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Nada que temer… de momento: España irá sola una temporada
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Alberto Artero

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Nada que temer… de momento: España irá sola una temporada

La inercia en economía funciona bastante bien. De ahí que la dilación de la situación política en el tiempo no deba ser interpretada como algo negativo 'per se', sino más bien al contrario

Foto: Última sesión del Ibex de enero. (EFE)
Última sesión del Ibex de enero. (EFE)

No teman.

La cosa está mejor de lo que parece.

España va a ir sola una temporada. Al menos desde el punto de vista económico.

Otra cosa es la política.

Nuestro país crece por encima del 3%, y las condiciones internas y externas que propiciaron tal despegue siguen estando ahí. Así, los bajos tipos de interés y las compras de bonos soberanos por parte del BCE que evitarían que el riesgo país se disparara. También el desplome del crudo, que permite liberar renta a la ciudadanía y, en especial, a sus clases más bajas. O la caída del euro frente a otras monedas que, junto con el riesgo geopolítico de destinos equiparables, convierte al turismo nacional en el idóneo para muchos foráneos, como acredita la acumulación de récords de visitantes y gasto.

Por si fuera poco, los Presupuestos de 2016 ya están en funcionamiento mientras que las reformas del PP, insuficientes pero reformas al fin y a la postre, seguirán surtiendo efecto al menos hasta que un nuevo Gobierno aterrice en el poder y cuente con las mayorías suficientes como para derogarlas, cosa que no tiene pinta de que vaya a suceder pasado mañana. Y, aunque es verdad que el miedo es libre y el temor a una coalición de izquierdas antimercado ha frenado el flujo inversor hacia nuestro territorio, no es menos cierto que buena parte del dinero que ha entrado en los últimos 24 meses en España se ha dirigido más a activos ya existentes que a nueva producción, por lo que la falta de flujo afectaría más a la liquidez que a la actividad.

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Las inercias en economía funcionan bastante bien.

Con todo lo anteriormente descrito, pensar en un descarrilamiento de la noche a la mañana de nuestras principales macromagnitudes se antoja complicado, por más que Albert Edwards incluya ‘el parón español’ como uno de sus cisnes negros 2016, atendiendo a lo que señalan nuestros indicadores adelantados ('vid supra'). Una posibilidad aún más remota con el riesgo financiero privado acotado -en bancos, empresas y particulares- y el público bajo la protección del banco central. Algo, ni mucho menos, baladí en un mundo en el que lo real hace tiempo que quedó subyugado a las finanzas, por más que en el inicio de los tiempos fuera al revés.

Ah, la política.

No se nos olvida. Volvamos a ella.

Si damos por bueno el diagnóstico anterior, la ausencia de un desenlace gubernamental inmediato sería hasta beneficiosa, especialmente si tenemos en cuenta cuál podría ser la alternativa más factible a día de hoy: un frente popular de corte radical. Cuanto más tarde en concretarse esa amenaza, mejor, si es que llega a materializarse. De ahí que la dilación de la situación en el tiempo no deba ser interpretada como algo negativo 'per se', sino más bien al contrario.

Dicho esto, es evidente que la incertidumbre terminará conduciendo a una inevitable ralentización de nuestra actividad productiva y ¿de servicios? Pero estamos hablando de un proceso de meses, no de días, que, además, se materializará por oleadas. Su mayor o menor ritmo dependerá, de hecho, más del mensaje que de la concreción final del mismo. Ya saben, venda con el rumor y compre con la noticia. Nos dará tiempo a adaptarnos a la nueva realidad, un proceso de ajuste tanto más fácil con lo que hemos vivido en los años de la crisis.

No está, pues, todo perdido. Levanten el ánimo.

Un mensaje de esperanza para empezar la semana que, tras el gélido arranque de los mercados del año, falta nos hace.

Sean buenos.

No teman.

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