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¿Eslovenia? Cataluña cada día se parece más al astracán de la República Padana
A los 'indepes' no le gusta mirarse en el espejo padano, pero cada día hay más paralelismos. Bossi proclamó una república, hizo un referéndum y movilizó a millones de personas
El independentismo catalán lleva tiempo intentando desmarcarse de la Liga Norte a pesar de que la Liga Norte ha sido desde siempre uno de los principales apoyos europeos del independentismo catalán. No preocupa solo guardar distancias frente a un movimiento excesivo, de tintes xenófobos y retórica incendiaria. Se trata también de evitar que se dibujen paralelismos entre el Procés y la espectacular astracanada que protagonizaron Umberto Bossi y sus chicos a finales de los años 90. Eliminando las barreras culturales (la predisposición española a la tragedia y la predisposición italiana a la comedia) el espejo refleja una imagen cada vez más parecida.
Recordemos que Umberto Bossi proclamó la independencia en Venecia, un 15 de septiembre de 1996 (ver vídeo adjunto). Lo hizo en un discurso más teatral y directo que el de Puigdemont, pero con herramientas y argumentos parecidos. Compareció enardecido ante miles de manifestantes envueltos en banderas y acabó "declarando solemnemente" que “la Padania es una República Federal independiente y soberana por la cual ofreceremos nuestras vidas y nuestras fortunas y nuestro sagrado honor” haciendo uso del “derecho natural de autodeterminación”.
Bossi dijo aquel día que los padanos dejaban atrás (¡por fin!) “una historia de opresión colonial, de explotación económica y violencia moral”. Que lo hacían porque “no les quedaba otra posibilidad” que irse del “estado italiano” que había “ocupado sistemáticamente en el tiempo a través de su aparato burocrático el sistema económico y social de la Padania” y se había esforzado por “suprimir las lenguas y la identidad cultural de la Padania a través de la colonización”. Frente a “Roma ladrona”, “Roma corrupta” y “Roma mafiosa”, la Padania libre e independiente iba a ser, prometió, “un referente para los pueblos de Europa" que tendrá "una contribución definitiva” en la historia del continente.
Ningún país ni ningún partido político reconoció nunca la República Federal de Padania, con la excepción de la Lega dei Ticinesi
Aunque en diferente orden, en un mundo analógico y sin el respaldo de un gobierno autonómico con casi todas las competencias transferidas, la Liga Norte quemó las mismas etapas que el soberanismo catalán en un lapso de tiempo parecido. Un año después de declarar la independencia, celebraron un referéndum sin cobertura legal en el que votaron alrededor de cinco millones de personas (ganó el “sí” con un 97 por ciento de los votos). Y al tiempo que radicalizaban su desafío, en los balcones de barrios de inmigración “meridional”, en sitios como Milán, Turín o Pordenone, empezaron a aparecer banderas italianas.
Ningún país ni ningún partido político reconoció nunca la República Federal de Padania, con la excepción de la Lega dei Ticinesi, una pequeña agrupación suiza de tamaño parecido a los Social Demócratas de Eslovenia, formación que consiguió menos del seis por ciento de los votos en las últimas elecciones de un país de dos millones de habitantes. Y que es, hasta la fecha, el único apoyo en firme que ha tenido la República Catalana.
En Roma nunca terminaron de reaccionar en serio a la amenaza de secesión padana y no pudieron suprimir la autonomía porque no existía. Bossi se quejaba amargamente de ello un año después de fundar la nueva república. “Hemos proclamado la independencia y hemos suspendido el proceso de instauración para esperar una respuesta de Roma y negociar. Nos hemos mantenido expectantes durante un año, pero ellos no han hecho nada, está todo como antes”, lamentaba en otra manifestación multitudinaria en la que también denunció al “estado semipolicial” instalado en Roma y al entonces ministro de Defensa, Beniamino Andreatta, a quien Bossi definió como un “desgraciado” que quería "enviar al Ejército profesional contra el pueblo". Nada de eso ocurrió nunca.
A pesar de los histronismos de Bossi (llegó a repartir un camión de papel higiénico con los colores de la tricolore y a menudo amenazaba con “coger los fusiles”) la independencia de Padania no dejó grandes escenas de violencia. Lo más grave fue el llamado “asalto de los serenissimi” en la Plaza de San Marcos de Venecia, cuando una de decena de militantes armados se presentaron con una especie de tanque casero (“Il Tanko”) y fueron reducidos por los cuerpos de élite de los Carabinieri. Ocurrió entre la noche del 8 al 9 de mayo de 1997. “Durante diez horas, San Marcos fue un territorio libre”, recordaban los protagonistas en una reciente entrevista con Il Corriere della Sera, tras celebrar el 20 aniversario con una tarta.
Los nacionalista padanos se quejaron durante mucho tiempo del "acoso judicial" ordenado por "el estado corrupto". Tras la DUI, los juzgados de Venecia, Turín, Mantova y Pordenone abrieron causas contra sus líderes -posteriormente archivadas- por “atentado contra la unidad del estado”, se llegaron a producir cargas de las fuerzas del orden en Milán y se sucedieron las incautaciones y arrestos en las sedes de la Liga Norte (los últimos, en 2014).
Instalado en una ficción que se alargó durante años, Bossi llegó a crear un “Palacio del Gobierno padano” en un apartamento de 350 metros cuadrados que el partido adquirió en una subasta en la que tuvieron que elevar la oferta hecha por la agrupación local de los Testigos de Jehová. Cuando la enseñaron a los medios, la casa tenía una cocina, un salón y varias habitaciones con sus camas. En 1997, entre la indiferencia de Roma y el hartazgo de la población, celebraron la primeras las elecciones constituyentes del nuevo estado, en las que votaron entre cinco y ocho millones de personas, según diferentes recuentos. El candidato de los Comunistas Padanos fue Matteo Salvini, el actual líder de la Liga Norte.
Metidos a buscar, se encuentran infinidad de paralelismos con el Procés. La eclosión del sentimiento padano, por ejemplo, llegó en las postrimerías de una crisis económica y tras la exposición mediática y judicial de las miserias y corruptelas que la política italiana había acumulado durante los años de bonanza (Tangentopoli). Otras similitudes no se circunscriben al ámbito académico sino que obedecen más bien al plagio. Como la “marcha sobre el Po”, la cadena humana en la que miles de padanos (cuatro millones según la Liga Norte) se retrataron cogidos de la mano a orillas del río sagrado de la nación inventada. Aquellos días dijeron estar protagonizando “la mayor demostración de fuerza popular que ha visto nunca Europa”.
Aunque siguen activos varios grupos independentistas ligados a regiones concretas, la padana fiebre pasó y hoy la mayoría de los italianos tienen que hacer memoria para recordar las semanas que pasaron pegados al televisor a finales de los 90. Nunca se vivió, es cierto, con tanta pasión como en España. Quizá porque se trata de una sociedad mucho más familiarizada con el teatro y donde se da por hecho que la literalidad no existe en política.
Tras arañar compromisos autonomistas en un estado infinitamente más centralizado que el español, Bossi acabó convirtiéndose en uno de los puntales de los gobiernos de Silvio Berlusconi. Aunque el viejo 'Senatùr' (muy tocado tras una grave enfermedad) amenaza periódicamente con volver a echarse al monte, Salvini hace tiempo que renunció a la independencia. Su pelea ahora es conseguir más autonomía, sobre todo fiscal. La semana pasada, al calor de las noticias que llegaban de Cataluña, un periodista le preguntó por la independencia. “Me parece que está claro para todos que lo mejor es construir un país federal, no tenemos nostalgia por la Padania”, dijo.
El independentismo catalán lleva tiempo intentando desmarcarse de la Liga Norte a pesar de que la Liga Norte ha sido desde siempre uno de los principales apoyos europeos del independentismo catalán. No preocupa solo guardar distancias frente a un movimiento excesivo, de tintes xenófobos y retórica incendiaria. Se trata también de evitar que se dibujen paralelismos entre el Procés y la espectacular astracanada que protagonizaron Umberto Bossi y sus chicos a finales de los años 90. Eliminando las barreras culturales (la predisposición española a la tragedia y la predisposición italiana a la comedia) el espejo refleja una imagen cada vez más parecida.