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Juan Soto Ivars

España is not Spain

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Piquetes universitarios

La huelga funciona como si el estómago le dijera al cerebro: vomitona hasta que no se me proporcione almax, puñetero borracho. La huelga le paraliza al

Foto: Grupos de estudiantes durante la concentración en la Universidad Complutense. (EFE)
Grupos de estudiantes durante la concentración en la Universidad Complutense. (EFE)

La huelga funciona como si el estómago le dijera al cerebro: vomitona hasta que no se me proporcione Almax, puñetero borracho. La huelga paraliza al patrón y al estado la producción, le obliga a repasar las condiciones de sus trabajadores. En este sentido, las huelgas contemporáneas de un día son estériles. Si Dios tomó seis días para montar este puto circo, no les bastará un día a los currantes para colapsar una economía, por maltrecha que ande.

Recuerdo que durante la última huelga general bajó la prima de riesgo y el Ibex se mantuvo estable. Las carcajadas atravesaban las paredes del Ministerio y las escuchaban en la calle los manifestantes.

Una huelga que quiera presionar al Gobierno tiene que ser indefinida. Vomitona indefinida, y cualquiera que haya tenido gastroenteritis sabrá que es un drama auténtico. Siempre me ha llamado la atención el aspecto festivo de las huelgas, el ambiente desenfadado y cantarín de las manifestaciones huelguistas, parecidas a un carnaval, porque está claro que el trabajador es quien más sufre en una protesta de estas características.

– Los obreros se reproducen populosamente, de un modo comparable a las moscas. En cambio, lospatronos, como los elefantes, como todas las bestias poderosas procrean lentamente– le decía Max Estrella al preso político, para consolar el sufrimiento del auténtico huelguista.

Las huelgas de un día son un cosmético para los sindicatos. En este sentido sí son una fiesta, son una fiesta para los sindicatos, de algo tienen que comer. Con las huelgas de un día les salen portadas en los periódicos, cada cual ficha a su manera, y la mujer de Cándido Méndez le dirá al día siguiente:

– ¡Estoy hasta el UGT de que me traigas el jersey cubierto de pegatinas!

Veo estudiantes que se sienten tocados por la magia de mayo del 68 y la foto, pese a la violencia, podría ser bella. El problema es que también veo a estudiantes con pinta de neonazis que impiden a los que quieren ir a clase la entrada a las facultades. Son arribistas, son pendencieros y disfrutan con su poder

Para una huelga indefinida no hace falta un sindicato, hace falta una sociedad realmente comprometida que no tenga ninguna duda de que vale la pena jugarse el sustento de los hijos para llegar a un acuerdo, por la fuerza, con quienes abusan de todos. Una huelga indefinida puede ser útil, pero es una guerra cruel. Por eso son comprensibles los piquetes en la huelga indefinida y nada más: sirven de barrera a los insolidarios. Por supuesto, provocan imágenes espantosas. La guerra es la guerra.

Ahora, ¿de qué sirve una huelga de estudiantes? ¿Cuál es la presión que unos estudiantes que no asisten a clase pueden ejercer sobre el ministro de Educación? Mi amiga Consuelo, librera inteligentísima, me dice que la huelga de su generación sirvió para paralizar una reforma que pretendía equiparar las diplomaturas con los cursos de Formación Profesional.

En mi generación también hubo huelgas estudiantiles, en este caso contra Bolonia, y no sirvieron de nada. O la huelga de la generación de Consuelo fue más efectiva, o aquella reforma se paralizó por un motivo diferente.

Hoy el dragón se llama Wert y dispara fuego sobre las becas, derritiéndolas, y levanta las barreras de las tasas. Los estudiantes y los profesores le dicen que así les impide el paso a los pobres y restringe la igualdad de oportunidades. Yo añadiría, lo digo susurrando, que ya que uno se pone a reformar la Universidad podría empezar pringándose de mierda hasta las orejas, armado con zoltán y con lejía, pues la universidad está como mi nevera de cuando era estudiante: corrompida y mediocre. Pero el dragón Wert tira de lo fácil y de la usura, delatando que la calidad de la que tanto se pavonea tiene más de presunción que de compromiso.

Entonces llegan estas huelgas. Veo cosas ardiendo en las facultades y sé que no son contenedores, sino el espíritu de los estudiantes, que encuentran en la huelga un modo de protestar mientras realizan un rito de paso, necesario, ciertamente placentero. Estudiantes que se sienten tocados por la magia de mayo del 68, por la estética de la revolución, marchan emocionados contra su ministro y la foto, pese a la violencia, podría ser bella. El problema es que también veo a estudiantes con pinta de neonazis que impiden a los que quieren ir a clase la entrada a las facultades. Son arribistas, son pendencieros y disfrutan con su poder.

Estudiantes: protestad, pero no permitáis que nadie os cierre la facultad. No se lo permitáis a Wert, tampoco a esos bestias piqueteros

La huelga universitaria sirve para que los estudiantes puedan hacer campaña e irse a protestar sin que el profesor les ponga una falta. No sé qué pintan esos piquetes impidiendo el paso, cerrando a plomo la facultad y amenazando con darse de hostias con quien intente sacarlos de en medio. Los piquetes en la facultad responden al deseo desafiante de los extremistas, y ya sabemos por lo que le pasó a Rosa Díez, que extremistas, en las facultades de nuestro país, hay para dar y tomar.

Dijo Unamuno en la Universidad de Salamanca:

– Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta, pero no convenceréis, porque convencer significa persuadir.

¿A quién quieren persuadir esos estúpidos piquetes, y de qué? En mi facultad disfruté de los piquetes: de los que me daba en el baño con alguna compañera de clase. Pero en los piqueteros veo a unos descerebrados disfrutando de su día de protagonismo. Mientras Complutense y otras universidades mostraban ayer una apariencia cuartelaria, en la facultad de Filosofía, Geografía e Historia de la Universitat de Barcelona, la asamblea estudiantil decidió por primera vez no organizar piquetes. Es un buen ejemplo.

Estudiantes: protestad, pero no permitáis que nadie os cierre la facultad. No se lo permitáis a Wert, tampoco a esos bestias piqueteros.

La huelga funciona como si el estómago le dijera al cerebro: vomitona hasta que no se me proporcione Almax, puñetero borracho. La huelga paraliza al patrón y al estado la producción, le obliga a repasar las condiciones de sus trabajadores. En este sentido, las huelgas contemporáneas de un día son estériles. Si Dios tomó seis días para montar este puto circo, no les bastará un día a los currantes para colapsar una economía, por maltrecha que ande.

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