los centros de poder.

Durante décadas, Estados Unidos ha ejercido un liderazgo incontestable en múltiples frentes: político, financiero, militar y energético. Sin embargo, ese dominio empieza a mostrar señales de agotamiento. A la creciente inquietud por la solidez del dólar y las dudas sobre la sostenibilidad del rally bursátil, se suma ahora una advertencia más profunda: el trono energético de EEUU podría estar en peligro.

Eléctricas Estados Unidos (EEUU)
El redactor recomienda