Las tres voces
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Francia ya no es el mejor socio de Alemania... y otros problemas de Eurasia
Francia no es ya el socio privilegiado de Alemania. Le falta músculo económico, político (Le Pen) y hasta acuerdo de refugiados. Las cosas por el Este tampoco van bien
Robert Kaplan ha publicado recientemente en 'Foreign Affairs' un artículo sobre Eurasia en su habitual tono catastrofista. Lo que dice no me interesa demasiado, pero ha despertado en mi el recuerdo de Eurasia, esa masa de tierra que va desde Francia hasta China, ahora mismo en dificultades -aunque no tan terroríficas como las describe el autor-.
Empecemos por Occidente. Me parece que no hay conciencia de la gravísima situación en la que se encuentra el proceso de unidad europea, si es que existe. El núcleo mismo del proyecto se tambalea. Alemania dista de tener una salud de hierro como demuestra la crisis de su primer banco, el Deutsche. Seguir el modelo americano de banca de inversión vía derivados, contingent convertibles (CoCos), riesgo en China, BRICS, oro y otros activos le han causado graves dificultades. Eso por no mencionar sus prácticas ilegales -alteración del precio de las cosas, por ejemplo, que le costaron una multa de más de 2.500 millones de euros, participación fraudulenta en créditos 'subprime' americanos y otras minucias-. El resultado ha sido ver caer la acción a 17 euros desde el techo de 100 y lo dejó aquí para no hacer esto interminable. Nada de esto es nuevo porque la RFA ha invertido el 7% de su PIB en rescatar a la banca. En cuanto a las cajas de los Länder, siguen en la niebla porque no se ha conseguido averiguar su estado.
En el orden exterior, Francia no es ya el socio privilegiado de Alemania. Al vecino le falta músculo económico, político (Le Pen) y hasta acuerdo de refugiados con Berlín. Véase la crifra que está dispuesto a admitir Manuel Valls: 30.000. Es significativo que el pasado 17 de febrero, en el programa Quadriga de la Deutsche Welle, al hablar de la relación franco alemana se ofreciese el material con filtro sepia o en blanco y negro. El resto, puramente alemán, en color.
Si Occidente decide apoyar a Ankara podemos tener un serio problema de seguridad. Medvédev lo ha advertido en Múnich
Si por Francia la cosa no va bien, por el Este tampoco. Se acusa a Inglaterra de haber forzado la ampliación. No es verdad. La más interesada en la ampliación era Alemania, que veía en ese 'hinterland' la posibilidad de heredar a Austria, Hungría y a la URSS como definidora del sistema de seguridad centroeuropeo. Para los aspectos militares ya estaba la OTAN. De pronto se ha encontrado con que Visegrado (Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia) ni quieren refugiados ni democracia liberal. Duro golpe para quien siempre vio a Polonia como país estratégico y amigo.
Eliminemos a España, Italia y Grecia, devastadas tanto por sí mismas como por el mal diseño del euro y, ¿qué le queda a Alemania? Lo de siempre, la apertura al Este. Se habla ya del Nord Stream 2, es decir, la vinculación energética directa entre Rusia y Alemania, digan lo que quieran los polacos, los ucranianos y hasta EEUU. La voz de alarma ha venido precisamente de allí. Joseph Nye (el del "poder blando") y el 'New York Times' nos martillean con la evidencia: Europa ha de superar sus divisiones internas. El Almirante James G. Stavridis ha ido más lejos, incluso contra la doctrina estratégica de su país. Ha dicho que le preocupa más una Europa desunida que una Rusia afirmativa. Pienso lo mismo.
Sigamos hacia el Este. Rusia tiene problemas con la caída de los precios del petróleo. Pero yo no la veo inestable. Los rusos son duros como piedras y siguen en su 80% de apoyo a Putin. Los problemas pueden venir de su apoyo a Bachar al Asad en Siria y de su hostilidad con Turquía, llevada al punto de plantearse denunciar el Tratado de Kars de 1921. Si Occidente, a pesar de todos los pesares, decide apoyar a Ankara podemos tener un serio problema de seguridad. Medvédev lo ha advertido en Múnich. En un orden intelectual, Brzezinski lo ha ratificado.
Donde sí que se incuba un remolino de disidencia es en Asia Central. Si ya había problemas en esa zona del mundo, la caída de los precios del petróleo y del oro están abriendo heridas que no veo cómo puedan curarse. Hay dos problemas insolubles. El primero la presencia de una militancia islamista creciente debida a una administración incompetente y venal. No creo falte mucho para que algunos de esos países puedan considerarse fallidos. Las consecuencias, en estados vecinos con Afganistán, son fáciles de imaginar. Y el segundo, que ni Rusia ni China están dispuestas a consentir la presencia de Occidente en esos territorios, así que habremos de externalizar, sobre todo en Rusia, el hacer frente a ese reto.
Más al Este, se ha recrudecido el separatismo musulmán uygur, consecuencia, tanto del hecho de que los uygures son étnicamente turcos, como de que EEUU abandonó Afganistán para regresar a Irak, algo que China no ha perdonado nunca. En el orden interno, el "País del Centro" conoce dificultades. Crece más despacio y eso le genera problemas al mundo y al gigante. Buena alumna de Occidente, China entendió que, a falta de fundamentales, lo único que puede salvar la demanda agregada es el crédito. Terminado el ladrillo, escogió la Bolsa. Con una novedad: consintió el apalancamiento, tanto el normal como el marginal. Resultado: un 100% de subida en un año. Pero cuando la burbuja estalló descubrimos que la Bolsa china no es como los otros parqués, en los que hay alcistas (largos) y bajistas (cortos). En China solo hay largos. Los cortos te llevan a la cárcel. Resultado: si la Bolsa baja no hay otra que cerrarla. En un país que es el 34% de todo el crecimiento global, esta peculiar filosofía está produciendo disfunciones de envergadura.
Para terminar, y yéndonos al Mar de la China, el "País del Centro" ha empezado a poner misiles sobre los arrecifes en los que ha construido bases. Nada tranquilizador. EEUU responde incrementando el presupuesto militar. Creo que es como hacer cirugía con un serrucho. Necesitamos actores institucionales y privados excepcionalmente cualificados. Los veo solo escribiendo en revistas especializadas. En puestos de gobierno, más bien poco. Veremos qué termina por traernos todo esto.
Robert Kaplan ha publicado recientemente en 'Foreign Affairs' un artículo sobre Eurasia en su habitual tono catastrofista. Lo que dice no me interesa demasiado, pero ha despertado en mi el recuerdo de Eurasia, esa masa de tierra que va desde Francia hasta China, ahora mismo en dificultades -aunque no tan terroríficas como las describe el autor-.