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Resulta que el PP es el verdadero 'frente antifascista'
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Juan Soto Ivars

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Resulta que el PP es el verdadero 'frente antifascista'

Tanto hiperventilar con la llegada del fascismo, tanta alerta roja, y resulta que ha frenado a Vox un señor encorbatado que da la mano blanda y se hace llamar Juanma

Foto: Juanma Moreno saluda a los asistentes al mitin de Sevilla previo a las elecciones. (Reuters/Marcelo de Pozo)
Juanma Moreno saluda a los asistentes al mitin de Sevilla previo a las elecciones. (Reuters/Marcelo de Pozo)
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Es que me parto. Elecciones andaluzas. Ya sabéis lo que ha pasado: Pedro Sánchez creía haber devorado a Susana Díaz, jeje. La izquierda fragmentaria se divide hoy entre el grupo parlamentario por la mínima y el mixto, es decir, entre la autocompasión y la irrelevancia. Y Vox ha pinchado con el 'cover' que Macarena Olona quiso hacer del 'Malagueña salerosa', mientras Moreno Bonilla teñía de azul celeste lo que era un rojo desvalido y conjuraba de paso la amenaza del verde nuclear.

De este resultado se infiere una conclusión que me ha tenido rodando de risa por el suelo toda la mañana del lunes. He dejado de reírme, pausa para comer, pero a los postres empiezo a escupir sandía a carcajadas, y me paso la tarde con el 'jajá' hasta terminar, extenuado, y dispuesto para escribir este artículo.

Resulta que el único 'frente antifascista' que funciona es el Partido Popular

¿De qué me río? De que resulta que el único 'frente antifascista' que funciona, la única muralla capaz de frenar a ese partido que, según dicen, amenaza las libertades de las mujeres y los gais y la democracia en general, no es ninguno de los que se han desgañitado haciendo sonar las alarmas, sino el PP.

Tanto hiperventilar con la llegada del fascismo, tanta alerta roja, y resulta que ha frenado a Vox un señor encorbatado que da la mano blanda y se hace llamar Juanma. Un señor que podría dormir a un aquejado de síndrome de Tourette e hipertensión resulta ser más letal que el puñado de profesores de políticas con cuentas en Twitter adornadas con triangulillo 'colorao' que alzan el puñito disfrazados de milicianos.

A ver, esto lo anticipé en 2020, aquí la prueba. Pablo Casado era tan torpe y tan inestable que hemos tardado en ver cristalizada la previsión, pero con Feijóo y la línea moderadita y gestora, seria y aburrida, que encarna Moreno Bonilla tanto como el gallego, la cosa está clara, y ni siquiera hace falta Ciudadanos para templar una gaita. Juan Marín, por cierto, me parece una pérdida trágica. Hubiera estado bien tenerlo por ahí. Pero bueno.

El electorado liberal y conservador de España esperaba como agua de mayo lo que perdió con la marcha de Rajoy: esa nebulosa promesa de gestión y pachorra, sin dejar de ejercer una oposición numantina al PSOE y sus alianzas. A Vox, con un PP en línea de gestoría y administración de fincas, le va a pasar lo que le pasó a Podemos con un Pedro Sánchez 'descamisao'. A este electorado se le puede incendiar si Cataluña declara la DUI, pero a la hora de la verdad vota con el bolsillo.

Un PP gris es balsámico para los incendios reaccionarios y vengativos de Vox

Podrán ser tercera fuerza: eso es todo lo que serán, y la insatisfacción sienta fatal a todos los maximalistas. Si un día entraran en un Gobierno central del PP, verían frustrarse todas sus arcadias, como le pasó a Podemos. ¿Cómo va a digerir Vox la noticia de que el cielo no se toma por asalto? Lo veremos. La campaña de Macarena Olona ha sido tan desastrosa que tal vez le echen la culpa al andalucismo, noción con la que ella no podía conectar por más peinetas que se pusiera en la cabeza a modo de antena. Pero aquí lo que ha quedado claro es que un PP gris es balsámico para los incendios reaccionarios y vengativos de Vox.

El partido de Abascal no ha salido de la batalla ideológica ni un segundo, y muchos votantes del PP podrán estar de acuerdo con esos lemas suyos, como el de plantar cara al feminismo y los chiringuitos (también hay gente que compra esto en la izquierda, más de la que los partidos calculan), pero luego, a la hora de votar, donde se ponga la esperanza financiera que se quiten las redenciones del alma.

Entre tanto, ¿cómo digiere la izquierda la noticia de que lo único que ha frenado el crecimiento de Abascal es la derecha? Pues cómo la van a digerir, echándose flores. Flores típicas de los entierros, lirios que huelen al ropero de mi yaya. Ha salido Teresa Rodríguez a decir que el pueblo andaluz ha frenado a la ultraderecha.

Pero vamos a ver: el pueblo andaluz ¿no es el que la ha mandado a ella al grupo mixto? Andaluces de Jaén, aceituneros altivos, decidme en el alma quién, quién levantó los olivos… La izquierda responde esta mañana que sus malos resultados son culpa de la abstención, como si la abstención particular de su electorado no fuera culpa de ellos, como si fuera un viento, un sol.

Pónganse ustedes en el caso de que yo presento un libro en una librería. Convoco a todo el mundo, publico 10 veces en Twitter la cita y el día antes envío mensajes privados a una lista de correo, la brasa personificada. Después, el día de la charla, no viene ni Dios. Seis personas en la librería con cara de haberse escapado de un manicomio. ¿Y si empezara yo diciendo que la culpa de este fracaso es de la abstención? ¿Habría alguien sobre la faz de la tierra que no pensara que me falta un aire?

La abstención es el perro que se come los deberes que no has hecho. La lectura de Andalucía podrá ser más o menos extrapolable, pero deja claro que la izquierda no tiene pegada, y que el freno al nacionalpopulismo está al otro lado del tablero. Todo lo demás son excusas y propaganda. Si tanto les preocupaba Vox, hoy tendrían que dar las gracias a Moreno Bonilla. Ni siquiera los necesita para gobernar. Los ha planchado.

Es que me parto. Elecciones andaluzas. Ya sabéis lo que ha pasado: Pedro Sánchez creía haber devorado a Susana Díaz, jeje. La izquierda fragmentaria se divide hoy entre el grupo parlamentario por la mínima y el mixto, es decir, entre la autocompasión y la irrelevancia. Y Vox ha pinchado con el 'cover' que Macarena Olona quiso hacer del 'Malagueña salerosa', mientras Moreno Bonilla teñía de azul celeste lo que era un rojo desvalido y conjuraba de paso la amenaza del verde nuclear.

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