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Tribuna Internacional
Por
Europa, sin viento en las velas
Europa está alarmantemente descolgada de actividades críticas para el progreso futuro, como la inteligencia artificial, las infraestructuras de comunicación o la fabricación de chips
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La Brújula de la Competitividad es la primera iniciativa de la nueva Comisión Europea (CE) para impulsar la economía de la UE frente a China y EEUU y desarrollar las recomendaciones incluidas en el Informe Draghi. Su empaque y orientación, sin embargo, defraudan dada la gran dimensión de los retos que se enfrentan, los malos resultados acumulados y la falta de nuevos recursos para cerrar estas brechas. El Informe Draghi hablaba de una inversión anual de 850.000 millones de euros al año para cerrarlas y no quedar subordinados a otros. La brújula, sin embargo, viene sin recursos nuevos, se financiará mediante reasignaciones presupuestarias.
Europa está alarmantemente descolgada de actividades críticas para el progreso futuro, como la inteligencia artificial, las infraestructuras de comunicación (redes de fibra, 5G y 6G) o la fabricación de microchips, donde lideran las empresas estadounidenses y chinas. En la transición verde hace años que se perdió en la fabricación de paneles solares frente a China, que también lidera hoy las -aún más importantes- ventas mundiales de coches eléctricos poniendo en peligro uno de los pilares de la economía europea, su industria automovilística, a lo que se ha respondido introduciendo aranceles (sí, no es solo Trump). China controla también el suministro internacional de litio, insumo básico para la producción de baterías. La industria farmacéutica y de biotecnología europeas están estancadas, mientras las empresas estadounidenses lideran la investigación e innovación en este campo, y las chinas están aumentando rápidamente sus capacidades.
Ante esta preocupante situación la brújula ofrece una respuesta predecible por tradicional, pero pasmosa por el contexto en el que se vuelve a dar. La respuesta no es otra que: “Los problemas se resuelven confiando en los mercados”. Sin embargo, ¿no han sido precisamente las grandes empresas europeas de esos mercados las que nos están haciendo perder el tren del progreso en la automoción, digitalización, farmacia y transición verde? A pesar de su gran tamaño y actividad multinacional al parecer solo han buscado beneficios millonarios sin invertir en su sostenibilidad futura, al igual que hacen los bancos en las recurrentes crisis financieras: ganar más a costa de debilitar su solvencia y trasladarle el riesgo al contribuyente.
Ahora la garantía del “too big to fall” se extiende también a las grandes empresas no financieras. Ahora tenemos que rescatarlas entre todos protegiéndolas del mercado con aranceles y subvenciones. Y la CE concluye que de este atolladero salimos “con más mercado y menos burocracia”. Pero la maximización del beneficio no parece una buena guía para asegurar el futuro si atendemos a lo sucedido. Menos aún si seguimos premiando a los CEOs que reducen el valor de su empresa o lo aumentan artificialmente para inflar los bonuses y se retiran con el riñón forrado antes del hundimiento. Con esta estructura de incentivos para la alta dirección se fomenta el logro de beneficios efímeros y no el mantenimiento de la actividad a largo plazo. A esto contribuyen también sus nuevos propietarios, fondos de inversión extranjeros que entraron en el capital cuando la crisis hundió el precio de las acciones y cuya prioridad es extraer la máxima rentabilidad, aunque esto afecte a la sostenibilidad futura.
En Bruselas tienen que estar al corriente de que las empresas estadounidenses y chinas lideran por motivos diferentes al mercado
En Bruselas tienen que estar al corriente de que las empresas estadounidenses y chinas lideran por motivos diferentes al mercado. Las primeras gracias, fundamentalmente, a la hegemonía del dólar, que termina revirtiendo sobre ellas un diluvio permanente de dinero en gran parte procedente del exterior y que canaliza Wall Street. En EEUU hay financiación para todos los proyectos, sin analizar mucho su coste o eficacia. La financiación es tan abundante que para darle salida se han tenido que inventar incluso oportunidades de inversión ficticias como los “cripto activos” y las “cripto monedas”. Los norteamericanos ganan porque a fuerza de apostar a casi todo, de vez en cuando aparece un unicornio y parece que es el mercado, cuando las cosas funcionan en realidad gracias a la hegemonía internacional del dólar sancionada por los Acuerdos de Bretton Woods, a los fondos públicos de la investigación básica (nunca retribuidos) y a la subcontratación pública.
Las empresas chinas, en cambio, han triunfado gracias a una meticulosa planificación y política industrial gubernamental estables en el tiempo, donde los mercados se basan en la competencia, pero donde su regulación a través de una autoridad central es muy expeditiva y eficaz. Ésta ha puesto a disposición de apuestas estratégicas recursos económicos y financieros abundantes, pero no infinitos como el caso norteamericano, lo que ha obligado a una mayor exigencia en su uso. Un reciente ejemplo ilustrativo de la diferencia entre ambos países es el éxito y coste de DeepSeek frente a ChatGPT.
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La brújula reproduce la habitual panoplia de medidas que escuchamos de Bruselas desde hace décadas: reducir la burocracia y la regulación, armonizar las normativas nacionales y las cualificaciones profesionales, y crear un mercado de capitales. Lo cierto es que ninguna de estas “propuestas atmosféricas” asegura que no perdamos el tren del progreso. Las denomino así porque su objetivo es propiciar una atmósfera adecuada para el desarrollo de los negocios, pero hoy esto ya se ha visto que no sirve o, como mínimo, es insuficiente. Estamos en un momento crítico, en un cambio de era, como en su día lo fue la Revolución Industrial y hoy lo son la transición verde y la revolución digital.
La apuesta tiene que ser mucho más dirigida y contundente para tener éxito. Para ello el Estado debe retomar su papel de emprendedor y “planificar indicativamente” aquellas parcelas estratégicas de la economía y que abandonó en aras de unos mercados supuestamente más eficaces en esta tarea, pero que, a la vista está, no han funcionado. Cuando lo hizo en el pasado ha cosechado grandes éxitos, como en los noventa con Airbus, que le ganó la partida de la aviación comercial a Boeing y a la McDonnell Douglas, gracias al decidido apoyo de la CE y la cooperación entre empresas -la mayoría públicas- de cuatro países europeos. Entonces se consiguió un gran éxito con un Mercado Único menos integrado y sin mercado de capitales. Ahora un nuevo Fondo de Competitividad será el encargado de financiar la brújula, pero sorpresivamente no se dota con recursos adicionales, sino con reasignaciones de otros fondos y partidas ya existentes.
La única estrategia que nos salvará es encarar la adversidad actual como una oportunidad para impulsar el atascado proyecto europeo
La única estrategia que nos salvará es encarar la adversidad actual como una oportunidad para impulsar el atascado y estancado proyecto europeo. Aprovechándola para recuperar las bases de una economía mixta verdadera, donde sea el poder político democráticamente elegido quien decida la estrategia económica y las empresas privadas hagan negocio dentro de esos parámetros de manera responsable. Trump debería servir de revulsivo para terminar de completar la unión monetaria, fiscal, política y social de Europa. La unidad entre los europeos y las europeas es la única garantía de éxito ante un nuevo orden mundial donde el pez grande se come al chico y los acuerdos y normas internacionales son papel mojado.
* Carlos Martín Urriza es portavoz de Economía y Hacienda del Grupo Parlamentario Sumar.
La Brújula de la Competitividad es la primera iniciativa de la nueva Comisión Europea (CE) para impulsar la economía de la UE frente a China y EEUU y desarrollar las recomendaciones incluidas en el Informe Draghi. Su empaque y orientación, sin embargo, defraudan dada la gran dimensión de los retos que se enfrentan, los malos resultados acumulados y la falta de nuevos recursos para cerrar estas brechas. El Informe Draghi hablaba de una inversión anual de 850.000 millones de euros al año para cerrarlas y no quedar subordinados a otros. La brújula, sin embargo, viene sin recursos nuevos, se financiará mediante reasignaciones presupuestarias.