Tribuna Internacional
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Esto es lo que nos jugamos
No hace tanto tiempo que en España hablábamos de Europa como aquello con lo que soñábamos. Lo conseguimos y, sin embargo, hemos vivido nuestra pertenencia a la Unión acomplejados durante casi todos estos años
El 9 de junio hay elecciones europeas, como casi todos los que leen los diarios ya sabrán. Estamos hablando de cuántos eurodiputados supondrían una derrota para Sánchez, de si Alvise Pérez va a entrar o de si a Abascal le funcionará rodearse de sus colegas internacionales. Por el camino, nos dejamos lo fundamental.
Aunque en España no abra portadas, Europa se encuentra en un momento crítico. Dice Macron que estamos en un punto de inflexión, y tiene razones para creerlo: tenemos una guerra a nuestras puertas, nuestro gran defensor cada vez mira menos a Europa, los Balcanes occidentales se aferran a la cola de adhesión y en una gran parte de Estados miembros impera la polarización y la política plebiscitaria.
No hace tanto tiempo que en España hablábamos de Europa como aquello con lo que soñábamos. Lo conseguimos y, sin embargo, hemos vivido nuestra pertenencia a la Unión acomplejados durante casi todos estos años. Al igual que otros países, nuestros gobiernos han tendido a nacionalizar los éxitos y a europeizar los fracasos; pero, al contrario que otros países, hemos venido actuando con el carácter infantil del que necesita mirar arriba cuando tiene un problema que no sabe o no quiere resolver por sí mismo – aunque, paradójicamente, esto nos ha permitido avanzar en ciertos puntos, pues el mismo complejo que no ha detenido a nuestros políticos de recurrir a Bruselas cuando se han encontrado frente a determinados problemas nacionales ha hecho que se hayan visto obligados a unirse al consenso europeo sin rechistar cuando las instituciones han sentado doctrina, superando por momentos el inmovilismo estructural en torno a temas fundamentales que vivimos en España.
Hay quien se empeña en señalar que la esencia de la democracia está en la confrontación, pero faltan ejemplos en los que el clima confrontativo haya dado resultados mejores que el de entendimiento y sobran de lo contrario. Confunden el consenso con la claudicación, pero legislando sólo sale derrotado, el que no consigue implantar la mínima parte de su programa porque se esconde tras un muro que lo único que logra es estancamiento y división.
Hay quien se empeña en señalar que la esencia de la democracia está en la confrontación, pero faltan ejemplos en los que haya dado resultados
Los más críticos acusan a aquellos con voluntad de entendimiento de ser culpables de todos lo males que acechan a Europa. Quizás en ciertos puntos tengan razón, pero lo que es cierto es que esos mismos vienen a demoler; y son arquitectos lo que requiere el momento en el que estamos. A los críticos les digo que la Unión Europea es mucho más que las políticas que aplica la Comisión en una legislatura. Es el respeto al Estado de Derecho, la garantía de libertades, la Unión entre naciones y la defensa de los valores humanistas. En resumen, es la viva imagen de que el modo de vida europeo con el que los fundadores habían soñado se ha materializado. Y no podemos dejarlo deteriorarse porque no nos gusten medidas puntuales.
Más allá de la política plebiscitaria y de las falsas dicotomías que se van a presentar en campaña, hay unos valores y unos fundamentos que debemos proteger. Por desgracia, no oiremos hablar demasiado de Europa en los debates que se den en las próximas semanas, pero eso no va a hacer que la realidad de que el porvenir de España está ligado a Europa y a su futuro se desvanezca. Va siendo hora de que abandonemos la pubertad cuando interactuamos con la Unión y de que, siendo conscientes de esa realidad, nos hagamos cargo de ella desde la madurez que se le presupone a un Estado que lleva ya casi 40 años siendo miembro y que se erige en el cuarto más importante del grupo en términos económicos.
En este sentido, y aún con todo, el momento que vivimos es tan delicado que no podemos permitirnos no ir a votar, porque la participación en las elecciones europeas avala el proyecto que la UE representa y le aporta legitimidad y peso a la única institución cuya conformación elegimos directamente: el Parlamento Europeo. Por eso, independientemente de la opción que prefiramos, es importante que los que creemos en las posibilidades que nos otorga la Unión acudamos a las urnas, porque necesitamos dejarla en las manos de quienes están dispuestos a defenderla: a la Unión y a nuestro futuro como europeos, con todo lo que ello implica. No dejemos que la inacción decida por nosotros.
*Gonzalo Martín, presidente de Equipo Europa, la principal organización europeísta de España. La forman 5000 jóvenes y tienen proyectos de concienciación sobre la UE y su futuro. Recientemente, han ganado el premio Carlomagno de la Juventud.
El 9 de junio hay elecciones europeas, como casi todos los que leen los diarios ya sabrán. Estamos hablando de cuántos eurodiputados supondrían una derrota para Sánchez, de si Alvise Pérez va a entrar o de si a Abascal le funcionará rodearse de sus colegas internacionales. Por el camino, nos dejamos lo fundamental.
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