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La nueva Gran Coalición alemana traerá estabilidad (o quizá el desastre)
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Ramón González Férriz

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La nueva Gran Coalición alemana traerá estabilidad (o quizá el desastre)

El programa del nuevo Gobierno es juicioso y osado. Pero muchos alemanes están cansados de que, pase lo que pase, siempre gobiernen los mismos. Eso puede dar alas a Alternativa para Alemania

Foto: Presentación del acuerdo de coalición entre el SPD y la CDU-CSU en Berlín. (EFE/EPA/Christoph Soeder)
Presentación del acuerdo de coalición entre el SPD y la CDU-CSU en Berlín. (EFE/EPA/Christoph Soeder)
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Ayer sucedieron dos cosas relevantes en la política alemana. La más importante es que los democristianos (CDU) y los socialdemócratas (SPD) anunciaron que han llegado a un acuerdo para formar, por quinta vez desde la Segunda Guerra Mundial, y por cuarta en lo que va de siglo, una gran coalición. Pero también es llamativo que, por primera vez en la historia, Alternativa para Alemania (AfD) apareciera en una encuesta fiable como el primer partido en intención de voto. La suma de los dos acontecimientos marcará el futuro inmediato del país.

Este no es muy halagüeño. En 2023, la economía alemana se contrajo un 0,3%, y en 2024 lo hizo un 0,2%. Las previsiones para 2025 eran un poco mejores, pero entonces llegaron los aranceles de Donald Trump. Si estos siguen en pie, según el instituto Ifo, las exportaciones alemanas a Estados Unidos podrían caer un 15%, y muy probablemente el país seguirá, por tercer año consecutivo, en recesión.

En parte a causa de ello, Alemania acaba de poner fin a uno de sus rasgos ideológicos más característicos: su veneración por el schwarze Null, o "cero negro"; es decir, su aversión radical a la deuda y los déficits. Antes incluso de que se presentara la nueva Gran Coalición, sus dos socios impulsaron un cambio en la constitución —que aprobó de manera poco elegante el Congreso saliente, porque en el surgido de las elecciones de febrero no habría tenido apoyos suficientes— que permitirá un mayor endeudamiento público si este va destinado a las infraestructuras y la defensa. Una parte importante de la población, educada en el rigor presupuestario, el pacifismo y la cooperación con Rusia, se opone. Según una encuesta reciente, un 55% de los alemanes, además, lamentan el cierre de las plantas nucleares y quisiera reabrirlas. El país sufre escasez de mano de obra y, al mismo tiempo, crece la exigencia de políticas migratorias más duras.

La situación es objetivamente difícil. Pero, además, está el plano subjetivo. Nadie parece muy ilusionado con este nuevo Gobierno de Gran Coalición, que aún debe ser ratificado por los militantes del SPD. La mayoría de sus propuestas son juiciosas e incluso osadas en comparación con la habitualmente timorata política alemana. Pero buena parte de la población alemana está harta de esta clase de soluciones. Siente que, independientemente de las circunstancias, siempre gobiernan los mismos. Los dos últimos Gobiernos de Gran Coalición de la CDU y el SPD, entre 2013 y 2021, tomaron muchas decisiones estratégicas equivocadas: consolidaron la dependencia energética de Rusia, cerraron las nucleares, confiaron demasiado en el mercado chino para las exportaciones, descuidaron la inversión en infraestructuras y el desarrollo digital, dejaron que los fabricantes de coches ignoraran los modelos eléctricos e invirtieron poco en defensa. Ahora, para hacer exactamente lo contrario, resulta que habrá que confiar en la misma coalición de Gobierno.

Foto: El primer ministro de Baviera (CSU), Markus Soeder, y Friedrich Merz, líder de la CDU. (EFE/Hannibal Hanschke)

Pero no solo han cambiado las circunstancias geopolíticas y económicas, también lo ha hecho el voto. AfD, con una actitud antisistema que ha roto el consenso sobre la interpretación del pasado nazi del país, quedó en segundo lugar en febrero. La Izquierda pasó de 39 a 64 escaños con un programa anticapitalista, antibélico y prorruso. Y Alianza, que mezcla radicalismo de izquierdas con radicalismo de derechas, quedó fuera del parlamento con casi el 5% de los votos. Entre ellos suman un tercio de los apoyos, pero serán irrelevantes para la gobernación y siguen siendo objeto, aunque cada vez con menos convicción, de cordones sanitarios.

Lo cual es un alivio para quienes preferimos soluciones centristas como las que propone la nueva coalición, pero transmite la sensación de que nada importa. La política alemana es un juego en el que todo puede cambiar, pero en el que, con el tiempo, siempre acaban gobernando los democristianos con la muleta de los socialdemócratas.

AfD, líder

Lo cual nos lleva a AfD. Si esta quedó segunda en las elecciones de febrero, en una encuesta de ayer aparecía ya un punto por encima de la CDU. No tiene ninguna relevancia cuando ni siquiera se ha formado el nuevo Gobierno, que previsiblemente será estable y duradero. Pero augura que ese partido, y quizá también La Izquierda y Alianza, van a capitalizar el cansancio de los alemanes con las Grandes Coaliciones y sus políticas liberales. Sobre todo, las relacionadas con el gasto en defensa, el apoyo a Ucrania, el enfrentamiento con Estados Unidos y el fortalecimiento del compromiso con la UE. Alice Weidel, la líder de AfD, es la más eficaz e inteligente que ha tenido el partido en sus doce años de convulsa existencia. Será la jefa de la oposición. El comprensible cordón sanitario le beneficiará. Si el país se sume en una crisis económica más grave, y al mismo tiempo tiene que gastar más en reforzar su ejército y respaldar a Ucrania, podría obtener muchos más apoyos.

No me malinterpreten. Soy muy partidario del nuevo Gobierno alemán. De hecho, sus propuestas son las que necesita Europa. Ya quisiéramos nosotros un Gobierno con un programa y con un tono parecidos. Pero aunque es muy deseable que tenga éxito, quizá la Gran Coalición sea una fórmula vieja y agotada, un parche recurrente que algún día hará a los antisistema aún más atractivos.

Ayer sucedieron dos cosas relevantes en la política alemana. La más importante es que los democristianos (CDU) y los socialdemócratas (SPD) anunciaron que han llegado a un acuerdo para formar, por quinta vez desde la Segunda Guerra Mundial, y por cuarta en lo que va de siglo, una gran coalición. Pero también es llamativo que, por primera vez en la historia, Alternativa para Alemania (AfD) apareciera en una encuesta fiable como el primer partido en intención de voto. La suma de los dos acontecimientos marcará el futuro inmediato del país.

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