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Mahsa Amini y la paradoja de las religiones
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Mahsa Amini y la paradoja de las religiones

Es un momento propicio para reflexionar sobre lo que realmente está en juego; esto es, el lugar de las religiones en las sociedades contemporáneas y su relación con el movimiento más emancipador de nuestra época: el feminismo

Foto: Protesta en Berlín contra el régimen islámico de Irán tras la muerte de Mahsa Amini. (Reuters/Michele Tantussi)
Protesta en Berlín contra el régimen islámico de Irán tras la muerte de Mahsa Amini. (Reuters/Michele Tantussi)

Se cumple el aniversario de las protestas que sacudieron Irán durante meses a consecuencia de la muerte de Mahsa Amini por no llevar el velo islámico. Si bien la represión del régimen de los ayatolás ha sido brutal, habiendo dejado un saldo de cientos de muertos y miles de encarcelados y torturados, las revueltas suponen un hito y son consideradas, por muchos, como la primera revolución feminista de Oriente. La efeméride, y la recién otorgación del Premio Nobel de la Paz a la encarcelada Narges Mohammadi, la representante por excelencia del feminismo y la lucha por los derechos humanos en aquel país, es un momento propicio para reflexionar sobre lo que realmente está en juego; esto es, el lugar de las religiones en las sociedades contemporáneas y su relación con el movimiento más emancipador de nuestra época: el feminismo, por cuanto la igualdad de género es la llave para desarraigar otras formas de injusticias e inequidades. El clamor feminista iniciado en Irán hace ahora un año tiene el mérito de haber visibilizado este valor estratégico y reivindicarse como la clave para reclamar libertades para toda la sociedad.

Autores contemporáneos como Arnold Toybnee, Shoghi Effendi, Stanwood Cobb, Douglas Martin, John Huddleston, Jürgen Habermas, el recién fallecido Gianni Vattimo o Eugenio Trías, entre otros, han mostrado que las religiones son imprescindibles para el avance y el progreso de las civilizaciones. Episodios como los de Irán, sin embargo, nos muestran justo lo contrario. ¿Cómo resolver esta paradoja?

Foto: Foto: EFE/Mark R. Cristino Opinión
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Se requiere, en primer lugar, distinguir el propósito original de las religiones de lo que el clero de todas ellas ha hecho en su nombre. Los que han reivindicado la aportación de ellas al avance civilizatorio hacen referencia a los valores que han enseñado y al afán por la excelencia que han infundido los textos religiosos; no al comportamiento de los líderes eclesiásticos que han alejado a millones de personas de la experiencia religiosa a causa de las múltiples incongruencias y atrocidades cometidas.

Hay, quizá, una idea poderosa y transformadora que puede facilitar repensar la creencia, la fe y la espiritualidad en la era del feminismo; a saber: concebir la religión, no como una verdad absoluta y patriarcal, sino como un fenómeno que debe evolucionar para estar siempre a la vanguardia. Así, en tanto que todas las religiones tienen un propósito común y progresivo hacia la unificación de la humanidad, sus enseñanzas no deberían quedarse estáticas, sino adaptarse a las necesidades y circunstancias de este momento histórico.

Este esfuerzo de las religiones por evolucionar y adaptarse históricamente las impulsaría a proponer soluciones renovadas

Esta noción de religión progresiva hace posible ver a esta como un importante factor social si se actualiza y transita hacia una nueva etapa de comprensión. Las instituciones e instancias religiosas deben adaptar sus enseñanzas a los desafíos de hoy, preocuparse fervientemente por las necesidades de esta edad en la que viven y centrar sus deliberaciones en sus exigencias y requerimientos. Este esfuerzo de las religiones por evolucionar y adaptarse históricamente las impulsaría a proponer soluciones renovadas y adecuadas para los desafíos actuales (la equidad de género, el calentamiento global, las guerras como la de Ucrania, el futuro de la inteligencia artificial, etc.), aportando valor, con su perspectiva espiritual, a los debates sociales sobre el bienestar. En un mundo donde la ética es a menudo relegada en favor del progreso estrictamente material o la gratificación inmediata, las religiones pueden proporcionar una brújula de fines y valores, ofreciendo los siguientes elementos cruciales para la prosperidad:

  1. La coherencia moral: en las sociedades líquidas, la religión puede proporcionar un marco ético que ayude a las personas a tomar decisiones duraderas y con sentido.
  2. Apoyo mutuo: las comunidades religiosas constituyen redes de apoyo social que son especialmente importantes en tiempos de crisis, como se constató en la pandemia.
  3. Bienestar mental y emocional: las prácticas religiosas como la oración y la meditación tienen beneficios comprobados para la salud mental.
  4. La fe y la motivación para la acción social: como ha señalado Habermas, las religiones tienen un potencial crítico y emancipatorio que puede contribuir a la formación de una conciencia moral y a la defensa de los derechos humanos. Empero deben cumplir dos condiciones: aceptar la racionalidad comunicativa y la democracia deliberativa como los principios normativos de la esfera pública; y traducir sus contenidos de fe a un lenguaje accesible para todos los ciudadanos, sin que suenen a verdades absolutas.

El principio de la continua actualización de un mismo mensaje espiritual perenne ofrece una perspectiva unificadora que es especialmente relevante en el complejo y polarizado mundo de hoy. Al asumir su naturaleza evolutiva, las religiones pueden ayudar, junto con los demás actores sociales, a abordar los desafíos de hoy de un modo más cohesionador e inclusivo. De esta manera, no solo seguirán siendo relevantes para millones de personas en sus vidas y creencias, sino que serán esenciales para abordar los numerosos retos a los que nos enfrentamos, como la conquista de la igualdad de género.

* Rosa Rabbani es doctora en Psicología Social y premio Equidad de Género y Arash Arjomandi es filósofo y profesor de Ética en la UAB

Se cumple el aniversario de las protestas que sacudieron Irán durante meses a consecuencia de la muerte de Mahsa Amini por no llevar el velo islámico. Si bien la represión del régimen de los ayatolás ha sido brutal, habiendo dejado un saldo de cientos de muertos y miles de encarcelados y torturados, las revueltas suponen un hito y son consideradas, por muchos, como la primera revolución feminista de Oriente. La efeméride, y la recién otorgación del Premio Nobel de la Paz a la encarcelada Narges Mohammadi, la representante por excelencia del feminismo y la lucha por los derechos humanos en aquel país, es un momento propicio para reflexionar sobre lo que realmente está en juego; esto es, el lugar de las religiones en las sociedades contemporáneas y su relación con el movimiento más emancipador de nuestra época: el feminismo, por cuanto la igualdad de género es la llave para desarraigar otras formas de injusticias e inequidades. El clamor feminista iniciado en Irán hace ahora un año tiene el mérito de haber visibilizado este valor estratégico y reivindicarse como la clave para reclamar libertades para toda la sociedad.

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