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El verdadero problema de los límites de velocidad para los españoles
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Carlos Cancela

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Carlos Cancela

El verdadero problema de los límites de velocidad para los españoles

Para la Dirección General de Tráfico el problema más importante de la circulación en España es la velocidad. Y la verdad es que estoy de acuerdo

Foto: El problema es que cada conductor circula a la velocidad que quiere y la DGT solo sabe poner radares.
El problema es que cada conductor circula a la velocidad que quiere y la DGT solo sabe poner radares.

Para la Dirección General de Tráfico el problema más importante de la circulación en España es la velocidad. Y la verdad es que estoy de acuerdo con los responsables de este organismo: tenemos un verdadero problema con la velocidad en las carreteras españolas. Pero lo que no estoy de acuerdo es en cuál es, en concreto, el problema y cómo se deben abordar las posibles soluciones.

Para la DGT el problema es el exceso de velocidad y por ello siguen con la política de poner cada vez más radares y reducir los límites de velocidad en las carreteras, lo que poco a poco nos llevará a parar el tráfico. En otros países se adecuan las infraestructuras viarias a los límites, pero en España se hace al revés: a partir de las infraestructuras que tenemos, y sin invertir ni en euro en ellas, lo que hacemos es rebajar cada día más los límites y aumentar los radares.

Lo más curioso es que esa política restrictiva del Gobierno solo se aplica a los conductores y a las carreteras. Por el contrario en los trenes se invierten miles de millones de euros cada año en la alta velocidad, solo para ganar unos minutos en los trayectos. O en grandes infraestructuras aeroportuarias para aumentar y seguir aumentando el tráfico de aviones. Con ello, también se aumenta el riesgo y sobre todo se incrementa exponencialmente la contaminación ambiental. Pero en estos casos parece que eso no le importa a ninguno de nuestros políticos.

La impresión que yo tengo sobre los límites y los excesos de velocidad en las carreteras es un poco diferente a la de la DGT. Cuando uno circula por Austria, Reino Unido, Suecia, Noruega o Estados Unidos, puede comprobar que todos los coches circulan a la misma velocidad. En Norteamérica, con las grandes autopistas llenas de coches, todos los vehículos circulan a la misma velocidad, que es el valor del límite. Eso siempre que por las circunstancias del tráfico se pueda rodar a esa velocidad. Y si por un exceso de tráfico, o por mala visibilidad, o por lluvia o nieve no se puede, pues más lento. Pero todos los conductores circulan a la misma velocidad límite de la carretera, un valor bajo y razonable para poder rodar tranquilo y seguro.

En España lo que ocurre es que cada coche va a su velocidad, a la que quiere el conductor. Que circulamos por una autopista con la velocidad limitada a 120 km/h, tendremos coches que circulan tranquilamente a 100 km/h por el carril central o incluso a 90. Y en la misma carretera tendremos otros que van a 160 km/h. Y eso es lo más peligroso en una carretera.

Un bien común

Una carretera es un bien común, y por ello hay que hacer un buen uso de ella. Los conductores con 80 años que van a buscar a sus nietos al colegio circulan muy tranquilos a 80 km/h porque tienen mucho tiempo, pero en la carretera no se puede ir como quiera uno. Eso es un peligro para el resto de usuarios de la carretera. Hay conductores que lo mismo van un día por la autovía a 90 km/h, porque llegan pronto a su reunión, que otro día van a 160 km/h porque llegan tarde. Si nos sobra tiempo, nos paramos fuera de la carretera y si llegamos tarde, deberíamos haber salido antes...

A la DGT le importa mucho el límite de velocidad en las carreteras, pero no para que se cumpla correctamente y se reduzca la siniestralidad, sino para que cada vez se paguen más multas. No hay que olvidar que el presupuesto de la DGT se cubre con las multas y las tasas de los conductores. Para Pere Navarro, director general de Tráfico, lo único importante es rebajar, y rebajar, y seguir rebajando los límites. El objetivo es conseguir que los conductores vayan siempre muertos de miedo en carretera, pero no por la posibilidad de un accidente, sino por la presencia de un radar escondido. Por ello, cada día se ven más conductores que en las vías de 120 km/h, sin ningún riesgo especial, sin problemas de visibilidad, circulan a 90 o 100 km/h. Pero solo lo hacen por evitar una multa.

Hace años, con Zapatero en el gobierno, el ministro del interior planteó la posibilidad de aumentar el límite de velocidad en algunos tramos de autopistas y autovías hasta 130 km/h. Sin embargo con el paso de los años cada vez hay más tramos de dichas autovías limitados a 100 km/h. Y en las carreteras, donde antes el límite era de 100 km/h, ahora es de 90 km/h. Y Pere Navarro ya estudia poner un límite de 70 km/h.

Lo que más me sorprende es que la Dirección General de Tráfico, que vive literalmente de los conductores, de las multas y de las tasas, tenga el objetivo fundamental de reducir la movilidad privada y que los ciudadanos vayan solo en transporte público. De qué van a vivir Pere Navarro y todo su equipo si cada día hay menos conductores a los que cobrar multas o tasas. Porque para qué quieres un carnet de conducir y pagar cada 10 años por su renovación, o los impuestos para tener un coche, si luego no puedes usarlo...

Para la Dirección General de Tráfico el problema más importante de la circulación en España es la velocidad. Y la verdad es que estoy de acuerdo con los responsables de este organismo: tenemos un verdadero problema con la velocidad en las carreteras españolas. Pero lo que no estoy de acuerdo es en cuál es, en concreto, el problema y cómo se deben abordar las posibles soluciones.

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