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Luján Artola

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Cumbres y guillotinas

En Nueva York sigue habiendo una capacidad increíble de creerse el sueño americano. Se vuelcan las estrellas del cielo y se las ponen en la bandera, porque sí

Foto: El 'skyline' de Manhattan antes del atardecer. (Reuters)
El 'skyline' de Manhattan antes del atardecer. (Reuters)

Me sigue fascinando la velocidad a la que las mujeres de Manhattan son capaces de correr con tacones. Tenía dieciséis años menos cuando conseguí hacer unos metros lisos montada en unos de 10 centímetros. Ahora, tengo que ir lo más cerca del suelo y con los zapatos elegantes en el bolso como si me repitieran una y otra vez que más vale pájaro en mano que un tortazo en la Quinta avenida. Con este recital en mi cabeza he recorrido esta semana más de cien kilómetros de un evento a otro. No exagero.

Foto: Pedro Sánchez saluda a Antonio Guterres. (EFE)

La Cumbre del Clima ha dado para que haya al mismo tiempo más de 50 actos al día fuera de la ONU. La sede, el punto cero de estos días, los exteriores y prácticamente cada esquina en la que la prensa se pegaba por hacer un directo, parecían poseídos por la niña de la trenza. Hubo un momento en el que por mucho que Rohani o Johnson se cruzaran en los pasillos o la reina Máxima de Holanda estuviera en la zona de las banderas, solo veíamos un 'remake' de El Resplandor, a Greta enfadada y echando la bronca al mundo por cómo se lo hemos dejado. La niña sueca nos metió en una capa de ozono real en la que todavía estoy intentando entender lo de la infancia robada, pero a ver quién era el valiente que levantaba la mano y se lo preguntaba. Así que, en general, se optó por abrazarla y darle la razón. Y no es que no la tuviera, pero a ratos resultaba obsceno verla tan planetariamente irritada y a los dirigentes hablar de petróleo e Irán.

'Young Presidents Organization', la red de presidentes jóvenes de compañías más importante del mundo, celebró una cena en la que había 60 personas, cada una de su padre y de su madre: estaba el CEO e inventor del Escape Room (sí, esos sitios en los que pagas para que te encierren y sudas la gota gorda para poder salir). También, un Navy Seal extraordinariamente simpático y buena persona y con una mirada muy atractiva. Brandon Webb, además de haber estado en más guerras de las que hubiera querido y de haber pasado demasiado miedo, está entre los número uno en ventas de libros sobre liderazgo. Ser la élite del ejército de Estados Unidos no es cualquier cosa y son respetados y tratados como héroes. No voy a hacer comparaciones.

Conocí también a un chico asiático que de la nada había montado cuatro tiendas de lujo en Londres, Nueva York y Hong Kong. Así, como quien monta el barco pirata de los Playmobil, con 27 años es dueño de sastrerías que son embajadas del lujo. Es curioso cómo proliferan organizaciones como YPO en las que, sobre todo, se fían unos de otros. Saben que pueden compartir información, pueden pedir ayuda y no reciben una puñalada. Existe el honor y la palabra dada. Y por ello, pagan. Porque saberse protegido hoy en día se paga a precio de barril de Brent. Hablando de triunfos asistí al briefing del Ministro de Exteriores en funciones, Josep Borrell para explicar a la prensa española la agenda del Gobierno y sobre todo, para dar mil una razones por las que Pedro Sánchez tenía que estar en la ONU como el resto de los presidentes. Insistió tanto que acabé haciéndome preguntas que no tenía antes de la comparecencia. Lo de 'excusatio non petita' ya saben. La realidad es que el señor Borrell tenía ya la cabeza puesta en su futuro cargo como Alto Representante de Política Exterior de la Unión Europea y se le notaba ese cuello alto de esto ya no va conmigo. La canción con la que tiene que bailar España es la peor versión de un merengue veraniego. Se mire como se mire. Y Pedro Sánchez lo sabe y por eso Borrell se va a Bruselas.

En la memoria de la piel de esta ciudad siempre se han creído el sueño americano. Se vuelcan las estrellas del cielo y se las ponen en la bandera

Hasta el final de su gira, el presidente en funciones ha estado diciendo que él no quería otras elecciones: "Que la culpa la tienen esos partidos que son plataformas personales". Naranjas y morados son culpables. Él, no. Y así se fue de Nueva York. Supongo que se metió en el avión como quien entra en un 'spa' y resopla aliviado por estar en otro mundo. En ese en el que él ya ha pasado la barrera del sonido y solo se oye música 'chill-out'. Me sigue dejando perpleja la capacidad que tiene Pedro Sánchez de hacerse el director de una película y gritar "silencio se rueda" sin ningún tipo de rubor. Supongo que esa polarización mundial que quema a todos, deja sin huellas digitales. Las escenas de guerras o amor son las protagonistas de nuestros días y no hay tiempo en medio para nada que requiera de colores grises.

'Concordia Summit', otro de los eventos en torno a la Cumbre, tuvo como estrella invitada a Ivanka Trump. Vi a una mujer que pudiendo estar sacándose brillo ha montado un tinglado para ayudar a mujeres y crear desarrollo laboral en países en los que no existe ni una cosa ni la otra. Y allí estaban ellas. Indias, latinas, africanas con una mirada de cambio real para sus países y sobre todo, inversiones en dólares que es lo que cuenta. Y ella, la hija de Trump, se lo cree y se ha complicado la vida. Y a mí, eso para quien tiene poder, tiempo y dinero siempre me ha parecido de aplauso. Sin vueltas.

placeholder El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters)
El presidente de EEUU, Donald Trump. (Reuters)

La realidad es que en la memoria de la piel de esta ciudad siempre ha habido una capacidad increíble de creerse el sueño americano. Se vuelcan las estrellas del cielo y se las ponen en la bandera, porque sí, porque son legítimamente suyas. Porque se las pelean. Pero de tanto creérselo, se encuentran poniendo en el mapa a Ucrania, a Nixon, a Clinton y ahora a Trump en el estrado de un juicio sumarísimo. El famoso 'impeachment' tiene a todos los actores de este drama como pollos sin cabeza. Los demócratas todavía no saben si esto les va a venir bien o mal. De hecho, no importa. Todos los medios de comunicación tienen en su objetivo a los senadores republicanos que con su voto podrán contentar las iras de las dos costas o ponerse de parte de los más de 62 millones de americanos que apoyaron a Trump. Porque las guillotinas están más filadas que nunca y tienen prisa por cortar cabezas. Se han modernizado y se han convertido en máquinas de convertir en una carnicería todo lo que tocan.

Y por eso, Plácido Domingo, después del 'dress rehearsal' (el ensayo final con vestuario tal y como se va a representar la obra) del pasado sábado, hizo memoria de sus más de 50 años en el Metropolitan Opera, oyó los rumores de silbidos y boicots del 'Me Too' para el estreno de 'Macbeth' y decidió cancelar su actuación vía comunicado al 'The New York Times'. Por algo que pasó, se supone, hace 30 años, han quemado en la plaza del Metropolitan Opera al gran tenor español. A golpe de guillotina. Sin juicios, sin pruebas, sin nada que sustente las acusaciones, un gran artista hizo de su último ensayo, su despedida.

El pasado martes fue el 'Opening Night Premiere Gala'. El libreto de 'Porghy and Bess', una especie de musical barato de Broadway desató los aplausos de un teatro en el que no cabía ni un escote más. Mientras sonó el himno nacional, no paraba de pensar con rabia y pena que 'Macbeth' y Plácido habían sido desplazados por esos que se llevaron la mano al pecho cuando sonó el himno nacional. Ya le avisó Shakespeare sobre el poder infinito de la noche oscura que "Tan tenebrosa ven, que mi cuchillo no pueda ver, oh noche, el propio herir; ni de los cielos importuno brillo logre por tus tinieblas traslucir". Mientras estábamos todos en pie, entre el terciopelo de esos sillones se escurría el honor, la presunción de inocencia y un gran tenor que ha sido una parte de nuestra bandera por el mundo. Así es esta gran manzana que esconde una afilada guillotina.

*Luján Artola (San Sebastián, 1974) es periodista.

Me sigue fascinando la velocidad a la que las mujeres de Manhattan son capaces de correr con tacones. Tenía dieciséis años menos cuando conseguí hacer unos metros lisos montada en unos de 10 centímetros. Ahora, tengo que ir lo más cerca del suelo y con los zapatos elegantes en el bolso como si me repitieran una y otra vez que más vale pájaro en mano que un tortazo en la Quinta avenida. Con este recital en mi cabeza he recorrido esta semana más de cien kilómetros de un evento a otro. No exagero.

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