Es noticia
España y China en la era de la doble circulación
  1. Mundo
  2. Tribuna Internacional
Miguel Otero

Tribuna Internacional

Por

España y China en la era de la doble circulación

La industria de las nuevas energías puede ser el paradigma de la necesaria colaboración entre España (y la UE) y China y las oportunidades y desafíos que presenta

Foto: (EFE/Ramón de la Rocha)
(EFE/Ramón de la Rocha)

En los tiempos que corren, que el presidente Sánchez haya aprovechado el 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre el Reino de España y la República Popular China para visitar Pekín, y reunirse con el presidente Xi Jinping, es una buena noticia. En 2018 el presidente chino visitó nuestro país y en la declaración conjunta se acordó establecer una serie de mecanismos de diálogo de alto nivel sobre temas económicos y políticos. Sin embargo, el covid lo paró todo. Sería bueno restablecer esos mecanismos porque, a pesar de las diferencias y posibles tensiones, es importante dialogar con la segunda economía del mundo y, por tanto, actor clave en todos los ámbitos de la gobernanza multilateral global. Eso sí, el contexto ha cambiado drásticamente en los últimos cinco años.

Una primera premisa en las "nuevas" relaciones hispano-chinas es bien conocida: China se ha propuesto gestionar su economía, en un mundo tecnológico y de innovación crecientemente multipolar, por medio de lo que denomina un modelo de doble circulación. Y, dentro de su proverbial flexibilidad, eso no parece que vaya a cambiar sustancialmente en los próximos años. Su objetivo principal es internalizar en el país aquellas partes de las cadenas de valor —industriales, innovadoras— de mayor interés y aprovechar el tamaño de su mercado para desarrollar productos de mayor valor añadido que los que habitualmente asociamos al made in China.

Foto: Vladímir Putin y Xi Jinping se reúnen en Moscú. (Reuters/Sputnik)

Esta es la primera parte, la nacional y principal, de la doble circulación. Técnicamente, sus desafíos son invertir de forma productiva en deep-tech, conseguir un mejor equilibrio entre la expansión de la demanda interna y la profundización de la reforma estructural del lado de la oferta, mejorar la independencia tecnológica, modernizar su sistema industrial y conseguir un mercado interno unificado. Luego, en una segunda "circulación", pretende mantener las conexiones internacionales con un doble objetivo: exportar esos productos de alto valor añadido y proseguir con la importación de los recursos necesarios —capital, tecnología, innovación— para seguir desarrollando el valor añadido interno nacional. En esta segunda parte, los desafíos son evitar que la circulación nacional se quede aislada (sobre todo de los mercados de Occidente) y, también, justamente todo lo contrario, que la producción nacional china sea un mero apéndice de la circulación internacional y no aporte apenas valor.

Al mismo tiempo, hay una segunda premisa en estas nuevas relaciones: España (y la Unión Europea) buscan un modelo que mantenga un alto grado de soberanía tecnológica y autonomía estratégica. El objetivo es producir alto valor añadido que sea capaz de preservar nuestros valores y la integridad de nuestro modelo de sociedad, pero —queremos suponer— que mantenga un grado de cooperación con China suficiente como forma de prevenir futuros conflictos —y, de paso, evitar una fragmentación definitiva de la tecnología y las cadenas de valor transnacionales en muchas industrias—, al mismo tiempo que se participa en el crecimiento del mercado interior de consumo chino.

¿Hay un punto de encuentro posible entre ambas condiciones? Si en Occidente vuelve la política industrial y hay un reequilibrio entre la participación del estado y el mercado, los dos modelos ya no están tan alejados. La clave está en evitar una espiral proteccionista que, al final, perjudique a todos. La industria de las nuevas energías puede ser el paradigma de la necesaria colaboración entre España (y la UE) y China y las oportunidades y desafíos que presenta. Especialmente, porque China es actualmente el mayor contribuyente a la emisión de gases de efecto invernadero. A menos que China reduzca masivamente sus emisiones, la lucha contra el cambio climático está condenada al fracaso. Así que existe la oportunidad de contribuir a que la industria de China reduzca el calentamiento global, sabiendo que el desafío consiste en que China dispone de una agenda propia —muy dependiente de la evolución de su economía—, de sus propios desarrollos tecnológicos —que no va a compartir necesariamente— y de sus propios intereses en terceros países.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviene en el Foro de Boao para Asia. (Reuters/Moncloa/Borja Puig de la Bellacasa)

Es, por tanto, un ejemplo de posible colaboración multinivel y multisectorial, que cubre cuestiones científicas, tecnológicas, comerciales y estratégicas. Es también un ejemplo de la necesidad de colaboración y coordinación dentro de un marco de competencia, y hasta rivalidad, entre sistemas de gobierno. En este sentido, la posible inversión china en la creciente industria del automóvil eléctrico en España es algo que podría ser positivo, siempre que encaje en nuestro propio modelo de doble circulación.

Además de las nuevas energías, la sostenibilidad y el cambio climático, ¿cuáles son los ámbitos en los que es posible intentar esta cooperación "inteligente y equilibrada" que reconoce que hoy todos los países tenemos algún modelo de doble circulación propio? Afortunadamente, la lista es larga, ya que España tiene un destacado liderazgo en algunos ámbitos económicos, industriales y tecnológicos de interés para China y donde puede intentar mostrar una forma diferente —¿europea?— de utilizarlos, incluyendo una creciente transformación digital más humana e inclusiva: la salud, el transporte, las finanzas, el sector agroalimentario, la bio de las plantas, la construcción, el medio ambiente, la gestión de la tecnología, la sostenibilidad, los servicios públicos, y la industria auxiliar específica que incluye, entre otras, la automatización, las aplicaciones y el equipamiento. China es el mayor proveedor de bienes de España, y el déficit comercial no hace más que aumentar. Esa es una tendencia insostenible que hay que revertir cuanto antes. Y para ello China tiene que abrirse más, sobre todo en los sectores de servicios donde hemos demostrado ampliamente nuestra capacidad internacional. Esperamos que Sánchez haya transmitido ese mensaje de manera contundente a Xi.

Ciertamente, los tiempos en los que todo valía en la cooperación han quedado atrás. China quiere volver a los tiempos antes de Trump, pero eso no va a ocurrir. Y menos con la guerra en Ucrania como telón de fondo. Europa no busca el desacople, pero sí que quiere reducir riesgos. Así que en cada uno de estos ámbitos se incluyen de forma inseparable desafíos y oportunidades que es necesario manejar y que requieren de las personas con el conocimiento y la capacidad necesarias. Basten un par de ejemplos. La logística del transporte o la trazabilidad del sector agroalimentario ya no pueden olvidar la propiedad y el uso de los datos generados y no su mera transferencia a un operador de China. Si hay valor en los datos, que sea compartido y no cree posiciones de dominancia innecesarias.

Foto: Pedro Sánchez y Xi Jinping, en el Palacio de la Moncloa durante una visita del líder chino a España. (Getty/Pablo Blázquez Domínguez)

En última instancia, la implementación práctica de esta cooperación tendría como objetivo crear dependencias mutuas positivas y no simplemente relaciones económicas unilaterales que no ofrezcan margen de maniobra. Un ejemplo puede ser el turismo. En principio es buena noticia que el presidente se haya visto con los turoperadores chinos y que vuelva el turismo chino a nuestro país. El turista chino medio gasta por encima de la media. Pero esas visitas no pueden ser solo en grupo, y gestionadas solo desde China y con medios de pago (digitales) chinos, porque entonces el país receptor se convierte en un escenario de fondo para el negocio de terceros. Otro ejemplo consiste en permitir la comercialización de industrias de consumo —como sería el sector automovilístico eléctrico— que, por un lado, deberían estar sujetas a los ajustes en frontera con una tasa de compensación a la generación de CO₂, y por otro pueden terminar siendo una forma de dumping climático, externalizando fuera de Europa la contribución al calentamiento global o la contaminación. Mejor producir los coches en España para el mercado europeo.

A esta receta, nada fácil, se pueden añadir algunos rasgos generales que interesaría mantener, como liderar desde Europa, y también desde España, un discurso en el que la sociedad civil y sus derechos están por encima de las tecnologías o los intereses industriales —por mucho que en China la participación de la sociedad civil esté sujeta a muchas limitaciones—, o abogar por que los estándares de calidad garanticen las soluciones más respetuosas con la dignidad humana y, en cualquier caso, para que estas soluciones sean más robustas y con una mayor atribución de responsabilidad. Es la manera de añadir una dosis de cooperación entre dos civilizaciones de hondas raíces, la europea y la china, con una responsabilidad histórica, a una nueva competición global que no se base simplemente en la velocidad de evolución de la tecnología, sino en cómo esta se pone al verdadero servicio de la sociedad. ¿Seremos capaces?

*Claudio Feijóo, de Jean Monnet Chair on Technology Diplomacy y la Universidad Politécnica de Madrid, y, Miguel Otero, del Real Instituto Elcano e Instituto de Empresa.

En los tiempos que corren, que el presidente Sánchez haya aprovechado el 50 aniversario de las relaciones diplomáticas entre el Reino de España y la República Popular China para visitar Pekín, y reunirse con el presidente Xi Jinping, es una buena noticia. En 2018 el presidente chino visitó nuestro país y en la declaración conjunta se acordó establecer una serie de mecanismos de diálogo de alto nivel sobre temas económicos y políticos. Sin embargo, el covid lo paró todo. Sería bueno restablecer esos mecanismos porque, a pesar de las diferencias y posibles tensiones, es importante dialogar con la segunda economía del mundo y, por tanto, actor clave en todos los ámbitos de la gobernanza multilateral global. Eso sí, el contexto ha cambiado drásticamente en los últimos cinco años.

Noticias de China Unión Europea
El redactor recomienda