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Si la derecha gobernase, la izquierda iría a machete
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Si la derecha gobernase, la izquierda iría a machete

Andar lamentando la deslealtad solo cuando gobiernan los tuyos es trampa, gobierne quien gobierne

Foto: Fotografía de archivo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters)
Fotografía de archivo del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (Reuters)

Si gobernase la derecha, mucha gente de izquierdas iría a machete. Sin la lealtad que hoy piden. A saco, con toda su artillería propagandística. Tildarían a los responsables políticos ante la crisis de responsables directos de la crisis. Llamarían genocidas, asesinos y especuladores a los políticos en el cargo. Veríamos auténticos ramalazos de odio cainita. Sin duda.

Sí, no me cabe duda. Si la derecha gobernase, el cainismo —lo único que sobrevive al virus, para nuestra desgracia— se activaría en la izquierda con una intensidad tremenda, similar a la que hoy vemos en la derecha nacional, mediática y tuitera. Y estaría muy mal, ¿verdad, amigo de derechas? Entonces, te pregunto, ¿por qué te sientes tú tentado a hacer lo mismo?

Foto: Foto: Reuters/Yves Herman.
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¿La sospecha de que la izquierda atacaría de forma atroz justifica atacar de forma atroz? No, no lo justifica. El 'y tú más' es puro relativismo moral. Si otro actuaría fatal, o si otro ha actuado fatal en el pasado, lo que hizo sigue estando mal y no queda liberado para sus oponentes. El cristiano pone la otra mejilla no para recibir el doble, como normalmente se malinterpreta, sino por su negativa tajante a golpear, pase lo que pase.

Deslealtad

Andar lamentando la deslealtad solo cuando gobiernan los tuyos es trampa, gobierne quien gobierne. De hecho, puedo imaginar perfectamente los textos que escribirían hoy algunos amigos de derechas si gobernase el PP. Apelarían sin duda al periodo constitucional, y criticarían a un progresismo obsesionado con la batalla electoralista, incapaz de la lealtad más elemental, ni siquiera en momentos de grave crisis mundial como los presentes.

Puedo imaginar esos textos porque yo mismo los escribiría, como hoy me toca escribir este, con la esperanza de que algunos amigos comprendan mi postura. Los que me leen habitualmente saben que no me duelen prendas en criticar con ferocidad a 'los míos', sean cuales sean. Mi crítica está por encima de mi propia ideología, que normalmente veo como un estorbo para mi profesión. Muchas veces puedo caer en la misma demagogia que critico. Pero he estado callándome muchos días estos pensamientos para asegurarme de que esta vez no era así.

Foto: Feliciano López celebra el paso de España a la final de la Copa Davis. (EFE)

Lo que pienso es que los españoles no estamos diseñados para la colaboración. El artículo del 'Financial Times' que señala España como uno de los países más enfrentados en plena epidemia terminó de convencerme de que mi sensación no era fantasiosa. Viendo cómo se ataca hoy al Gobierno de Sánchez, pienso que es un milagro que la Transición tuviera lugar.

He aplaudido a Almeida pese a ser de un partido al que no he votado nunca, y ahora quiero dar mucho margen al Gobierno de Sánchez, con todos sus errores, que yo mismo he criticado, porque entiendo que han reaccionado tarde pero se desviven por reaccionar bien. Critico que no permitan preguntas a Sánchez, que Marlaska conceda una entrevista para hacerse el duro, que se forzase un 8-M suicida por infantilismo arrogante, etcétera.

La reacción del Gobierno ha podido ser tardía, y esto habrá costado algunas vidas, pero también es cierto que nadie estaba preparado para esto

Pero me esfuerzo en dar margen de confianza, en mostrarme prudente, porque también ocurren cosas como que la OMS, nada sospechosa de chavismo, aplauda la gestión. La reacción del Gobierno ha podido ser tardía, y esto habrá costado sin duda algunas vidas, pero también es cierto que nadie estaba preparado para esto. Por más que se pudiera anticipar, ¿quién lo hubiera permitido? ¿Acaso no criticábamos todos, incluida la prensa de derechas, incluido yo mismo, la cancelación del Mobile World Congress?

Cooperación

El coronavirus nos plantea con urgencia un cambio de paradigma en nuestra convivencia política. Estamos fracasando en este reto por los mismos motivos que fracasamos al inicio de la pandemia: por exceso de confianza en que las cosas funcionan pese a nuestros vicios. Pero todavía no ha llegado lo más duro que nos dejará esta pandemia. Decía con acierto César Calderón que las olas vienen de tres en tres: la primera era la enfermedad, la segunda la catástrofe económica y la tercera, quizá la más devastadora, la debacle política.

Foto: Vicente Del Bosque, durante una charla en Torrelavega (Cantabria). (EFE)

No nos preparamos ante la pandemia porque fuimos arrogantes y confiados. Todavía hoy es fácil entenderlo: durante décadas, hemos visto cómo otros morían en nuestras costas, casi sin llegar a tocarnos. La mera idea de que en un país capitalista pudiera faltar un objeto esencial, de que no se pudieran comprar respiradores o simples mascarillas, era ridícula, inconmensurable. Habíamos creado una coraza poderosa ante las desgracias que nos legaba la prensa internacional y nos creíamos invulnerables a la enfermedad, la muerte o la escasez.

Tardamos en despertar demasiado tiempo, pero cuando la ola por fin nos golpeó, empezamos a reaccionar. Los liberales aplaudían el recorte súbito de nuestras libertades y los más ingobernables se sometían a la necesidad de un Gobierno fuerte. Así, en cuestión de días, casi todos habíamos entendido la obligación de estar en casa, de suspender nuestra libertad individual y abandonar nuestra predisposición al capricho. No es un cambio pequeño.

Nunca sabremos si un Gobierno de derechas hubiera hecho las cosas mejor. La suerte ha querido que pase esto gobernando el PSOE. No hay más

Pero la época nos reclama otro cambio todavía mayor: dejar de lado el capricho político. Nunca sabremos si un Gobierno de derechas hubiera hecho las cosas mejor o peor, pero sospecho que sería una cuestión de matices. La suerte ha querido que pase esto gobernando el PSOE. No hay más: es lo que hay.

Otro populismo peor

El desastre económico que sacudirá el planeta después del virus requerirá toda la cooperación y amplitud de miras que nos ha faltado hasta el momento. Las medidas serán dolorosas, sufriremos. Cuento con que recorten nuestros ingresos con severidad, con que no podamos respirar.

El desastre económico que sacudirá el planeta después del virus requerirá toda la cooperación y amplitud de miras que nos ha faltado hasta ahora

La frustración y el pavor ante el porvenir incierto serán inmensos, ya lo son. Y temo que mucha gente quede expuesta a los mensajes más atroces de los populistas de izquierdas y derechas, que ya están afilando los colmillos para la batalla siguiente. Pues bien: de la misma forma que sabemos que el virus no se cura con flores de Bach, hemos de recordar mil veces que los remedios mágicos que ofrecerán los populistas ante la crisis económica serán también disparatados.

Si en este punto no conseguimos blindarnos ante el populismo, a la crisis económica la sucederá con rapidez una incierta catástrofe política. Si no pensamos en ser mejores y seguimos obsesionados en ser mejores que el otro, todo será peor de lo que es. En el futuro, esto también será algo que 'se podía saber'.

Si gobernase la derecha, mucha gente de izquierdas iría a machete. Sin la lealtad que hoy piden. A saco, con toda su artillería propagandística. Tildarían a los responsables políticos ante la crisis de responsables directos de la crisis. Llamarían genocidas, asesinos y especuladores a los políticos en el cargo. Veríamos auténticos ramalazos de odio cainita. Sin duda.

Pedro Sánchez