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El tercer mandato de Xi Jinping y la pirámide de Maslow
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El tercer mandato de Xi Jinping y la pirámide de Maslow

No hay mucha esperanza para el diálogo en este nuevo mandato cuando las prioridades para satisfacer necesidades son tan diferentes y el conflicto es como un choque de civilizaciones

Foto: El presidente chino, Xi Jinping. (EFE/EPA/Xinhua Ju Peng)
El presidente chino, Xi Jinping. (EFE/EPA/Xinhua Ju Peng)

Le pregunto a una persona en China, bien informada, sobre el tercer mandato de Xi Jinping y un partido diseñado a su absoluta medida. Por toda respuesta, me envía un gráfico con la pirámide de Maslow y algunas banderas de China, Europa y Estados Unidos allí distribuidas. Interpreto su mensaje como que existe una jerarquía de necesidades en la sociedad y que las más básicas atraen los mayores recursos para ser satisfechas. Solo se pasa a atender a otras necesidades más avanzadas cuando las primeras están suficientemente cubiertas. Sigo el camino de las banderas.

La base son las necesidades de supervivencia, como alimentarse o disponer de una vivienda. La política de China en atender estas necesidades fundamentales a través de la erradicación de la pobreza absoluta tiene mucho que ver con la pirámide. Un éxito indudable que intenta exportar a otras geografías como paradigma de las ventajas de su modelo de Gobierno autoritario. China, dice, ha cumplido con su misión, por mucho que el índice Gini sea todavía desalentadoramente alto (41,5 en EEUU en 2019, por 38,2 de China, según datos del Banco Mundial). Consciente de la persistencia de esta desigualdad, el presidente Xi no parece haber renunciado a su política de prosperidad común, en la que se pide a ricos y a empresas que contribuyan a reducir esta brecha social. Pero, desde luego, nada de empezar ocupándose de necesidades esotéricas como la libertad o la individualista autorrealización, situadas mucho más arriba. Mirados desde las necesidades básicas, China deduce que los derechos humanos no son universales, sino que dependen de la situación local. Xi lo ha mencionado varias veces: un análisis histórico permite concluir que es la falta de desarrollo básico económico el motivo fundamental de la existencia de conflictos.

placeholder Pirámide de Maslow con las banderas de China, EEUU y la UE. (Cedida)
Pirámide de Maslow con las banderas de China, EEUU y la UE. (Cedida)

El segundo nivel de la pirámide se refiere a las necesidades de seguridad física y económica. Este es la esencia del pacto social en China. El partido garantiza la seguridad a cambio de conservar el poder por medio de una autoridad omnímoda. La quiebra de este pacto pondría en cuestión la legitimidad del sistema de gobierno chino. La seguridad física incluye la protección frente a guerras, desastres naturales, epidemias e inseguridad física. La seguridad frente a enemigos externos sirve de excelente argumento para aceptar un liderazgo fuerte y una vigilancia y control extremos. Igualmente, solo desde esta perspectiva de garantizar la seguridad se entiende la insistencia china durante tres largos años en la política de covid cero. Pero, si ambas necesidades entran en conflicto, por ahora no cabe duda de que la económica sale ganadora. Esta sigue siendo la clave principal en China. El objetivo, como el presidente repite, es alcanzar allá por 2049, cuando se cumpla el centenario de la fundación de la República Popular China, a los países desarrollados y abandonar la zona/trampa de los ingresos medios en que se encuentra (12.500 dólares en 2021, por los 70.000 de EEUU, según datos del Banco Mundial). Solo al contrastar ambas seguridades se entienden el reciente y enorme bandazo en la política sobre el covid y las enérgicas acciones comerciales del país y sus empresas que vamos a ver durante el año 2023.

En el tercer nivel se encuentra la necesidad de pertenencia a una sociedad, que China convierte en una civilización de tradición milenaria. Entronca con un discurso nacionalista donde los tuyos disfrutan de mayores virtudes —trabajo, sacrificio por el bien común, cohesión— y los foráneos son desastrosos, interesados y moralmente reprochables. Es fácil influir en la población para que caiga en este sesgo de percepción en que los éxitos de la sociedad propia se deben a causas internas, como el grado de compromiso, mientras que los fracasos se explican por causas externas —la intervención malintencionada de extranjeros, como en la reciente revolución del A4—. Toda la narrativa proveniente de China relativa a la gestión propia y ajena del covid se ajusta a este principio como si de un manual se tratara. Con todo, su uso intensivo acrecienta la percepción de pertenencia de la sociedad, su cohesión y, quizás, hasta su preparación para una hipotética lucha.

Foto: Trabajadores sanitarios en Pekín, China. (Reuters/Thomas Peter)

Las banderas del mundo occidental en lo alto de la pirámide señalan que nosotros damos por supuestas muchas necesidades básicas y centramos el discurso en las más altas de la jerarquía. En estos diálogos, China, en realidad, habla de sus necesidades. No nos entendemos. Podríamos bajar a discutir sobre la seguridad y la pertenencia y cohesión sociales. Incluso puede que no tengamos otro remedio. Pero es un lugar peligroso. EEUU es un buen ejemplo. Todas sus políticas recientes —con el ejemplo de la Chips Act a la cabeza— empiezan a estar contaminadas por cuestiones relativas a la seguridad. Cuando se empieza este camino, es complicado dar marcha atrás porque, y esta es la gran verdad de la pirámide de Maslow, ciertamente la seguridad es una necesidad básica que, confrontada con otras, suele barrerlas de la discusión. Recuerdo la anécdota de la conversación con una universitaria sobre las oportunidades de continuar sus estudios en Europa, cuando terminó preguntándome si prefería libertad o seguridad. Es lo que propone China a su sociedad, un juego de suma cero entre estos dos conceptos. En palabras del ideólogo del régimen, Wang Huning, China ve el orden internacional liberal no como un sistema rival, sino como un sistema que no lleva ni al orden ni a la prosperidad. Solo conduce a una funesta desigualdad y a la probable destrucción de la sociedad y su sistema de gobierno. Como siempre, hay mucho que aprender de la visión desde China sobre nosotros.

No hay muchas esperanzas para el diálogo en este nuevo mandato del presidente Xi, cuando las prioridades para la satisfacción de necesidades son tan diferentes y cuando el creciente conflicto se presenta como un choque de civilizaciones y, por tanto, conceptualmente irresoluble. Solo hay algunas débiles señales positivas: que la sociedad civil todavía importa; que es posible poner los valores humanos delante del desarrollo tecnológico; que se debate refundar un orden internacional liberal más igualitario y menos asimétrico, y que, en China, la traducción oficial de la expresión “China segura” se convierte algunas veces, ya que el término original lo permite, en la de “China pacífica”. Ojalá.

Le pregunto a una persona en China, bien informada, sobre el tercer mandato de Xi Jinping y un partido diseñado a su absoluta medida. Por toda respuesta, me envía un gráfico con la pirámide de Maslow y algunas banderas de China, Europa y Estados Unidos allí distribuidas. Interpreto su mensaje como que existe una jerarquía de necesidades en la sociedad y que las más básicas atraen los mayores recursos para ser satisfechas. Solo se pasa a atender a otras necesidades más avanzadas cuando las primeras están suficientemente cubiertas. Sigo el camino de las banderas.

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