Es noticia
Alemania tiene un gran problema, y no es solo económico
  1. Mundo
  2. Tribuna Internacional
Ramón González Férriz

Tribuna Internacional

Por

Alemania tiene un gran problema, y no es solo económico

Durante décadas, se consideró a sí misma la encarnación de la prudencia y la eficacia. Descubrir que se había convertido en rehén de Rusia puede destruir esa autoimagen

Foto: Una bandera alemana, en el puerto de Hamburgo. (Reuters/Bimmer)
Una bandera alemana, en el puerto de Hamburgo. (Reuters/Bimmer)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Robert Habeck, el ministro de Economía de Alemania, reconoció que ahora se da duchas más cortas. El mayor propietario de casas de alquiler del país, Vonovia, hizo público que el próximo invierno bajará la temperatura de la calefacción central de gas de sus edificios a 17 °C durante la noche. Algunas ciudades están reduciendo la intensidad de la luz de sus farolas. En Düsseldorf ha cerrado el histórico complejo de piscinas Münster-Therme y en Berlín el agua de las piscinas al aire libre está 2 °C más fría. Las ventas de madera y carbón, contaba el Financial Times, se han disparado. Ante la escasez y la subida de precio del gas, incluso algunos miembros del partido verde, que está en la coalición del Gobierno, reconocen la posibilidad de que el país deba alargar la vida de una central nuclear en Baviera cuyo cierre estaba previsto para el próximo 31 de diciembre, para impedir que la región, sede de una poderosa industria, tenga problemas de suministro eléctrico durante el invierno.

Todo esto se debe, por supuesto, a la crisis en el suministro de gas ruso a Alemania, que Rusia ha ido reduciendo tras la imposición de sanciones a raíz de la invasión rusa de Ucrania y la renuncia de Alemania a poner en marcha el Nord Stream 2, el gran gaseoducto en el que empresas occidentales invirtieron 9.500 millones de euros y que se consideraba la infraestructura definitiva para asegurar su suministro energético. El martes, el portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, afirmó que el suministro a través del Nord Stream 1, el gaseoducto utilizado actualmente, se reducirá a una quinta parte de lo habitual. Esa disminución se debe, según Peskov, a unos trabajos de mantenimiento que las sanciones occidentales han complicado. Es probable que solo sea una forma de presión y chantaje.

Foto: Merkel, Putin y el perro negro. (EFE/Sergei Chirikov)

La creencia más equivocada

Alemania se está dando cuenta del enorme error de cálculo que ha cometido reiteradamente en las últimas décadas: la creencia, en la que insistían con frecuencia políticos de los dos grandes partidos y los jefes de las grandes industrias del país, además de la cuantiosa nómina de lobistas vinculados de una manera u otra a Gazprom, la empresa gasística rusa, de que la dependencia del gas ruso era segura, beneficiaba mucho al país y, en cierto modo, contribuía a normalizar las relaciones con Rusia. Hasta Donald Trump advirtió en 2018 a Alemania en una cumbre de la ONU de que se estaba convirtiendo en “rehén de Rusia”, ante lo cual la delegación alemana se echó a reír. Y varios países europeos transmitieron su preocupación al Gobierno de Angela Merkel, pero este siempre rechazó esas prevenciones, afirmando que la élite alemana conocía mejor que nadie las peculiaridades rusas y sabía manejar a Vladímir Putin.

Peter Altmaier, que fue ministro de Medio Ambiente y de Economía en los gobiernos de Merkel, dijo recientemente que en 2008, cuando Rusia invadió Georgia, ya se dio cuenta de que Putin era capaz de todo, incluso de la fuerza más bruta, pero nunca pensó en la posibilidad de que Alemania tuviera que renunciar al gas ruso. Altmaier no es el único que ahora se da cuenta del error cometido, pero “es la personificación de la esquizofrenia germano-rusa: oponentes políticos, pero aliados para el gas natural”, dijo de él la revista 'Der Spiegel'. La idea era que el gas sirviera de transición mientras Alemania cerraba las nucleares, abandonaba el carbón y se pasaba a las energías renovables muy gradual y lentamente. Pero los cálculos fallaron. No hubo tiempo suficiente y, mientras tanto, Alemania se volvió adicta al gas.

Foto: El excanciller de Alemania Gerhard Schröder. (Getty/Sean Gallup)

Ahora esa transición será mucho más difícil y abrupta. El daño económico que generará a Alemania, y de rebote al resto de Europa, será enorme: la confianza empresarial se ha despeñado y mañana se espera el anuncio de que en el segundo trimestre del año la economía alemana apenas creció un 0,1%.Más allá de eso, está la percepción que los alemanes tienen de sí mismos y los europeos de ellos. Durante las tres últimas décadas, tras una reunificación cara y difícil, Alemania empezó a considerarse a sí misma un modelo de estabilidad política, prudencia económica y robustez industrial. En gran medida, con razón: a pesar de tener una precariedad mayor de la que a veces se percibe desde el sur, infraestructuras envejecidas, de haber convertido el déficit cero en una especie de fetiche y de manifestar una actitud paternalista con los países del arco mediterráneo, el país, bajo la presidencia de Merkel, encarnó las mejores virtudes del orden liberal. Si acaso, era demasiado realista.

El mayor riesgo moral

La crisis energética actual ha demostrado que ese realismo no era tal: en muchos sentidos, Alemania ha descubierto que su modelo económico dependía de una energía barata que, visto retrospectivamente, era evidente que acabaría provocando enormes dilemas políticos. Los países del sur de Europa, que desde la firma del Tratado de Maastricht han tenido que oír una y otra vez cómo los alemanes decían que no eran fiables, que eran manirrotos o que no entendían el mundo en el que vivimos, podrían tener la tentación de sentirse vindicados: resulta que el riesgo moral no consistía tanto en un par de puntos más de déficit, sino en ponerse en manos de un autócrata impredecible y vengativo como Vladímir Putin. Pero sería algo estéril: la UE ha hecho bien en mostrar su solidaridad con Alemania y negociar un pacto para que todo el bloque reduzca el consumo de gas, aunque se trata de un pacto más abierto y sujeto a interpretaciones posteriores de lo que se ha dado a entender.

Foto: Refinería de petróleo de Lukoil, en Volgogrado. (Reuters) Opinión
TE PUEDE INTERESAR
Renunciar al petróleo ruso debe ser solo el principio
Ramón González Férriz

Alemania tiene la capacidad de recuperarse y reinventarse: lo ha hecho varias veces en los últimos 70 años. El resto de los países europeos tenemos que acompañarla. Y todos deberíamos, por lo menos, aprender dos lecciones. La primera es evidente: tenemos que desengancharnos progresivamente de las fuentes de energía procedentes de países dictatoriales y, con frecuencia, violentos. La segunda es si cabe más difícil: la complacencia moral, el convencimiento de la propia virtud, es uno de los mayores errores que se pueden cometer en la política y en la vida.

Robert Habeck, el ministro de Economía de Alemania, reconoció que ahora se da duchas más cortas. El mayor propietario de casas de alquiler del país, Vonovia, hizo público que el próximo invierno bajará la temperatura de la calefacción central de gas de sus edificios a 17 °C durante la noche. Algunas ciudades están reduciendo la intensidad de la luz de sus farolas. En Düsseldorf ha cerrado el histórico complejo de piscinas Münster-Therme y en Berlín el agua de las piscinas al aire libre está 2 °C más fría. Las ventas de madera y carbón, contaba el Financial Times, se han disparado. Ante la escasez y la subida de precio del gas, incluso algunos miembros del partido verde, que está en la coalición del Gobierno, reconocen la posibilidad de que el país deba alargar la vida de una central nuclear en Baviera cuyo cierre estaba previsto para el próximo 31 de diciembre, para impedir que la región, sede de una poderosa industria, tenga problemas de suministro eléctrico durante el invierno.

Vladimir Putin Angela Merkel Ucrania Gas natural
El redactor recomienda