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Por qué la neutralidad tecnológica es la clave para que triunfe el coche eléctrico
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Por qué la neutralidad tecnológica es la clave para que triunfe el coche eléctrico

Automobile Barcelona se ha caracterizado, sin duda, por los planes de electrificación que todas las grandes marcas han anunciado. La gran revolución del coche eléctrico es vital

Foto: Coche eléctrico, diésel, de gasolina o de gas natural, todos deben convivir durante años.
Coche eléctrico, diésel, de gasolina o de gas natural, todos deben convivir durante años.

Automobile Barcelona se ha caracterizado, sin duda, por los planes de electrificación que todas las grandes marcas han anunciado. La gran revolución del coche eléctrico es un tema imparable, pero curiosamente parece que ya no hay otra cosa dentro del mercado del automóvil. Y eso creo que no es así.

En este momento, y con las cifras del año 2018, en España se vendieron 6.000 coches eléctricos, lo que supone menos del 0,5% del total de ventas en el mercado español. Cada mes las ventas de este tipo de vehículos eléctricos suben, es una realidad incuestionable. Pero también lo es que todavía se siguen vendiendo la inmensa mayoría de los coches con motorizaciones de gasolina o diésel. Porque duplicar las ventas de eléctricos, y no es un mal dato, supone que pasen a representar un 1% de las ventas.

En la jornada de prensa de Automobile Barcelona, el presidente de Seat, Luca de Meo, destacaba que en 2025 prevé que el 25% de los coches vendidos por su marca en España serán eléctricos. Y lo mismo, con unas cifras similares, ocurre si hablamos de Volkswagen o de Mercedes o de otros grandes fabricantes internacionales. es un crecimiento muy fuerte. Pero eso también significa que el otro 75% de los coches vendidos en el año 2025 seguirán siendo diésel o de gasolina, o de alguna opción alternativa como híbridos o bifuel de gas natural o GLP.

Sin duda estamos ante unos años de cambios y de revolución permanente en la automoción, pero también es un periodo de tiempo en el que van a convivir muchas tecnologías. Cuando los partidarios más radicales de los vehículos eléctricos hablan del tema, con mucha frecuencia arremeten contra el resto de modelos que no sean eléctricos. Hasta creen que deberían prohibirse ya. Y lo mismo ocurre con los partidarios de los diésel, o los de gasolina o los de gas natural. Parece que cada uno está en posesión de la verdad, es extremista su postura. Pero la realidad es que la única opción válida es que todas estas tecnologías convivan y que la sociedad evolucione lo más rápido posible.

Que haya un periodo de al menos 15 o 20 años en el que van a convivir todas estas tecnologías, también supone que tenemos que aceptarlas todas. Es decir, que aunque seamos fervientes admiradores del coche eléctrico, lo que debemos hacer es apoyar por encima de todo los vehículos movidos por electricidad, pero sin menospreciar las demás tecnologías.

El concepto de neutralidad tecnológica cada día se utiliza más, los políticos o los analistas del sector llevan años utilizando este término, que es clave para la necesaria evolución de la movilidad. Supone un respeto a todas estas tecnologías, cada una en su justa medida, pero sin menospreciar a ninguna de las otras. Que las motorizaciones diésel deben dejar su sitio poco a poco a los vehículos eléctricos es una realidad poco cuestionable. Pero si esta transición se hace muy deprisa, corremos el peligro de hacerla mal.

Menos emisiones

El objetivo para todo el conjunto de la sociedad debe ser el de conseguir de manera constante reducir las emisiones, buscar la descarbonización de nuestra sociedad, pero en todos los campos de la vida. Y eso se consigue con un trabajo de toda la sociedad. No sirve de nada implementar con urgencia el coche eléctrico y al mismo tiempo aumentar la producción de electricidad quemando carbón, que es la manera más contaminante de producirla. Y eso se está haciendo. La Unión Europea sigue subvencionando con dinero público quemar carbón para producir electricidad, básicamente por los intereses particulares de Alemania y Polonia.

Los fabricantes de automóviles no pueden cambiar una fábrica en la que se hacen coches diésel por una para producir coches eléctricos de un día para el siguiente. Los suministradores de componentes, que un día fabrican cajas de cambio o motores de arranque o cilindros, necesitan un tiempo de adaptación para poder empezar a fabricar baterías. Y, sobre todo, la red eléctrica española no está preparada para proporcionar electricidad para un parque de varios millones de vehículos eléctricos enchufados todos al mismo tiempo de un día para el siguiente. El coche eléctrico necesita un tiempo de integración, lo mismo que las infraestructuras o los propios usuarios, que tienen que adaptarse a otra manera de entender el automóvil.

Hay un problema añadido como es el de la disponibilidad de vehículos. Si se impone una normativa para que solo se vendan coches eléctricos se producirá un gran parón de las ventas y un desabastecimiento total de coches, lo que también pondrá en riesgo la libertad de movimientos de los ciudadanos. La diferencia es poner en marcha una evolución lo más rápida posible, pero sin prisas, o un cambio muy radical y drástico. El refranero español, muy sabio, dice aquello de "vísteme despacio, que tengo prisa".

Automobile Barcelona se ha caracterizado, sin duda, por los planes de electrificación que todas las grandes marcas han anunciado. La gran revolución del coche eléctrico es un tema imparable, pero curiosamente parece que ya no hay otra cosa dentro del mercado del automóvil. Y eso creo que no es así.

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