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Marcha atrás: la Comisión Europea y el mayor gatillazo de la historia de internet
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Juan Soto Ivars

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Marcha atrás: la Comisión Europea y el mayor gatillazo de la historia de internet

Ayer vimos como la Unión Europea aprobaba, tras varios intentos fallidos, la polémica nueva normativa sobre Copyright y todo el mundo hablaba del fin de la red. Pero, ¿es de verdad el fin?

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La Comisión Europea tira millas con la nueva directiva de copyright. Desde el martes, cuando se votó la directiva, empezó a hacerse sólido un nuevo marco general a falta de burocracias variadas. Por más épica que se le ponga a esta historia, la batalla de Europa contra internet-tal-y-como-lo-conocemos parece propia de “La evolución de las especies” de Darwin. No hay santos o demonios claramente definidos, ni tampoco blancos y negros. Evolución, regresión, lucha por el territorio como cantaba Sepultura. El ruido de los sables y las catapultas se deben a un conflicto de intereses que es tan viejo como internet. El artículo 13 del borrador (el 17 en la redacción final) ha sido la piedra de la discordia.

¿Qué significa esto? Hasta el momento, las plataformas de contenidos (YouTube, Facebook, Twitter o también, ay, la Wikipedia) eran simples transmisores del mensaje sin responsabilidad directa sobre el contenido que los usuarios subían a sus servidores. Ante una violación de los derechos de autor, por ejemplo, la culpa era del usuario, aunque la plataforma se limpiase las manos con batidas automatizadas, avisos, posibilidad de denuncia rápida y filtros de contenido. Pero ahora la plataforma será responsable. Esto es lo que va a cambiar en Europa, y lo que ha provocado que YouTube amenace con dejarnos sin servicio. ¡He aquí el único punto a favor del Brexit que he encontrado hasta el momento!

Foto: Protestas el fin de semana pasado en Berlín contra la ley de copyright aprobada hoy. (Reuters)
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El artículo 17 (antes 13) de la directiva impone filtros automáticos de revisión de contenido protegido. Es decir: mecanismos que detecten las violaciones de derechos de autor y las supriman a priori. Para los detractores es la censura previa garantizada. Para los partidarios, una manera de recuperar un trozo del pastel de la explotación cultural, expoliado por los forajidos durante las tres primeras décadas de la red.

¿Es censura? No. El término se banaliza. La censura tiene motivos políticos, no pecuniarios. ¿Afecta a la libertad de internet? Sí. Pero la causa vuelve a ser pecuniaria. ¿Cuánto cuesta una inteligencia artificial que distinga la cita del plagio, el robo del homenaje? Nadie sabe.

Quizás lo más hermoso es que la batalla ha creado las más extravagantes alianzas

Muchas de las plataformas, como Youtube, ya tienen filtros que advierten al usuario de que el contenido que intenta subir puede violar la propiedad intelectual de terceros. Si intentas subir un videoclip de Queen a Facebook, los mecanismos automáticos se activarán y te será bastante difícil hacerlo. Pero el artículo de la discordia irá, por lo visto, más allá. Ejemplo: si en el vídeo de tu boda suena Melody de manera clara, despídete de compartirlo en Facebook o cualquier otra plataforma donde otros lo puedan ver. (Visto así, ni tan mal). Si en el vídeo de un 'youtuber' se oye el fragmento de una canción, o se ve un trozo de una película a modo de cita, 'bye, bye' también.

En este segundo caso, ¿sería Europa la censora? No está claro: puesto que está en manos de las plataformas meter los filtros, es de suponer, eso sí, que tratarán de reducir costes. Las experiencias de filtro automático son, hasta el momento, desastrosas. A muchos 'youtubers' les han desactivado vídeos confundiendo la apología al nazismo con la crítica al nazismo, sin ir más lejos. Una prueba de lo falibles que son los Terminator de internet.

Quizás lo más hermoso es que la batalla ha creado las más extravagantes alianzas. A un lado blanden mazos y hachas las asociaciones de creadores, la industria cultural y una mayoría de los eurodiputados tirando a conservadores; al otro lado, junto a los eurodiputados tirando a izquierdosos y los paleolibertarios, los gigantes de internet como Google, la tribu de los sacerdotes-magos del culto al internet libre, la plebe y las asociaciones de defensa de la libertad de información, actuando como arqueros. Posmodernidad. Dos tazas.

Sin embargo, lo que no está claro quién asedia a quién. La ley se ha descrito por sus adversarios como una vuelta al pasado, es decir: al tiempo en que las industrias de creación (productoras, distribuidoras, etc) dominaban lucrativamente el Planeta Cultura. ¿Qué vemos sin nos alejamos lo suficiente?

Que el 'Far Web', es decir, ese internet salvaje en el que hemos sido llaneros solitarios, con momentos de goce y de sufrimiento, está empezando a urbanizarse. Y urbanización significa justicia y seguridad, pero también, que se lo digan a los forajidos de Sergio Leone, restricciones e impuestos.

La Comisión Europea tira millas con la nueva directiva de copyright. Desde el martes, cuando se votó la directiva, empezó a hacerse sólido un nuevo marco general a falta de burocracias variadas. Por más épica que se le ponga a esta historia, la batalla de Europa contra internet-tal-y-como-lo-conocemos parece propia de “La evolución de las especies” de Darwin. No hay santos o demonios claramente definidos, ni tampoco blancos y negros. Evolución, regresión, lucha por el territorio como cantaba Sepultura. El ruido de los sables y las catapultas se deben a un conflicto de intereses que es tan viejo como internet. El artículo 13 del borrador (el 17 en la redacción final) ha sido la piedra de la discordia.

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