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Los palestinos muertos no protestaban (solo) contra Israel. Querían que les mataran
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Los palestinos muertos no protestaban (solo) contra Israel. Querían que les mataran

La causa de las protestas es la ira por las terribles condiciones de vida en Gaza. La Franja está al borde del colapso. Muchos fueron a la frontera “esperando que los israelíes nos mataran”

Foto: Manifestantes palestinos heridos por inhalación de gases durante la protesta en la frontera entre Israel y Gaza, el 8 de junio de 2018. (Reuters)
Manifestantes palestinos heridos por inhalación de gases durante la protesta en la frontera entre Israel y Gaza, el 8 de junio de 2018. (Reuters)

“Si el pan sube diez céntimos, en Gaza estallará un motín. Nadie puede vivir así, sin agua, sin electricidad, sin trabajo, sin poder salir de esa jodida cárcel… mientras, las brigadas Al Qassam (el brazo armado de Hamás, el movimiento islamista que controla la Franja) se están haciendo con el control de muchos negocios, con los supermercados, con las gasolineras...”

La mirada torva de Marwan* contrasta con el volumen de su voz. Observa de cuando en cuando a las personas que ocupan las mesas cercanas, como si cualquiera pudiese representar una amenaza, incluso en una terraza del centro de Madrid. Ha pasado casi toda su vida en Gaza, donde las paredes oyen y las críticas acarrean fatales consecuencias. Lleva tiempo residiendo en España pero las cicatrices psicológicas aún son evidentes. Se acerca a un palmo de su interlocutor: “Puede que ya nadie apoye a Hamás... de hecho, creo que a nadie le importa ya nada”.

Cuando se produce esta conversación aún faltan semanas para el día más sangriento para los palestinos desde la guerra de 2014. Desde hace meses miles de gazatíes protestan en la frontera con Israel, en una ola de ira bautizada como “Gran Marcha de Retorno” que ha terminado provocando la represión más letal del Ejército israelí desde la “Operación Margen Protector”: 124 muertos y 3.800 heridos. Solo en una jornada, el 14 de mayo, 60 personas murieron y más de 2.000 resultaron heridas por las balas israelíes. Descrita por activistas como “el inicio de una nueva campaña de desafío contra siete décadas de colonialismo”, Hamás y otras facciones palestinas vieron en la “Gran Marcha” una oportunidad de oro para 'congelar' la grave crisis de credibilidad a la que se enfrentan y desviar la ira de la población hacia la ocupación.

"Muchos fueron a las Marchas del Retorno para acabar con sus vidas… cómo puedo disfrutar de mi vida si no tengo nada. No tengo dinero ni trabajo, no tengo agua potable, vivo bajo un bloqueo y un Gobierno militar"

Se trata de ganar tiempo. La razón principal de estas protestas no es otra que las inhumanas condiciones de vida en la Franja, bajo bloqueo de Israel desde hace once años. Gaza es una tormenta perfecta: el lugar con mayor densidad de población del mundo (2 millones en 365 kilómetros cuadrados) y con uno de los índices de natalidad más altos sufre graves carencias de electricidad, de agua potable y la tasa de desempleo más alta del planeta, según la Organización Internacional del Trabajo. La pobreza en la que están sumidas decenas de miles de familias se ha agravado extremadamente en los últimos meses por la congelación de la ayuda de EEUU y el conflicto político entre facciones palestinas.

La población también es víctima de los errores políticos de Hamás y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), enfrentados a sangre y fuego desde la victoria electoral del primero en 2006. La lucha armada encabezada por Hamás y el “proceso de paz” liderado por la ANP -que desde marzo solo paga una fracción de los salarios a sus 60.000 antiguos funcionarios en la Franja y ha congelado la asistencia social a decenas de miles- no han mejorado lo más mínimo las condiciones de vida de los habitantes de Gaza, el 65% menores de 30 años que nunca en su vida han podido salir de la Franja.

10.000 de estos jóvenes marcharon este viernes hasta la frontera, en el undécimo viernes de protestas consecutivo. Cuatro personas murieron y cerca de 400 resultaron heridos por bala o inhalación de gases. Entre los manifestantes estaba Sabrén Razan, madre de Razan al Najjar, la enfermera muerta hace días por el disparo de un francotirador israelí. Su madre vestía este viernes el chaleco, con el agujero de bala, que identificaba a Razan como personal sanitario.

placeholder Razan al-Najar, muerta por el disparo de un francotirador israelí, trabaja en la frontera de Gaza el 1 de abril de 2018. (Reuters)
Razan al-Najar, muerta por el disparo de un francotirador israelí, trabaja en la frontera de Gaza el 1 de abril de 2018. (Reuters)

"Nadie habla mal de Hamás por miedo"

“Te explicaré la situación en Gaza. En primer lugar, vivimos bajo las leyes de un gobierno militar, así que los civiles no pueden levantarse en su contra. La población sufre de forma extrema la escasez de agua potable, de refugios para personas sin hogar… el bloqueo (impuesto por Israel) no es la única razón. Muchos fueron a las Marchas del Retorno para acabar con sus vidas porque todos estamos en el paro… cómo puedo disfrutar de mi vida si no tengo nada. No tengo dinero ni trabajo, no tengo agua potable, vivo bajo un bloqueo y un Gobierno militar. Y lo más importante es que los gazatíes tienen miedo de Hamás; no pueden hablar”, explica Walid*, un joven de Ciudad de Gaza, a El Confidencial.

En la Franja, la necesidad de ayuda ha crecido exponencialmente. Hoy, alrededor de un millón de gazatíes reciben ayuda alimentaria de la ONU, comparados con los 80.000 de hace dos décadas, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA). Hasta dos tercios de los residentes de Gaza necesitan ayuda sanitaria u otros tipos de asistencia social de la UNRWA. Al mismo tiempo, la Administración Trump ha dejado un agujero de 305 millones de dólares en el presupuesto anual de la agencia (1.200 millones). Washington argumenta que el restablecimiento de la ayuda está condicionado a reformas en la UNRWA mientras los fondos para la distribución de alimentos en la Franja se agotarán en un par de meses, según su portavoz, Chris Gunness.

Foto: Un manifestante palestino quema una bandera de EEUU durante choques con las fuerzas de seguridad israelíes en Ramala, Cisjordania. (Reuters) Opinión

Después de que Hamás se hiciera con el control, Israel declaró Gaza “entidad hostil” e impuso duras restricciones a la entrada y salida de bienes en la Franja. El movimiento islamista respondió cavando docenas de túneles bajo la frontera con Egipto. El comercio de bienes por dichos túneles se ha convertido en el principal 'salvavidas' para la población, además de en la principal fuente de ingresos para el Gobierno de Hamás (se estima que ha acumulado más de 500 millones de dólares en impuestos al comercio por estos túneles).

“El presidente de la ANP, Mahmud Abás, impuso una serie de sanciones sobre la Franja en abril de 2017, que endureció en abril de este año para reducir en un 50% los salarios que paga en Gaza. Como palestina creo que necesitamos reconciliarnos porque todos vivimos bajo la ocupación israelí. Por eso el domingo habrá protestas en Ramallah (Cisjordania) en nombre de nuestras familias y amigos que viven en lo que puede describirse como una gran jaula de dolor, para exigir a la ANP que levante las sanciones contra Gaza”, explica a este medio una joven palestina de Ramallah.

Quedan solo dos años para que la Franja sea inhabitable, en 2020, por la falta de agua potable y electricidad (la única planta operativa cubre hoy una décima parte de la demanda). La condena de quienes sufren por los palestinos no debería dirigirse solo hacia Israel. Los hechos han demostrado que, en ocasiones, los peores enemigos de los gazatíes son sus propios líderes, durante años sus guardianes pero también el gran obstáculo para su porvenir. Tras la masacre del 14 de mayo, Salah al-Bardawil, de la Oficina Política de Hamás, identificó a 53 de los 62 muertos como "miembros del movimiento", un verdadero regalo para quienes justifican la represión letal contra los manifestantes. El dato difiere de la realidad cuando se analizan las identidades de las víctimas. Apostad a que cuando se produzca el próximo bombardeo israelí, miembros de Hamás como Salah permanecerán escondidos en un túnel.

* Nombres ficticios a petición de los entrevistados.

“Si el pan sube diez céntimos, en Gaza estallará un motín. Nadie puede vivir así, sin agua, sin electricidad, sin trabajo, sin poder salir de esa jodida cárcel… mientras, las brigadas Al Qassam (el brazo armado de Hamás, el movimiento islamista que controla la Franja) se están haciendo con el control de muchos negocios, con los supermercados, con las gasolineras...”

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