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¿Y si el referéndum escocés es lo que realmente acaba con los nacionalistas?
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Celia Maza (La Isla)

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¿Y si el referéndum escocés es lo que realmente acaba con los nacionalistas?

El SNP lidera las encuestas de cara a las elecciones escocesas de mayo y el equipo de Boris Johnson se replantea la estrategia de seguir negándose a celebrar otro plebiscito

Foto: Manifestación por la independencia escocesa en Edimburgo. (EFE)
Manifestación por la independencia escocesa en Edimburgo. (EFE)

Había una vez un primer ministro conservador que se negó y negó a convocar un referéndum independentista, incrementando así la furia de los secesionistas más radicales, que finalmente decidieron tomarse la justicia por su mano celebrando una consulta ilegal, lo que a su vez acabó desatando una de las peores crisis institucionales del país. ¿Les suena? Pues es la comidilla que se comenta ahora en Westminster. En el Reino Unido, nadie quiere repetir el escenario que se vivió en España en 2017, pero lo cierto es que el ambiente está intranquilo. Se da por hecho que, si el Gobierno central sigue negando a los escoceses otro plebiscito, el país, ya bastante tocado con el Brexit, va a adentrarse en un terreno farragoso.

La ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon, siempre se había distanciado de la estrategia catalana, asegurando que lo más importante para una consulta nacionalista es el “reconocimiento internacional”. Sin embargo, la líder del SNP se ha visto arrinconada por la particular guerra civil que vive la formación. Y ahora no descarta ninguna vía si finalmente gana las elecciones al Parlamento de Edimburgo el próximo mes de mayo, tal y como auguran todas las encuestas. Los sondeos también otorgan un apoyo ininterrumpido a la secesión desde hace meses, pero es cierto que ha disminuido desde noviembre.

Boris Johnson insiste en que el referéndum celebrado en 2014 (donde ganó la unión con el 55,3% de los votos) fue “único en una generación”. Pero algunos conservadores y funcionarios públicos de alto rango han comenzado a argumentar que la estrategia de continuar diciendo “simplemente que no” se está volviendo insostenible.

Foto: Michelle Ballantyne. (Cedida)

En este sentido, los asesores del primer ministro ya están barajando la posibilidad de permitir que se saquen de nuevo las urnas. Eso sí, con la condición de que los términos de la separación se acuerden de antemano para que, en campaña, no se prometan escenarios irreales, que confundan al electorado y se acabe creando caos. En definitiva, lo que en la jerga popular se conoce como “hacerse un Boris”.

Tras la pesadilla del Brexit —que dejó exhausta tanto al sistema como a la población—, nadie quiere ahora una nueva consulta, de ningún tipo. En cualquier caso, en Whitehall, donde se encuentran los ministerios, la maquinaria del 'civil service' ya se ha puesto a funcionar para prepararse ante “cualquier eventualidad”. Hay un reconocimiento generalizado de que la victoria euroescéptica de 2016 pilló completamente por sorpresa a la administración pública, por lo que ahora no quieren cometer los mismos errores.

La propia Oficina de Gabinete ya ha elaborado una lista de preguntas que deberían abordarse. Entre las cuestiones que ya se están discutiendo está el uso de la moneda, la posibilidad de que una Escocia independiente pudiera ingresar en la UE o la propia monarquía. Los ingleses y escoceses comparten el mismo monarca desde 1603, aunque no fue hasta 1707 cuando formalizaron su unión como un único estado.

Foto: La ministra principal de Escocia, Nicola Sturgeon. (Reuters)

Los nacionalistas escoceses están divididos ahora sobre el papel que debería tener Isabel II. No todos ven con buenos ojos que siguiera como jefa de Estado. Por lo tanto, en caso de secesión, la familia real, por si no tuviera ya suficiente con el Megxit, podría verse obligada a dejar de utilizar el Castillo de Balmoral, en Aberdeenshire, donde, según dicen, la soberana se “encuentra más feliz”.

Tras la salida del oscuro asesor Dominic Cummings de Downing Street, la relación del primer ministro con el funcionariado es mucho más cordial. Ha enterrado el hacha de guerra y escucha ahora sus propuestas. En general, el tono del Gobierno es mucho más moderado. Sorprendió incluso la reacción que se ofreció ante la guerra de las vacunas con Bruselas. Y en lo referente a las relaciones con Cardiff, Belfast y Edimburgo, poco a poco, el primer ministro ha ido reemplazando a los revolucionarios de su equipo por reformadores.

Michael Gove, el que a efectos prácticos es vice primer ministro, mantiene ahora una llamada semanal todos los miércoles con los responsables de estos gobiernos, entre ellos Sturgeon. Se ha pasado de la confrontación a la colaboración. Pura estrategia, no cabe duda. Pero un cambio, al fin y al cabo.

La cuestión es: ¿y si un segundo referéndum fuera precisamente lo que acabara con los nacionalistas escoceses? Está claro que el objetivo de los secesionistas siempre va a ser el de pedir una consulta hasta que salga el resultado que ellos quieren. En su momento aceptaron que la de 2014 fue única en una generación. Pero ahora recalcan que el Brexit ha cambiado las reglas de juego.

placeholder La ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon. (Reuters)
La ministra principal escocesa, Nicola Sturgeon. (Reuters)

No son pocos los que les dan la razón. Eso sí, si se acabara celebrando un segundo plebiscito y el SNP volviera a perder, ya no habría excusa para una formación que lleva desde 2007 al frente del Gobierno escocés.

El que fuera primer ministro conservador, John Major, se encuentra entre los que advierten que el simple hecho de negarse a aceptar otra votación probablemente “ayudará a la causa separatista” a alimentar la ira contra Westminster. En este sentido, lo que él propone son dos consultas: la primera sobre el principio de independencia y la segunda sobre el resultado de las negociaciones sobre los términos de la separación.

Por su parte, Ruth Davidson (que en su día consiguió para los 'tories' escoceses resultados nunca vistos, pero acabó dimitiendo por desavenencias con Johnson por el Brexit) también ha admitido que si los nacionalistas consiguen mayoría absoluta en mayo se va a producir un “choque de trenes”, difícil de gestionar. Johnson defiende que ganó mayoría absoluta en las generales de 2019 con un manifiesto que ya negaba la convocatoria de un nuevo plebiscito escocés. Pero, al mismo tiempo, Sturgeon señala que si la gran parte de los escoceses le dan su apoyo con la promesa de sacar de nuevo las urnas tendrá mandato para ello.

En el Reino Unido no hay Constitución escrita. Si se quiere celebrar un referéndum legal (como ocurrió en 2014), el Gobierno de Edimburgo tendría que solicitar a Londres la activación de la denominada Sección 30 del Tratado de Escocia de 1998 para la transferencia de poderes. En este sentido, otra de las propuesta que se está discutiendo en Whitehall es la de una convención constitucional, similar a la convención australiana que se reunió en Canberra en febrero de 1998 para discutir si el país (que forma parte de la Commonwealth) debía convertirse en una república. Se propuso un modelo que implicaba el nombramiento de un jefe de Estado por el parlamento, pero fue rechazado por el electorado en un referéndum celebrado al año siguiente.

Foto: Nicola Sturgeon. (Reuters) Opinión

En Londres, por tanto, la estrategia está cambiando. Ahora bien, lo que está por ver es que el SNP va a conseguir realmente una aplastante mayoría absoluta para legitimar sus demandas. La ministra principal escocesa cuenta ahora con unos índices de aprobación sin precedentes. Pero tiene al enemigo en casa. Es precisamente su antecesor, Alex Salmond, el que durante décadas había sido su gran aliado, el que está dispuesto ahora a acabar con su carrera política.

El parlamento de Edimburgo está llevando a cabo una investigación, después de que el que fuera considerado 'Braveheart del Siglo XXI' haya acusado a su sucesora de engañar a la cámara y violar el código ministerial, al mentir sobre cuándo se enteró del escándalo sexual que Salmond protagonizó el año pasado. El que fuera líder del SNP está actuando ahora cuál 'kamikaze', cegado por rivalidades personales que han creado una sucia batalla interna que puede acabar golpeando los intereses de la formación en las urnas.

Así que en Downing Street puede que se estén preocupando en vano. Una lástima, por aquello de que, por primera vez, se estaban organizado las cosas de manera adecuada para un referéndum en el que hay tanto en juego. Eso no es algo que pase todos los días en el Reino Unido. Hablo en clave, pero David Cameron me lee entre líneas.

Había una vez un primer ministro conservador que se negó y negó a convocar un referéndum independentista, incrementando así la furia de los secesionistas más radicales, que finalmente decidieron tomarse la justicia por su mano celebrando una consulta ilegal, lo que a su vez acabó desatando una de las peores crisis institucionales del país. ¿Les suena? Pues es la comidilla que se comenta ahora en Westminster. En el Reino Unido, nadie quiere repetir el escenario que se vivió en España en 2017, pero lo cierto es que el ambiente está intranquilo. Se da por hecho que, si el Gobierno central sigue negando a los escoceses otro plebiscito, el país, ya bastante tocado con el Brexit, va a adentrarse en un terreno farragoso.

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