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Adiós empleo, adiós, la robótica se impone y es muy mala noticia
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Alberto Artero

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Adiós empleo, adiós, la robótica se impone y es muy mala noticia

El 45% de las tareas que actualmente realizan seres humanos podría ser ejecutado por robots con las tecnologías actualmente disponibles

Uno de los informes más interesantes que he leído en las últimas semanas lo firma la consultora McKinsey y versa sobre la siguiente oleada de robotización y su impacto en actividades fabriles o de servicios.

Su vaticinio no puede ser más demoledor.

Cito literalmente:

"El 45% de aquellas tareas por las que los profesionales, sean de cuello azul o blanco, son pagados a día de hoy, podría ser realizado por máquinas aplicando las tecnologías ya existentes".

Solo en Estados Unidos supondría el equivalente a dos billones (millones de millones) de dólares en salarios cada año, que se evaporarían.

Casi nada.

Qué no ocurrirá cuando vean la luz otros tantos avances que se encuentran en fase embrionaria y que se alimentan de la cantidad de datos que suministramos a diario a múltiples compañías sobre nuestros hábitos, lo que permite a las máquinas aprender de ellos y personalizar su oferta productiva, comercial o logística (The Economist, 'Machine Learning', 21-11-2015).

De hecho, ese 45% antes citado podría ampliarse al 58% en un plazo breve de tiempo, de acuerdo con el estudio, que sigue diciendo:

"Los beneficios, que van desde menor plantilla y mayor producción a más calidad o mejor fiabilidad, se sitúan entre tres y 10 veces el coste de implantación. Unas magnitudes que convierten a la robotización en una ventaja competitiva a la que los equipos directivos no podrán renunciar". Entre otras cosas, por un nivel de desempeño, los más de los casos, más perfecto que el del ser humano, señala.

De este modo, el debate entre el negativo impacto social de su desarrollo en términos, por ejemplo, de empleo, y las ventajas económicas del mismo parece superado de inicio, al menos para McKinsey. Se trata de algo que ha llegado para quedarse y, por tanto, será necesario redefinir los perfiles laborales -en los que primarán la creatividad y el criterio, elementos no replicables- y los procesos de gestión -para incorporar el vasto conocimiento como fuente de diferenciación e ingresos-.

Aunque es verdad que a día de hoy apenas el 5% de las ocupaciones podrían ser reemplazadas al 100% por robots y que, en buena parte de las restantes, el papel del hombre seguirá siendo clave en el futuro inmediato, las consecuencias de este cambio serán demoledoras.

No en vano, es la percepción de una retribución recurrente la que alimenta el consumo, parte sustancial del PIB de las economías desarrolladas, mientras que es a través de los impuestos directos e indirectos que se financia el sobredimensionado Estado del bienestar en sociedades cada vez más envejecidas. Mejoras en la oferta podrían encontrarse con una demanda menguante a resulta de aquellas.

Curioso.

No solo eso, es evidente que todo lo anterior conduce a una segura deflación de costes y, por ende, de precios. No solo a resultas de la sustitución de mano de obra por capital tecnológico sino también por la menor demanda interna. De ser así, el papel de los bancos centrales sería aún más ‘glorioso’, incapaces de comprender que su lucha es contra los elementos y su empeño en seguir con ella, receta segura para el desastre.

En fin, no sé cómo lo ven. Nosotros venimos contándolo desde hace tiempo (Valor Añadido, 'Empleo en España: lo peor, sin duda, está por llegar', 18-08-2014).

Buena semana a todos, por decir algo.

Uno de los informes más interesantes que he leído en las últimas semanas lo firma la consultora McKinsey y versa sobre la siguiente oleada de robotización y su impacto en actividades fabriles o de servicios.

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