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Sofás y orgías: las polémicas ayudan a construir un debate europeo
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Nacho Alarcón

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Sofás y orgías: las polémicas ayudan a construir un debate europeo

Pocas cosas generan más debate a nivel europeo que las polémicas, que ayudan a europeizar la discusión, pero el debate no puede depender de fogonazos a corto plazo

Foto: Von der Leyen de pie frente a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, y Recep Tayyip Erdogan, presidente turco. (Reuters)
Von der Leyen de pie frente a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, y Recep Tayyip Erdogan, presidente turco. (Reuters)

Cuando Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se quedó de pie frente a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, y Recep Tayyip Erdogan, presidente turco, emitiendo un “¿em?” con los brazos en jarras, dándose cuenta de que no hay una silla para ella, seguramente lo último que pensaba la alemana es que estaba haciendo un favor al debate europeo. Pero la imagen, con ella sentada en un sofá, a distancia de los dos hombres, el ya conocido como "SofaGate", lleva días en nuestros medios y nuestras conversaciones.

Lo cierto es que había pocas probabilidades de que cenando esta semana con alguien a quien no suelen interesarle los temas europeos se acabara hablando, de alguna forma, sobre la Comisión Europea, los valores europeos y las relaciones con países problemáticos como Turquía. Sin embargo, ha ocurrido. Y ha sido únicamente posible por un escándalo lamentable, como ha sido el tratamiento recibido por Von der Leyen en Ankara, y toda la cadena de decisiones y errores que permitieron que ocurriera. No solamente ha generado debate a nivel personal, también columnistas, articulistas o líderes de opinión han hablado de ello cuando normalmente no prestan atención a los temas europeos.

Porque no hay nada más europeizante, al menos europeizante del debate, que las polémicas. En un mundo en el que hay continuos estímulos y en el que los ciudadanos viven inmersos en una aparente escalada continua de las emociones, la vida gris y silenciosa de la Unión Europea difícilmente se cuela en los debates de las cenas entre amigos. Las polémicas captan la atención del público dándole un espacio en la conversación que normalmente no tienen los asuntos europeos.

Foto: Charles Michel, Recep Tayyip Erdogan y Ursula von der Leyen. Tres líderes políticos frente a tan solo dos sillas. (EFE)

Y las polémicas son como el pico del iceberg: muestran el 10% de un debate más amplio. Cuando se choca con uno, después del primer impacto, el ciudadano tiene la oportunidad de descubrir el 90% restante. Así, algún ciudadano hasta ahora no especialmente interesado en las instituciones europeas o en las relaciones con un país tan complejo como Turquía, quizás haya conocido en los últimos días mucho más de lo que habría sido posible sin la polémica. Y no importa tanto qué opinión se forme al respecto (puede creer, por ejemplo, que es absurdo tener dos presidentes, y para su sorpresa descubrirá que no hay dos, sino tres), o que no habría que hacer tratos con Erdogan. La novedad es que se ha formado una opinión.

Quizás nada haya hecho más por hacernos hablar de Hungría, de la hipocresía de sus líderes y de la persecución a la comunidad LGTB en el país, que el escándalo del eurodiputado húngaro del partido derechista de Viktor Orbán que huyó por la ventana de una orgía gay en Bruselas en pleno confinamiento. Lo hizo con el objetivo de evitar un escándalo nacional y que acabó convirtiéndose en un culebrón europeo que nos dio a los periodistas la excusa para poder hablar de la situación de Hungría.

placeholder Jeroen Dijsselbloem, antiguo presidente del Eurogrupo. (Reuters)
Jeroen Dijsselbloem, antiguo presidente del Eurogrupo. (Reuters)

Estas polémicas no suelen ser agradables. Ni para los protagonistas ni para el resto. Un ejemplo perfecto lo dio Jeroen Dijsselbloem, que fue presidente del Eurogrupo, brazo ejecutor de las posturas más conservadoras en política fiscal encarnadas por Berlín, y, además, ministro de Finanzas de Países Bajos. Pocas veces se le han visto más las costuras norte-sur a la Unión Europea y se ha hablado más sobre ello que cuando en 2017 aseguró en una entrevista con el Frankfurter Allgemeine Zeitung que los países del sur no podían gastar el dinero en "licor y mujeres" y después "pedir ayuda".

Eso no significa que la europeización del debate deba fiarse a las polémicas, los fogonazos y los incidentes puntuales. Las crisis globales que han obligado a una “politización” de la Unión Europea, entrando de lleno en muchas de las discusiones nacionales (en aspectos como la economía, pero ahora también en el plano sanitario) obligan a que el debate deba estar preparado para ello. Y esto queda demostrado en la crisis de la vacunación: son muchos los tertulianos, políticos y ciudadanos que están extrayendo conclusiones equivocadas de esta crisis, porque no terminamos de integrar el debate nacional con el europeo, y eso provoca un gran desconocimiento respecto a cómo funciona la UE. En cualquier caso, el hecho de que hoy cientos de ciudadanos discutan o pidan la dimisión de Michel por el incidente de Turquía muestra que algo se mueve, que se está construyendo, poco a poco (y quizás polémica a polémica), un espacio público europeo.

Cuando Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, se quedó de pie frente a Charles Michel, presidente del Consejo Europeo, y Recep Tayyip Erdogan, presidente turco, emitiendo un “¿em?” con los brazos en jarras, dándose cuenta de que no hay una silla para ella, seguramente lo último que pensaba la alemana es que estaba haciendo un favor al debate europeo. Pero la imagen, con ella sentada en un sofá, a distancia de los dos hombres, el ya conocido como "SofaGate", lleva días en nuestros medios y nuestras conversaciones.

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