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Ucrania elige al “rey del chocolate” para resolver el desafío separatista y la corrupción
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Argemino Barro

En el frente de Ucrania

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Ucrania elige al “rey del chocolate” para resolver el desafío separatista y la corrupción

La que solía ser la persona más ambiciosa de Ucrania sale al escenario cojeando ante decenas de periodistas. Deberá resolver el desafío separatista

Foto: Una mujer de la comisión electoral en un colegio vacío en la ciudad de Dobropillia, en la región prorrusa de Donétsk (Efe).
Una mujer de la comisión electoral en un colegio vacío en la ciudad de Dobropillia, en la región prorrusa de Donétsk (Efe).

La que solía ser la persona más ambiciosa de Ucrania sale al escenario cojeando ante decenas de periodistas. Los focos queman su piel hundida y el micrófono apenas capta sus palabras, que parecen emitidas por una mujer de ochenta años. Dos docenas de personas la acompañan en su derrota. La presidencia se le ha vuelto a escapar de las manos a la ex primera ministra Yulia Timoshenko, que ha quedado segunda con casi un 13% de los votos, frente al 55% del oligarca proeuropeo Petro Poroshenko. El ganador, de 48 años y nacido en Odesa, poseedor de empresas mediáticas y alimenticias y cuyo patrimonio ronda los mil millones de euros, ha prometido dialogar con Rusia, convocar elecciones parlamentarias en otoño y visitar, primero, el Donbás.

Entre los ingredientes de su victoria podemos nombrar su fama de trabajador y audaz. Poroshenko, que no está afiliado a ningún partido político, fue de los primeros líderes conocidos en apoyar la revuelta del Maidán y su campaña ha estado marcada por un frenesí norteamericano, con varios actos diarios por toda la geografía de Ucrania. Su fortuna no ha nacido de campos normalmente más sospechosos como el gas, la metalurgia o la construcción, y tiene una sólida experiencia política. El “rey del chocolate” (cuyos productos fueron castigados por el embargo ruso al comienzo de la crisis) ha sido diputado, ministro de Comercio y de Exteriores y director del Banco Nacional Ucraniano.

El ganador, poseedor de empresas mediáticas y alimenticias y cuyo patrimonio ronda los mil millones de euros, ha prometido dialogar con Rusia, convocar elecciones parlamentarias en otoño y visitar, primero, el Donbás

Svitlana Maistruk, jefa de prensa de las juventudes de Batkivshchyna (el partido de Timoshenko), reconoce a El Confidencial que no esperaban la victoria de Poroshenko en primera ronda: “Pero aún  así que haya sido a la primera es positivo”, concede. “Cuanto antes se forme gobierno, antes se podrán afrontar los problemas del país”. Svitlana luce en su camiseta una efigie de Timoshenko tocada con la boina del Che. La comitiva de periodistas y organizadores se desbanda en cuestión de minutos. En tercer lugar ha quedado el líder del Partido Radical, el conservador Oleg Liashko, dueño de un sorprendente 8,6% de los votos. Los jefes de los grupos de extrema derecha Svoboda y Pravy Sektor han sumado un 1,45% y un 1% respectivamente.

La “Nueva Rusia”

Los colegios electorales de Kiev amanecieron bajo un sol aplastante; las colas se alargaban dos horas de media hasta alcanzar una participación superior al 60%. La variada Ucrania votaba los que quizás sean los comicios más importantes de su historia independiente, con Crimea de nuevo en manos rusas y siete millones de habitantes viviendo en las regiones separatistas de Donétsk y Lugánsk, recién unidas en una entidad llamada “Nueva Rusia”. Pese a que los milicianos prorrusos llevan semanas acosando a los miembros de comisiones electorales y requisando sus equipos, las autoridades centrales aseguran que 308 de los 2.430 centros de votación previstos han estado activos. Ciudades como Krasnoarmeisk pudieron votar controladas por milicias afines a Kiev.

placeholder El oligarca proeuropeo Petro Poroshenko (Efe).

El resto del país vivió una jornada diferente. A Pereyaslav, ciudad clavada a orillas del Dniéper, se llega por un túnel de árboles y campos infinitos decorados con túmulos escitas. Dos estatuas femeninas, una vestida con el traje tradicional ruso y la otra de traje ucraniano, sostienen un tratado de amistad en la plaza central de Pereyaslav. Conmemoran el momento en que los cosacos ucranianos y el imperio ruso firmaron la alianza contra los polacos en 1654. “La Unión Soviética usó este lugar como ejemplo de hermandad entre rusos y ucranianos”, dice a El Confidencial Taras Tkachenko, director de documentales históricos. “Para Putin lo más importante es traer a Ucrania de vuelta a ese estado único y feliz. La ideología es lo primero, incluso antes que la economía. Y la ideología empezó aquí, en Pereyaslav”.

Con 20 museos para 30.000 personas, esta ciudad de alto simbolismo cultural parece atrapada en la Edad Media. Sus más de mil años de historia siguen reflejados en iglesias de cúpula verdosa y en la tranquilidad salvaje que lo cubre todo, como si ya no quedase nada que ver o narrar. La única huella de acción en Pereyaslav es un pedestal vacío donde antes se hallaba Lenin, y que ahora tiene una bandera ucraniana.

“El país necesita orden”

Los jefes de los grupos de extrema derecha Svoboda y Pravy Sektor han sumado un 1,45% y un 1% respectivamente

“El país necesita orden”, dice Svitlana Sameliuk, presidenta de una mesa electoral. Decenas de vecinos votan en medio del calor. Tres observadores estadounidenses caminan protegidos por viseras e identificaciones plastificadas. Son del Comité Ucraniano de Representantes Americanos, que vigilan las elecciones en Ucrania desde principios de los años noventa. Christina Lew, original de New Jersey, ha cubierto seis elecciones aquí desde 1998: “La situación es tranquila. Mucha gente ha salido a votar; quieren evitar tener que ir a una segunda ronda”. Las interpretaciones y respuestas de los votantes buscan el simplismo: elegir un gobierno capaz de lidiar con los numerosos frentes abiertos en Ucrania, desde la corrupción hasta el desafío separatista.

A media tarde los nubarrones desencadenan un diluvio de granizo y rayos que azota Kiev y cubre de ramas rotas las carreteras comarcales. Los bañistas del río salen chapoteando por el barro hacia sus respectivos coches; un pescador se refugia con su barca debajo de un puente. Al oír los primeros resultados, muchos kievanos se llaman y se dan la enhorabuena vestidos con la proverbial camisa ucraniana blanca de bordados floreados en lugar de cuellos, pero no hay ambiente electoral ni en el propio Maidán. Los peatones se retiran pronto a sus casas, agotados quizás por seis meses de emociones políticas, o relajados, muchos de ellos, por no tener que esperar las tres semanas extra que hubiese costado una segunda ronda.

La que solía ser la persona más ambiciosa de Ucrania sale al escenario cojeando ante decenas de periodistas. Los focos queman su piel hundida y el micrófono apenas capta sus palabras, que parecen emitidas por una mujer de ochenta años. Dos docenas de personas la acompañan en su derrota. La presidencia se le ha vuelto a escapar de las manos a la ex primera ministra Yulia Timoshenko, que ha quedado segunda con casi un 13% de los votos, frente al 55% del oligarca proeuropeo Petro Poroshenko. El ganador, de 48 años y nacido en Odesa, poseedor de empresas mediáticas y alimenticias y cuyo patrimonio ronda los mil millones de euros, ha prometido dialogar con Rusia, convocar elecciones parlamentarias en otoño y visitar, primero, el Donbás.

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