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Las tecnológicas no quieren polígonos: por qué hay que acabar con las políticas del s. XX
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Eduardo Manchón

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Las tecnológicas no quieren polígonos: por qué hay que acabar con las políticas del s. XX

Si miramos cualquier parque tecnológico español, veremos mayoritariamente empresas de servicios. No surgirá la magia porque ni son las empresas correctas, ni han venido por las razones correctas

Foto: Vista del parque tecnológico de la Cartuja, que ocupa el recinto de la Expo 92. (EFE)
Vista del parque tecnológico de la Cartuja, que ocupa el recinto de la Expo 92. (EFE)

Las empresas tecnológicas no necesitan fábricas ni suelo industrial, necesitan conocimiento. Las políticas para estimular el sector tecnológico deben invertir donde se crea y acumula el conocimiento, en las personas, y entender que es una apuesta a largo plazo donde no caben los atajos.

Las empresas del siglo XX en España tenían un problema que limitaba su crecimiento: la falta de espacio adecuado para crecer y desarrollarse. Los polígonos promovidos por los poderes públicos aportaban suelo industrial con buena localización, comunicaciones, los servicios necesarios y un coste asequible.

Foto: Un trabajador, en un 'coworking' madrileño. (D. B.) Opinión

En el siglo XXI, políticos de todo signo tratan de apostar por la innovación tecnológica con la misma política anticuada, crear parques tecnológicos, como si las empresas tecnológicas tuvieran un problema de espacio. El malentendido es lógico: en el mundo existen 'hubs' geográficos donde se concentran las empresas más innovadoras y es tentador pensar que el mero hecho de juntar empresas hace que se produzcan sinergias, surja la magia y nazcan empresas tecnológicas como champiñones. Lamentablemente esto no funciona así.

Un 'hub' tecnológico y de innovación es especial precisamente porque las empresas que lo forman han nacido allí. Solo en ese caso sus exempleados han adquirido los 'superpoderes' necesarios para en el futuro arrancar sus propias empresas punteras. Los fundadores de empresas exitosas, a su vez, se convierten en inversores que financian la nueva hornada de 'start-ups'. Aunque cualquier 'hub' recibe una energía externa que lo refuerza, llegan inversores y trabajadores de todo el mundo, la clave de un 'hub' es su energía intrínseca. Esta energía interna se desarrolla de manera orgánica y natural a lo largo del tiempo porque el conocimiento innovador reside en personas concretas que aprenden, maduran y evolucionan. Y así funciona el círculo virtuoso de estos lugares, esa es la magia, ese es el ecosistema. En España, conocemos las historias de 'hubs' industriales especializados que se han formado orgánicamente del mismo modo.

placeholder Vista aérea del Parque Tecnológico de Andalucía. (PTA)
Vista aérea del Parque Tecnológico de Andalucía. (PTA)

Ahora miremos el listado de empresas de cualquier parque tecnológico español y veremos mayoritariamente empresas de servicios: grandes consultoras, pequeñas consultoras, agencias de 'marketing', proveedores de todo tipo y alguna multinacional cuya llegada fue anunciada a bombo y platillo. No surgirá la magia porque ni son las empresas correctas, ni han venido por las razones correctas. La mayoría de empresas no son de tecnología, no tienen productos escalables de 'dominación global' y por el contrario son empresas de servicios basadas en la venta de horas. Vendrán multinacionales atraídas por la abundancia de mano de obra barata cualificada y el espacio, no serán ningún semillero de otras nuevas multinacionales. La propuesta de valor de los parques tecnológicos españoles es la que es, está basada en atraer empresas, no en generarlas, por eso los parques tecnológicos no ayudan a cambiar un ápice el modelo productivo del país.

El ejemplo paradigmático es quizás el Parque Tecnológico de Andalucía en Málaga, considerado una de las iniciativas públicas más exitosas a nivel nacional por su capacidad de atraer empresas y multinacionales. En Málaga también han nacido algunas de las 'start-ups' españolas tecnológicas más brillantes a nivel internacional (Freepik, Uptodown, Besoccer…), pero curiosamente ninguna de ellas nació en ese parque. La realidad es que tras varias decadas de existencia el parque no ha creado un círculo virtuoso de generación de nuevas empresas tecnológicas y mucho menos un ecosistema local de inversores en tecnología. El parque ha sido un éxito en atraer, no en generar.

La propuesta de los 'hubs' tecnológicos en España es atraer el talento, no generarlo

En Málaga también hay una empresa de ciberseguridad, Virus Total, que Google compró hace nueve años. Google acaba de anunciar la apertura de un centro de ciberseguridad en Málaga y cientos de millones de inversión. No es una decisión fortuita, Google no trae la oficina a Málaga como podía haberla traído a Alicante. Esta iniciativa nace genuinamente en Málaga porque allí es donde ya existe un equipo con 'superpoderes' que ha ido creciendo de manera orgánica a partir de la semilla de Virus Total. Tampoco ha sido un braguetazo rápido, sino un lento proceso natural de crecimiento y maduración liderado por su fundador, Bernardo Quintero. Virus Total incluso ha creado, en colaboración con la Universidad de Málaga, el que probablemente sea el mejor máster en ciberseguridad del mundo y que será su fuente de personal especializado. Bernardo nos está proporcionando en vivo y en directo la oportunidad de ver cómo se forma un ecosistema especializado en ciberseguridad.

Ni Freepik, ni Besoccer, ni Uptodown nacieron, ni se han ido al parque tecnológico de Málaga. Por supuesto Google no va a abrir su centro de ciberseguridad en el parque tecnológico. Este tipo de empresas no se sienten atraídas por lugares situados a las afueras o enmedio de ninguna parte, por el contrario se sienten atraídas por el centro de las ciudades. Las dificultades, limitaciones constructivas o los costes no les disuaden porque tratan de ser atractivas para traer el mejor talento. Málaga y muchas otras ciudades españolas tienen centros históricos vibrantes y llenos de vida, eso es precisamente lo que las hace atractivas. Sorprende el furor por los parques tecnológicos poligoneros en un país donde tenemos tan clara la apuesta por el sol, la playa, nuestras ciudades y su gastronomía. Ahora resulta que a las tecnológicas no les gustan los polígonos.

Las empresas tecnológicas no necesitan fábricas ni suelo industrial, necesitan conocimiento. Las políticas para estimular el sector tecnológico deben invertir donde se crea y acumula el conocimiento, en las personas, y entender que es una apuesta a largo plazo donde no caben los atajos.

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