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La rendición del Partido Republicano ya ha empezado

Tras haber descrito a Donald Trump como un demagogo peligroso, los conservadores empiezan a hacer las paces con el ya indiscutible favorito a la candidatura

Foto: Donald Trump durante una pausa en el debate republicano en Detroit, el 3 de marzo de 2016 (Reuters)
Donald Trump durante una pausa en el debate republicano en Detroit, el 3 de marzo de 2016 (Reuters)

La rendición republicana ya ha empezado. Tras haber descrito a Donald Trump como un demagogo inaceptable y peligroso y un falso conservador, el aparato del partido parece estar haciendo las paces con el hombre que sigue ganando primarias.

Durante meses, la página editorial del "Wall Street Journa" ha clamado contra Trump, señalando que es un charlatán y una catástrofe, advirtiendo de que “si Donald Trump se convierte en la voz de los conservadores, el conservadurismo implosionará con él”. Pero esta semana, terminó uno de los editoriales principales instando a los republicanos a “seguir viendo si el Sr. Trup puede empezar a actuar como un presidente, y por encima de todo, decidir quién puede impedir otra presidencia de la izquierda progresista”.

Karl Rove también ha pasado meses denunciando a Trump, empezando por calificarle de “completo idiota” y detallando sus muchos fallos y debilidades, prediciendo que si él era el nominado, el Partido Republicano perdería la Casa Blanca y el Senado y erosionaría su mayoría en el Congreso “de forma dramática”. Esta semana, también cambió su sintonía, ofreciendo consejos cálidos y amistosos al favorito a “subir la apuesta”.

Ahora mismo solo hay un senador republicano que se haya comprometido a no votar por Trump

Marco Rubio ha llamado a Trump “estafador profesional”, y le ha comparado con “los autócratas del Tercer Mundo”. Ha dicho que Trump no tiene “ninguna idea de calado”, “ha pasado su carrera pegándosela a los trabajadores”, está intentando “aprovecharse de los miedos de la gente”, y promueve la violencia en sus mítines. Pero “en este momento”, asegura estar tratando de apoyar a quien emerja como candidato republicano. Lo mismo hacen John McCain y Paul Ryan, que han dado el raro paso de intervenir tres veces en campaña para abroncar a Trump por sus ideas y retórica. Incluso Lindsey Graham, que ha dicho de Trump que es “la persona menos preparada que he conocido en mi vida para ser comandante en jefe”, no ha dicho que no vaya a votar por él. De hecho, ahora mismo hay solamente un senador republicano que se ha comprometido a no votar por Trump.

Irónicamente, los conservadores de hoy están más o menos en la misma posición que los moderados republicanos en 1964, cuando Barry Goldwater se abría camino hacia la nominación. Hoy es difícil entender la ruptura tan dramática que esto supuso para los republicanos. Como ha documentado Geoffrey Kabaservice en su esclarecedor libro “Rule and Ruin” (“Gobernar y Arruinar”), el partido se había mostrado orgulloso de sus posturas progresistas sobre la raza desde Abraham Lincoln. Goldwater, por otro lado, se opuso a la decisión del Tribunal Supremo en 1954 sobre las escuelas integradas en el caso Brown contra el Consejo Educativo, y a la ley de Derechos Civiles de 1964. Los moderados sentían que cien años de trabajo republicano en estas cuestiones se irían al garete si nominaban a Goldwater.

Trump señala, en muchos sentidos, una ruptura incluso mayor con el pasado que Goldwater. El moderno Partido Republicano ha estado dedicado al libre mercado y el libre comercio, al conservadurismo social, a una política exterior expansionista y a la disciplina fiscal, especialmente en materia de privilegios. Recuerden que el discurso que lanzó la carrera de Ronald Reagan fue un ataque contra Medicare. En cada uno de estos asuntos, Trump o bien discrepa abiertamente, o -como en el caso del aborto- ha estado en desacuerdo en el pasado.

En la década pasada, el apoyo republicano a la inmigración y al libre comercio se ha ido hundiendo. Pero la nominación de Trump transformaría el partido en un movimiento de clase trabajadora, populista y nacionalista con un elemento racial, similar al de muchos otros en el mundo occidental. Este sería un partido muy diferente del de Reagan o Ryan.

Elecciones críticas son las que cambian los grupos de votantes preexistentes de una forma que dura años, incluso décadas. La de 2016 podría ser una de ellas

Cuando me estaba graduando, se nos dijo que estudiásemos cuidadosamente un ensayo de 1955 pionero en la política estadounidense, escrito por el académico V.O. Key, sobre elecciones críticas. La tesis de Key era que, más o menos en cada generación, se produce una elección que cambia a los grupos de votantes preexistentes de una forma que perdura durante años, incluso décadas. Los académicos debaten qué elecciones fueron las que realinearon la política de EEUU. Por lo general están de acuerdo en que la de 1932 fue una de ellas, al reunir alrededor del 'New Deal' de Franklin Roosevelt a una coalición de liberales del norte, minorías urbanas y blancos del sur para crear una mayoría democrática. Pero Key ve las de 1928 como las elecciones verdaderamente críticas, porque presagiaron la coalición de 1932.

2016 podría pasar a la historia como una de dichas elecciones, una que acaba con el viejo orden pero tal vez sin instaurar uno nuevo. En este sentido, parece como las de 1964, también unas elecciones que realinearon la política, orientando desde entonces a la mayoría de blancos del sur hacia el Partido Republicano. Entonces también había una energía enorme, nuevos votantes y un candidato que entusiasmaba a sus seguidores. También entonces, el aparato del partido no pudo reunir el valor y la unidad para oponerse al favorito, asustado de dispersar la energía y la devoción de las nuevas fuerzas populistas.

En su lugar, el partido fue a las elecciones de noviembre dividido, y perdió 44 estados.

La rendición republicana ya ha empezado. Tras haber descrito a Donald Trump como un demagogo inaceptable y peligroso y un falso conservador, el aparato del partido parece estar haciendo las paces con el hombre que sigue ganando primarias.

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