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Leviatanes transmisibles, una única salud y la profesión veterinaria
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Leviatanes transmisibles, una única salud y la profesión veterinaria

Para prevenir enfermedades en los seres humanos, debemos también abordar lo que está sucediendo en el mundo animal y conocer lo que está sucediendo en el medio ambiente

Foto: Un veterinario atiende a un perro en su consulta. (EFE)
Un veterinario atiende a un perro en su consulta. (EFE)

La colaboración entre médicos y veterinarios es una historia de éxitos que se remonta al nacimiento de ambas profesiones. Aunque se pueden citar muchos ejemplos de esta fructífera alianza, un trabajo de cooperación que puede servir como muestra de esa exitosa historia es el diseño de la vacuna BCG (Bacillus de Calmette y Guérin), la vacuna contra la tuberculosis, diseñada a principios del siglo XX en el Instituto Pasteur por el médico Léon Charles Albert Calmette y el veterinario Camile Guérin, en una colaboración de 11 años, que soportó incluso los avatares de una guerra mundial. Esta vacuna, administrada a millones de niños, también se emplea como tratamiento inmunoterápico contra el cáncer, ya que actúa como modificante de la respuesta biológica, y se postula como un posible tratamiento frente a la infección por coronavirus.

Hoy, casi todo el mundo sabe que la gran mayoría de las enfermedades transmisibles emergentes en el ser humano tiene su origen en los animales, principalmente en los de vida libre (animales salvajes o silvestres, como quiera denominarlos). Las experiencias recientes así lo indican, y el Covid-19 no parece ser una excepción. Por lo tanto, procesos como el síndrome pulmonar por hantavirus, el SARS, la influenza aviar, el MERS, la fiebre de Crimea-Congo y las infecciones por los virus nipah, hendra, ébola, y zika, por citar otros ejemplos más o menos recientes, tienen con el Covid-19 un hilo conductor común: son zoonosis (enfermedades que se pueden transmitir entre los animales y el hombre, y viceversa). Además, es más que probable que los agentes que las ocasionan circulen inadvertidamente en los animales (domésticos o silvestres) durante un tiempo antes de causar brotes en los seres humanos.

Foto: Mercados húmedos. (Igualdad Animal)

Existen también otras enfermedades emergentes desconocidas en ciertas partes del mundo, pero bien conocidas en otras, grupo en el que podríamos incluir la enfermedad de West Nile. Este proceso, conocido desde mediados del siglo pasado, estaba incluido en el ignominioso grupo de las 'fiebres africanas', esa colección de enfermedades desatendidas, olvidadas o despreciadas (elija el término que más le guste) por los occidentales y que importan muy poco porque, básicamente, creemos que no nos pueden afectar. Esta enfermedad transmitida por mosquitos estaba limitada al continente africano y a la cuenca mediterránea con un impacto en salud pública limitado (el virus circula en nuestro país desde hace bastantes años). De repente dio el gran salto, y llegó (nadie sabe muy bien cómo) al continente americano.

Era verano de 1999 cuando Tracey McNamara, entonces patóloga veterinaria del zoológico del Bronx (hoy profesora de universidad), preocupada por una mortalidad masiva de córvidos, con unos síntomas neurológicos que, muy poco después, aparecieron en algunas especies de aves exóticas del zoológico en el que trabajaba, intuyó tras realizar numerosas necropsias que era algo diferente, que algo 'nuevo' estaba acaeciendo. Ese septiembre, varios residentes de la ciudad de Nueva York murieron de una enfermedad que también cursaba con un cuadro neurológico. McNamara relacionó ambos incidentes y llamó a las autoridades sanitarias del país para advertirles de ese problema emergente. Desoyeron su advertencia porque, tal y como ella indica, "me dijeron que estaba equivocada y que no había una conexión posible entre los dos eventos"; es público que no le hicieron caso porque era veterinaria. Ese tiempo perdido es probable que supusiera la muerte de centenares de personas.

Foto: Foto: Reuters.

Es verdad que la conexión entre las medicinas humana y veterinaria en los países anglosajones (especialmente EEUU y Reino Unido) no era tan buena en aquella época como la que tienen ahora y como la que se tiene en los países mediterráneos, especialmente en España, desde hace mucho tiempo. La profesión veterinaria española lo tiene claro. Desde principios del siglo pasado, nuestro lema es 'Hygia pecoris, salus populi' (la sanidad de los animales es la salud de la población), lo que pone de manifiesto que para prevenir enfermedades en los seres humanos (salud pública), debemos también abordar lo que está sucediendo en el mundo animal (sanidad animal) y, algo que va ineludiblemente unido, conocer lo que está sucediendo en el medio ambiente (salud medioambiental). La unión de estos tres tipos de salud es lo que se conoce como concepto One Health (una salud). El uso de este concepto se hizo popular a principios de este siglo (aunque ya se manejaba desde los años sesenta), es decir, con muchísimo retraso. Esa tardanza la estamos pagando ahora de forma global.

Y es que, históricamente, los profesionales de la salud que están más acostumbrados a monitorizar la salud de grandes poblaciones son, sin duda, los veterinarios y, además, lo hacen con un enfoque principalmente preventivo, de salud en el rebaño (en el grupo) para, de este modo, reducir la incidencia de enfermedades clínicas y subclínicas, con programas vacunales y de monitorización tanto activa como pasiva, siempre sin olvidarse del bienestar animal.

Los profesionales de la salud que están más acostumbrados a monitorizar la salud de grandes poblaciones son, sin duda, los veterinarios

Por otro lado, los veterinarios son uno de los primeros colectivos profesionales de la salud en trabajar para evitar la transmisión de enfermedades de los animales al hombre con su labor, que incluye la que realizan en las granjas y en las clínicas, en mataderos (a través de la inspección, labor impagable y vital como pocas), y garantizando la higiene alimentaria en empresas de alimentación, comedores colectivos y establecimientos de diversa índole. Por otro lado, los veterinarios están bien entrenados para realizar millones de análisis, tal y como hacen con inmensa eficacia en las crisis sanitarias que, desafortunadamente, cada cierto tiempo golpean, principalmente, nuestra cabaña ganadera.

Además, si alguna profesión sabe de medidas de protección (bioseguridad) es la profesión veterinaria, ya que estas medidas son de las más estrictas en los sistemas modernos de producción porcina y aviar y en los laboratorios veterinarios. Pero, sobre todo, lo que hacemos las veterinarias y los veterinarios es erradicar enfermedades, y lo hacemos siempre colaborando con otras profesiones. Para luchar contra las epidemias y las pandemias, es imprescindible la colaboración, potenciar las sinergias.

Foto: Clínica veterinaria en Madrid. EFE)

Una compañera me recordaba que el pasado 31 de enero, cuando se acababa de describir el primer caso de Covid-19 en la Unión Europea unos días antes, durante una comida de trabajo, le dije para su perplejidad que la que se nos venía encima iba a ser muy grave. No es que yo sea muy listo, pero es verdad que había compartido reflexiones con compañeros veterinarios de lo que estaba sucediendo en China y que, a tenor de la capacidad de transmisión del virus que se intuía, era prácticamente imposible que no nos golpeara en un mundo interconectado.

Sigo diciendo que, globalmente, este virus no es, ni mucho menos, el más grave que nos puede azotar. Pero los que trabajamos en esto sabíamos que se iba a cebar en los más débiles, en los inmunosuprimidos y en nuestros mayores, en estos últimos principalmente, y, desafortunadamente, no se instauraron con la suficiente prontitud las disposiciones adecuadas para protegerlos. Quizás actuando con medidas de prevención estrictas en estos grupos más susceptibles y en nuestros extraordinarios profesionales sanitarios, el impacto habría sido menor. Prevenir es la forma más eficaz y económica de trabajar en salud. Los veterinarios solo tenemos una vocación, salvar vidas humanas y animales, y sabemos cómo hacerlo. Pero nadie nos preguntó.

*Joaquín Goyache. Catedrático de Sanidad Animal. Departamento de Sanidad Animal/Centro de Vigilancia Sanitaria Veterinaria (Visavet). Facultad de Veterinaria. Universidad Complutense.

La colaboración entre médicos y veterinarios es una historia de éxitos que se remonta al nacimiento de ambas profesiones. Aunque se pueden citar muchos ejemplos de esta fructífera alianza, un trabajo de cooperación que puede servir como muestra de esa exitosa historia es el diseño de la vacuna BCG (Bacillus de Calmette y Guérin), la vacuna contra la tuberculosis, diseñada a principios del siglo XX en el Instituto Pasteur por el médico Léon Charles Albert Calmette y el veterinario Camile Guérin, en una colaboración de 11 años, que soportó incluso los avatares de una guerra mundial. Esta vacuna, administrada a millones de niños, también se emplea como tratamiento inmunoterápico contra el cáncer, ya que actúa como modificante de la respuesta biológica, y se postula como un posible tratamiento frente a la infección por coronavirus.