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Toros de la Feria de San Isidro: caro sol y explicaciones
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Juan José Cercadillo

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Toros de la Feria de San Isidro: caro sol y explicaciones

La tarde de más ambiente, con más caras conocidas, con más billetes vendidos y mejores expectativas no defraudó del todo con los detalles de Urdiales, la torería de Manzanares y la generosa entrega de Roca

Foto: El diestro peruano Roca Rey. (EFE)
El diestro peruano Roca Rey. (EFE)

9ª de la Feria de San Isidro, casi seis mil espectadores, rozando el aforo máximo permitido. Sin duda la mejor entrada de la feria.

6 toros del hierro de Cortés, ganadería de Victoriano del Rio, de entre 540 y 552 kilos. Bien presentados lucieron más en los primeros tercios que en la muleta. Toro sardo precioso el cuarto y engallado y desafiante por delante el quinto que flojeó en el último tercio. Sin grandes complicaciones en general, tampoco terminaron de romper a embestir del todo. No les faltó movilidad pero quizá sí un punto de clase. El mejor el cuarto que embistió con brío y categoría.

Diego Urdiales, de grana y azabache. Ovación tras aviso y oreja tras fuerte petición de la segunda.

Jose María Manzanares, de azul marino y oro. Ovación tras aviso y ovación.

Andrés Roca Rey, de coral, casi butano, y oro, brindó su primero a su paisano Vargas Llosa, ovación tras aviso y gran ovación de despedida.

Foto: El diestro Alejandro Talavante en la faena a su primero durante la tradicional Corrida de la Prensa. (EFE) Opinión
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Puedo explicar esta tarde a quien sepa de cocido. También me veo capaz de transmitirle resumen al que sepa de conciertos. Puedo aspirar a mantener informado a algún experto en mecánica de coches. Al aspirante a Michelín: buena sopa, garbanzos fríos, carne de sobra para croquetas. Al melómano, profesional o incipiente: buen repertorio y puesta en escena, sonido a ratos no limpio y emociones manifiestas en las canciones de siempre con mejor repercusión cuando tocaron antiguas. Al que se cree un Alonso: buena y bella carrocería con líneas muy convincentes y motor que no te falla, pero que no te divierte. Público variopinto, escoja su parangón, que hoy las explicaciones no tienen explicación.

Creo que faltó sol en esta plaza cubierta. Nos hace falta calor que haga vibrar nuestras células, quizá beber algo más, sea por sed o por vicio. Luz que viene de tan lejos con la misión de alumbrar tan espectacular pelea. Energía que viaja solo para hacer brillar esta arena colorida, escenario de dolor, de tan sublime belleza y de inexplicable entrega. Muchos le echamos de menos. Porque esta plaza está capada. Profilaxis, protección, aplacar los rayos UVA parecen tener misión en una lenteja absurda que hace al ruedo cubrición. Yo era de cubrir las plazas. Lo era antes de esta feria. Pero buscando explicación a qué faltó para el triunfo solo eché de menos sol. No por molestar a la gente que sublima su moreno por consolidar sus saldos. No busco temperaturas que incomoden a Rexona. Pero ya dijeron analistas y poetas que a los toros lo único que no debe faltar son el sol y son las moscas. Parte de razón tendrían cuando a punto estamos de acabar esta feria y los triunfos no terminan de ser unos triunfos de veras. Esta distancia del otro al que nos obliga el virus evita también la pasión que en proporción geométrica desarrollan el calor de hombro que a hombro pega y que desarrolla el sol, energía de la buena.

Con calor, con sol y sombra, esos pases tan lentos hubieran desgallitado gargantas

La perfección de los pases, por lentos y por profundos, que Diego Urdiales le dio al sardo precioso, su segundo, al sol de tarde de mayo hubiera seguro reventado los cinco mil corazones que, sin llenar ni de lejos la casi monumental plaza, el aforo abarrotaron. Con calor, con sol y sombra, esos pases tan lentos hubieran desgallitado gargantas y hubieran enrojecido los enveses de esas casi diez mil manos que gritan oles con son cuando se rompen a palmas.

Faltó radiación electromagnética a la que hoy sin pudor le otorgo capacidad de altavoz para los pases profundos, para los oles sinceros, para el grito de los sustos. Luz y calor solar que iluminen como merece el toreo de Manzanares. En este palacio, de eufemística vista alegre, las tenues luces blancas que entristecen los vestidos no hacen justicia al color brillante con el que trasteó el de Alicante. Tirar de luz generada con neón, argón o mercurio desmerece la pintura de tan grandioso torero. Esa luz tan fluorescente puede que algo ilumine, pero dudo que consiga darle luz, y por tanto nacimiento, a un arte en el que es precisa la máxima resolución. Resolución en la imagen, que no tuvimos, y resolución en el torero que sobró, pero quedó perdido entre penumbras.

Foto: El diestro David Mora da un pase a su segundo toro. (EFE) Opinión

Roca Rey, sin el rey astro, intentó hasta el extremo que brillara su toreo. Pases por todos los sitios, aplomo y quietud por los que cerrar los ojos y gritos casi a oscuras cuando intenta lo imposible. No le ayudó la espada a solventar las deficiencias que le mostraron sus toros. Su premio quedó en saludos, quedamos todos a la espera.

La tarde de más ambiente, con más caras conocidas, con más billetes vendidos y mejores expectativas no defraudó del todo con los detalles de Urdiales, la torería de Manzanares y la generosa entrega de Roca. Le faltó luz para mi gusto. Le faltó sol, claramente. Y sin sol no hay alegría. Ni buenas explicaciones.

9ª de la Feria de San Isidro, casi seis mil espectadores, rozando el aforo máximo permitido. Sin duda la mejor entrada de la feria.

Mario Vargas Llosa