Las tres voces
Por
Europa, descontrolada
Desde Bruselas nos bombardean con la exigencia de que coordinemos mejor nuestras fronteras. Vano intento. Lo que se debe hacer es unificarlas de fuera adentro y de dentro afuera
Rara vez llega a nosotros la voz de los vencidos, salvo en obras de ficción ('Las Troyanas', por ejemplo). Por eso es excepcional el testimonio del embajador del imperio alemán, conde Ulrich von Brockdorff-Rantzau, en la Conferencia de Versalles. Cuando se discutía la claúsula de la culpabilidad moral de la guerra, Rantzau dijo que acusar de eso a Alemania era injusto, pues Alemania no había actuado de manera distinta a como se habían comportado, y siguen comportándose, todos los países del mundo: buscaba su propio interés. Era la pura verdad. Los que duden de mi testimonio y gusten de la buena literatura pueden releer 'La montaña mágica', donde ese modelo se defiende como la manera normal de conducirse en las relaciones internacionales.
Esa filosofía trajo al escenario europeo la I Guerra Mundial. Como no hubo manera de encontrar un arreglo satisfactorio a las exigencias de la paz, trajo también la II Guerra Mundial y, con ella, un apocalipsis de horror que incluyó el Holocausto.
Parecía que con esa experiencia a las espaldas se daría el necesario paso hacia el modelo americano de federación. La gran generación americana de los Forrestal, Kennan, Marshall, etcétera... estaba convencida de que así sería. Pero no hubo modo. Tras un comienzo prometedor, Francia rechazó en 1954 la Comunidad Europea de Defensa que hubiese puesto en común no ya el carbón y el acero (CECA), sino las mismísimas Fuerzas Armadas.
Europa nunca se recuperó de ese golpe y se vio obligada a construirse al margen de lo que hubiese debido ser una Unión Europea de verdad. Así se terminó por escoger un modelo que, mal o bien, funcionó mientras existió la URSS y Alemania estuvo dividida. Al faltar esos mimbres, el cesto empezó a romperse y en eso estamos. Ahora empieza a verse que no es razonable tener un presupuesto común del 1% del PIB cuando el porcentaje de EEUU es del 20%, y llamarle a eso Unión. Ni tampoco tener tres grandes instrumentos, Parlamento, Comisión y Consejo, mal ensamblados y con un coste difícilmente justificable.
Este paradigma ha ido envejeciendo sin que nadie haya sido capaz de encontrar el remedio y, como es natural, la entropía le está saliendo por las esquinas. Por un lado, procesos como el escocés defienden el repliegue en 'estaditos' todavía menores al amparo de supuestas ventajas comparativas. Por otro, el repliegue es pedir más Estado cuando este anda ya en la agonía: Le Pen, Orban... Pero cuatro crisis simultáneas amenazan con catalizar el proceso y poner fin sin más al experimento europeo: el euro, las fronteras, los refugiados y la energía.
Enseñar a los europeos qué es una moneda común viene a ser como enseñar a un esquimal a hacer iglúes. Hay un pequeño problema y es que el sacrosanto Estado nación impide llegar a un área económica común y nos fuerza a quedarnos en área monetaria. No sé qué desvarío pudo llevar a Francia a intentar contener a Alemania forzándola a dejar el marco pero negándose a mutualizar todo el resto del paquete. El resultado a la vista está: una Europa rota en centro y periferia, una Alemania que acumula superávit tras superávit mientras la periferia acumula déficits. Enunciemos una verdad simple y elemental: si Francia quiere contener a Alemania, es imposible hacerlo desde la filosofía del Estado nación. La única manera posible es mutualizar su fuerza, de hecho, mutualizar la fuerza de todos. Alemania es una potencia liberal, y en ayuda de Francia no van a venir ni Reino Unido ni el imperio ruso. Saquen conclusiones, 's´il vous plaît'.
El segundo capítulo ha sido el de los inmigrantes y refugiados. El modelo actual de coordinación interestatal lleva a que si la naturaleza te sitúa en unas determinadas coordenadas geográficas, los miles y miles de refugiados que huyen del horror le tocan al país de primera entrada, y no al común de Europa. Es el caso italiano y griego, verdaderos mártires de esa filosofía. Y ahora de Macedonia y Hungría. Desde Bruselas nos bombardean con la exigencia de que coordinemos mejor nuestras fronteras. Vano intento. Lo que debe de hacerse es unificarlas de fuera adentro y de dentro afuera.
El fracaso del modelo, tanto de acogida como de reparto, ha sido clamoroso y se debe al modelo de cooperación intergubernamental
Me explico. Si un extranjero quiere entrar en el espacio Schengen (26 países), no se dirige a una Agencia Federal a pedir un visado, sino a uno cualquiera de los 26 estados. Con ese visado en la mano es libre de circular por Schengen. Dos: si el inmigrante o refugiado llega a Europa a través de 28 fronteras (no una sola) y la Comisión se hace cargo de él, queda al arbitrio de cada Estado miembro (otra vez 28) aceptar o no aceptar el cupo que la Comisión le atribuya. El fracaso del modelo, tanto de acogida como de reparto, ha sido clamoroso y se debe al modelo de cooperación intergubernamental. Para que el lector vea la diferencia con el modelo EEUU, recordemos Kakuma, campo de la ONU en Kenia, levantado para acoger a los refugiados sudaneses y somalíes consecuencia de las políticas de El Numeiry. EEUU seleccionó a 3.000 refugiados, los repartió entre diversos estados de la Unión y sanseacabó.
No crean que nuestros líderes europeos ignoran el antecedente. Cuando las cosas se ponen feas se dan pasos creativos en favor de la federación. Vean la Comisaría conjunta franco-inglesa en Calais. Para terminar, diremos que toda esa marea humana de desheredados (unos 300.000) no llega ni al 0,08% de nuestra población total. Sirva de comparación el millón de peones de obra al año que recibió España durante siete años en la era del 'boom'. Obviamente, Estados Unidos, que da un millón de nacionalidades al año, no entiende nuestras reticencias, vista la lamentable demografía del continente. Digamos en desagravio de nuestros políticos que en EEUU quien se ocupa de los emigrantes es el sueño americano. En Europa se ocupa de ellos la Seguridad Social.
Una última observación. Si admitir inmigrantes sin control puede ser el fin de Schengen, dejar que Alemania los acoja todos puede ser el fin de Europa, porque en unos pocos años se bastará Alemania sola para devenir un continente multicultural. En este sentido, la acogida asimétrica, basada en la lógica del Estado nación, es peor que el rechazo o que la acogida en bloque. Todos tenemos que acoger inmigrantes de manera selectiva basados en una lógica federal y repartirlos según la misma filosofía por toda Europa. Esto no es la apología de la beneficencia, sino de la estrategia.
Finalizaremos con la energía. De pronto nos hemos dado cuenta de que la orgullosa Europa no necesita comprar el petróleo y el gas en común, sino que todos y cada uno de sus 28 'estaditos' hace la guerra por su cuenta. Imaginen una comunidad de vecinos en la que los 28 propietarios comprasen individualmente el gasóleo de la calefacción.
En eso estamos y yo no veo signos de que se haya entendido la causa de todo este descontrol. Seguimos viajando a Azerbaiyán a jurar que continuaremos siendo socios estratégicos y que estamos comprometidos con un suministro caucásico de gas y petróleo mientras que la fiel España, mucho más cerca, más barata y sin problemas de Derechos Humanos, sigue siendo una isla energética. No consigo entender este apartado, como tampoco entiendo los tres anteriores.
En fin, aseguran el PS (francés) y el PSOE que este otoño van a pedir IVA común y salario mínimo común europeo. Menos da una piedra.
Los interesados en el tema de los sudaneses acogidos en EEUU pueden ver la película, The Good Lie, con Reese Witherspoon (James Mangold 2014).
Rara vez llega a nosotros la voz de los vencidos, salvo en obras de ficción ('Las Troyanas', por ejemplo). Por eso es excepcional el testimonio del embajador del imperio alemán, conde Ulrich von Brockdorff-Rantzau, en la Conferencia de Versalles. Cuando se discutía la claúsula de la culpabilidad moral de la guerra, Rantzau dijo que acusar de eso a Alemania era injusto, pues Alemania no había actuado de manera distinta a como se habían comportado, y siguen comportándose, todos los países del mundo: buscaba su propio interés. Era la pura verdad. Los que duden de mi testimonio y gusten de la buena literatura pueden releer 'La montaña mágica', donde ese modelo se defiende como la manera normal de conducirse en las relaciones internacionales.