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Me siento más seguro cuando Ortega Smith apatrulla la ciudad
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Juan Soto Ivars

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Me siento más seguro cuando Ortega Smith apatrulla la ciudad

Nos azota el crimen y la malevolencia. Saco la cabeza por la puerta. Manadas y manadas y manadas de negros con mantas trufadas de películas pirata

Foto: El diputado de Vox Javier Ortega Smith. (EFE/Kiko Huesca)
El diputado de Vox Javier Ortega Smith. (EFE/Kiko Huesca)
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Nos azota el crimen y la malevolencia. Saco la cabeza por la puerta. Manadas y manadas y manadas de negros con mantas trufadas de películas pirata hunden el sistema productivo. Escuadrones de viejas homófobas con navajas en el bolso asustan a tuiteros. Violadores, vampiros, espadachines; moros con la rabia, ecuatorianos okupas, perroflautas ninja. Y gente de Murcia. Y caniches con ropa.

La ciudad, antaño segura, se ha convertido en un mosaico de depravación. Antes por lo menos te navajeaba el yonqui de tu barrio, conocías a su madre, ¿pero hoy? En las obscuras noches, la amenaza amorfa se cierne sobre ti. Pero ¡ah! Un foco fuerte se enciende. Música épica, se agitan los corazones, hermosas damas españolas sacan sus rizos al alféizar. Un anagrama se graba en las nubes: Vox.

Madrid necesita un macho con los pelos de los huevos tapizándole el pecho

¡Bacines, malnacidos! Lo veis venir con su chaqueta. ¡Su chaqueta! Habla a los taxistas, a las de los puestos ambulantes legales, a la gente normal. ¿Quién es? ¿Quién vigila por la noche con su coche? ¿Quién persigue al traficante, que tiene el corazón negro? ¿Quién apatrulla la ciudad? Es Francisco Javier Ortega Smith. Mejor dicho, don Francisco Javier Nadal Parera.

No ha hecho más que empezar la campaña electoral y las aventuras del aspirante a sustituir a Almeida ya superan con mucho las del Capitán Trueno. A Almeida no me lo imagino haciendo kung-fu ni lanzando bombonas de butano contra el mal. Pringado de alcalde, alfeñique, escondido tras las faldas de la Policía. Madrid necesita un macho con los pelos de los huevos tapizándole el pecho.

¡Ahí lo tenéis! Fornido y alto, con su cabeza de tiburón, el legendario Ortega se lanza primero contra unos manteros senegaleses. No tiene miedo. Los africanos no le amilanan con sus bíceps, y no solo porque lleve al lado un segurata más alto que él: lo ampara la legalidad, el pago de los impuestos, el clamor de las masas, la historia imperial de España.

"¡Eh, tú, quién es tu jefe! ¿Es este?", pregunta a uno. Todos lo miran entre risueños y alucinados. ¿Será un poli? ¿Un comisario? ¿Un loco? Como un quijote de la tributación y de la Seguridad Social, Ortega les reclama que paguen la tasa. ¡Hay que pagar la tasa, por muy negro que seas! Basta su presencia para que el gran jefe de la tribu huya con sus huestes. Luego va y pone en Twitter que se ha enfrentado a las "MAFIAS". La Camorra está temblando.

Luego se tira en plancheta contra un okupa. ¿Dónde se esconde el malnacido? ¿En qué bloque anida? El gran Ortega lo encara. El okupa, en el balcón descojonado de la risa, y él, en la acera. ¿Encanna? ¡Encanna de noche! Ha dado con él tras preguntar a los viandantes dónde está el perroflauta. "¿Tú tienes contrato de alquiler? ¿Eres propietario? ¿Qué? ¿Qué dices? ¿A que subo y te lo explico?".

Eso me hubiera gustado verlo. Capaz es Ortega de subir escalando la pared con las manos, como un gato. Cualquier cosa por defender la propiedad privada. "¡El 28 de mayo vuelvo con la Policía!", advierte. Ni siquiera pone como condición convertirse en alcalde ese día. El 28, después de votar, el barrio estará esperando el regreso de Superortega. El 28 a media mañana o a la hora de merendar.

Han sido dos escenas memorables, esta semana. Hay quien opina que el diputado y aspirante a alcalde se excede en sus funciones, pero la carta magna deja perfectamente claro que los diputados y aspirantes a alcalde tienen entre sus funciones la de salvaguardar el orden público y actuar como vanguardia de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, tanto en la calle como en el campo de batalla internacional.

Cuando se vayan Pam y Montero, me preguntaba esta semana, ¿quién me pagará el sustento? Muerto Podemos, siempre nos quedará Vox

Esta sería, al menos, la interpretación de Vox, porque, cuando al día siguiente los periodistas preguntaron a Espinosa por las astracanadas de Superortega, respondió este que Vox es un partido de "ley y orden". Ley y orden significa ir a encararse con cacos en campaña electoral, entonces, usurpando las funciones de la Policía. La lástima es que no dure la campaña cuatro años, porque Ortega solo acababa con el crimen.

No seré yo quien diga que la sensación de inseguridad no ha empeorado, sobre todo en ciertos barrios. Hasta Rufián está a un paso de pasarse a las filas de Desokupa: prueba de que a los populistas les mola, en general, este rollo justiciero. Sin embargo, solo quien no vea el cartón de estos trucos cutres de propaganda ha de tener un cuidado especial cuando va por la calle. Una persona tan crédula sería un blanco fácil para cualquier robo, empezando por el electoral.

En fin. Para mí ha sido un consuelo todo esto. Me siento más seguro, pero no por el acoso a okupas y manteros, sino laboralmente, porque la gente como yo necesita políticos zafios y dispuestos al espectáculo surrealista. Cuando se vayan Pam y Montero, me preguntaba esta semana, ¿quién me pagará el sustento? Pero unas sirenas verdes de Guardia Civil de tienda de disfraces me hicieron levantar la cabeza. Muerto Podemos, siempre nos quedará Vox.

Nos azota el crimen y la malevolencia. Saco la cabeza por la puerta. Manadas y manadas y manadas de negros con mantas trufadas de películas pirata hunden el sistema productivo. Escuadrones de viejas homófobas con navajas en el bolso asustan a tuiteros. Violadores, vampiros, espadachines; moros con la rabia, ecuatorianos okupas, perroflautas ninja. Y gente de Murcia. Y caniches con ropa.

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