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Los jueces siempre fueron el problema y la ley del solo sí es sí lo demuestra
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Juan Soto Ivars

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Los jueces siempre fueron el problema y la ley del solo sí es sí lo demuestra

Nadie duda de que desenmascarar el alma patriarcal de la Justicia siempre fue el objetivo del Ministerio de Igualdad, porque ese es el problema, no las leyes. Con la nueva ley, han caído todas las máscaras

Foto: La ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)
La ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Mauricio Dueñas Castañeda)
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Los jueces son machistas. Todos. También las juezas. Son machistas. Porque nacen y van a cunas de oro, estudian en criaderos de delfines y reciben un diploma cuando se licencian con la firma del Rey, que es heredero de Franco. Son machistas por estructura machista. Indubitablemente. Ergo, el poder judicial es el poder patriarcal. Y gracias al Ministerio de Igualdad, lo hemos podido ver claramente.

Hasta ahora, los jueces no podían mostrarse como realmente son. Con el anterior Código Penal, en materia de delitos sexuales estaban atados de pies y manos. Imponían condenas demasiado duras para su gusto. Algunos, como el juez del voto discrepante de la Manada, se desmelenaban dejando ver lo que en verdad esconden bajo la toga. Pero debido a la presión feminista, volvían al redil.

Foto: La vicepresidenta primera, Nadia Calviño; la ministra de Política Territorial y portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, y la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, a su llegada a la rueda de prensa posterior al Consejo de Ministros. (EFE)

Cuando los jueces condenaban a violadores y maltratadores, lo hacían contra su voluntad, y solo porque la ley los obligaba. Ellos siempre ponen la ley como excusa. Nadie duda de que desenmascarar el alma patriarcal de la Justicia siempre fue el objetivo del Ministerio de Igualdad, porque ese es el problema, no las leyes. Con la nueva ley, han caído todas las máscaras. Todo el mundo puede verlo.

La hábil Irene Montero les puso una trampa a los jueces. Redactó esta ley, la hizo pasar por el Consejo de Ministros y la llevó al Congreso, donde un montón de partidos, sin percatarse de su brillante estratagema, la aprobaron. Pero Montero, quizás el genio político más resplandeciente de la historia, dejó el anzuelo escondido en su ley del solo sí es sí. Un garfio en la carnaza.

Foto: La ministra de Igualdad, Irene Montero. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)

Y ahora los jueces han caído, lo mismo que las juezas. Están liberando violadores porque quieren, siempre lo quisieron, hasta cuando los condenaban a regañadientes con el otro Código Penal. Una interpretación patriarcal de la ley más netamente feminista jamás redactada en España es la excusa, así que ahora España entera sabe que la judicatura es un órgano genital masculino, erecto y amenazante.

Ha quedado muy claro. Y Montero lo tenía todo pensado. Ella sabía que, si los jueces y juezas eran buenas personas, honestas y solidarias, feministas, entonces iban a dejar pasar el asunto de la reducción retroactiva. Eludirían eso que la prensa llama “agujero” y se colocarían todos con las dos piernas separadas y actitud de combate frente a las peticiones de los abogados de los agresores.

Foto: Marchas por el 8-M en Madrid. (EFE/Fernando Villar)

Les responderían: nanay de la china, somos jueces y juezas feministas, los violadores no saldrán de prisión, esta ley galvaniza la seguridad total de las mujeres españolas, la hemos leído así por encima, lo pone varias veces. Eso hubieran dicho.

Pero no. Montero en verdad sabía que, cuando una mujer presenta una demanda por violación, ellos hacen preguntas indiscretas e insensibles, como si la mera palabra de una mujer no fuera suficiente para dictar sentencia. Ella quería cazarlos y la nueva ley los deja al descubierto. Ahora toda España sabe que los jueces aprovechan cualquier cosa para decretar la impunidad.

¿No os dais cuenta? Es la jugada maestra de un Napoleón de la política, el movimiento de ajedrez de una jugadora sutil que trabaja el jaque mate letal desde el primer baile de peones. Ahora que los jueces y juezas están desenmascarados, toca solucionar el problema de fondo en España, lo que siempre fue el gran problema en España, que es la Justicia patriarcal.

La judicatura necesita urgentemente una terapia de conversión intensiva, adoctrinamiento feminista, gafas moradas atornilladas a la cabeza, cursillos obligatorios de perspectiva de género impartidos por sabias elegidas selectamente por el ministerio, que derriben las resistencias de la casta togada y obliguen a los jueces a reconocer de una vez por todas que, para condenar por agresión sexual a un hombre, no hace falta más que una palabra, incluso una mirada de soslayo.

Los jueces son machistas. Todos. También las juezas. Son machistas. Porque nacen y van a cunas de oro, estudian en criaderos de delfines y reciben un diploma cuando se licencian con la firma del Rey, que es heredero de Franco. Son machistas por estructura machista. Indubitablemente. Ergo, el poder judicial es el poder patriarcal. Y gracias al Ministerio de Igualdad, lo hemos podido ver claramente.

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