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El oportunismo lastra a España: por qué en la tecnología no hay lugar para Lazarillos
En el mundo físico el oportunismo es inevitable y siempre tendrá su espacio, pero en el mundo de la tecnología el oportunismo solo puede aspirar a las migajas
España debería aspirar a ser un país próspero y moderno con capacidad para afrontar los retos del futuro, pero para alcanzar ese objetivo necesitamos un sistema productivo sólido y resistente a las crisis, es decir, pasar de un sistema productivo fundamentalmente oportunista a uno basado en la creación genuina de valor. El oportunismo es una estrategia insuficiente para afrontar la revolución digital global.
Pero ¿qué es valor? El valor es difícil de definir, pero fácil de reconocer. El auténtico valor auténtico permite ventajas competitivas orgánicas, sistémicas, estratégicas y largoplacistas. Algo de valor genuino no es fácil de copiar, nos adelanta años a los competidores y nos permite resistir mejor circunstancias adversas. Apostar por la creación de valor genera un círculo virtuoso que cuál “perpetuum mobile” acumula cada vez más valor y refuerza el conjunto. Alemania es quizás el ejemplo clásico de sistema productivo enfocado a la creación obsesiva de valor cuyo resultado es una economía con fuertes cimientos capaz de resistir a amenazas como el Made in China o las periódicas crisis económicas.
El oportunismo, como su nombre indica, trata de encontrar buenas oportunidades, que pueden ir desde la pura suerte y el inocente aprovechamiento accidental de las imperfecciones del mercado hasta la pillería que coquetea con el delito. Las coyunturas explotadas pueden ser nichos de mercado mal cubiertos o mal servidos, el buen clima, pero también redes de contactos, bajos salarios, cláusulas ocultas y terceros débiles o mal informados. El oportunismo tiene alergia a la creación de valor, sea por incapacidad, deformación o porque en un contexto dominado por la eterna búsqueda del chollo y el dinero fácil todo acaba por dar absolutamente igual. Quien basa su estrategia de negocios en el palco del Bernabeu no se suele dedicar a la investigación de moleculas en laboratorios.
Pero el oportunismo no es forzosamente negativo. En el mundo de los negocios es extremadamente positivo ser capaz de detectar las buenas ocasiones y esas ventanas de oportunidad son el gran trampolín para crear genuinas propuestas de valor a largo plazo. Igualmente positivo es ser capaz de identificar y atacar la llamada “low hanging fruit”, buscar la eficiencia y optimizar la relación coste/esfuerzo. Existe un oportunismo virtuoso. El problema es que con frecuencia el oportunismo genera adicción y acaba cruzando líneas rojas. Las soluciones rápidas por efectivas e ingeniosas que sean casi siempre son cortoplacistas y ñapas que dan resultados inmediatos, pero al precio de una organización disfuncional que termina siendo un gran castillo de naipes. La creación de valor no permite atajos y se caracteriza precisamente por ser sostenible a largo plazo.
En el vibrante mundo de la tecnología es difícil distinguir el oportunismo puro y duro del legitimo aprovechamiento de una ventana de oportunidad. Las propuestas que apuestan por la creación de valor auténtico son difíciles de comprender porque la ventaja competitiva está precisamente en la dificultad y en la no obviedad. En cambio las propuestas oportunistas son inherentemente fáciles de entender. Por ejemplo hay una gran ola oportunista que migra procesos offline clásicos al mundo online a través de un SaaS, es decir, un servicio bajo suscripción mensual para por ejemplo gestionar los recursos humanos, hacer encuestas de clima laboral, etc.
Sin embargo, a nivel tecnológico el valor aportado por la digitalización de procesos tan simples es trivial, la ventaja competitiva tecnológica es nula y el riesgo de comotidización es grande. La ventaja de ser primero no es tal cuando hacemos algo ridículamente fácil. En este tipo proyectos oportunistas existe una cuenta atrás hasta que la competencia se suba al carro, la falta de escalabilidad comprometa el crecimiento, aparezca un competidor mejor financiado o genuinamente innovador. Estos interrogantes son resueltos por el enfoque oportunista con la estrategia de la patada hacia adelante, nueva ronda, cerrar los ojos y esperar una, por supuesto oportunisima, aparición mariana, en forma de adquisición estratégica por un comprador sin remilgos interesado en coger tamaño a toda costa. Aún más milagroso resulta esperar que el fundador abandone a mitad de cruzada su mentalidad oportunista y apueste de corazón por la creación de valor. Los oportunistas de raza suelen estar plenamente orgullosos de su pillería y lo son hasta las últimas consecuencias. Un pillo es una persona que hasta con el agua al cuello dobla la apuesta a una jugada maestra que lo solucionará todo, pero crear tecnología no es jugar al póker.
El ejemplo más ilustrativo de abuso de oportunismo en tecnología se dió en proyectos cuya ventaja competitiva era aparecer el primero en los resultados de Google (SEO en el argot técnico) y que recibían miles de visitantes. Algunas empresas construyeron un producto valioso que ofrecer a sus visitantes y depender menos del SEO. Por el contrario, otras empresas decidieron instalarse en el oportunismo llevando las técnicas de SEO al límite de lo penalizable y aprovechando la siguiente oportunidad dorada que se les presentó: instalar “toolbars” en los navegadores de sus visitantes. Dinero fácil y un crecimiento espectacular que colapsó cuando Google decidió penalizar la instalación de software malicioso como las toolbars. El oportunismo genera gigantes con pies de barro.
En el mundo de la inversión tecnológica también tenemos la distinción entre oportunistas y generadores de valor. Están, por un lado, quienes apuestan por proyectos tecnológicos arriesgados e innovadores que buscan la creación genuina de valor y con capacidad de devolver la inversión multiplicada por 20. Por otro lado tenemos a cazadores de circunstancias ventajosas que tratan de evitar el riesgo. Los primeros se esfuerzan en identificar equipos competentes, grandes mercados, escalabilidad, crecimiento... Los segundos trafican con información para encontrar situaciones de debilidad o personas mal informadas. Los primeros ayudan a crear valor haciendo el pastel más grande, pero los segundos solo aspiran a extraer valor tomando el trozo más grande posible del pastel de otro. El inversor que apuesta por la creación de valor arriesga más, obtiene mayores beneficios y al mismo tiempo contribuye al cambio de modelo productivo. Con el primero ganamos todos, con el segundo gana él solo.
En el mundo físico el oportunismo es inevitable y siempre tendrá su espacio, pero en el mundo de la tecnología el oportunismo solo puede aspirar a las migajas. Aunque la innovación supone la apertura constante de ventanas de oportunidad, la fuerte competencia derivada de las bajas barreras de entrada hace que cientos si no miles se lancen encima de cualquier ocasión y la ventana se cierre muy rápidamente. Apostar por crear valor a largo plazo es la única alternativa para competir, la única estrategia realmente rentable y la única que nos ayudará a cambiar el modelo productivo de nuestro país. En el mundo de la tecnología no hay lugar para Lazarillos.
España debería aspirar a ser un país próspero y moderno con capacidad para afrontar los retos del futuro, pero para alcanzar ese objetivo necesitamos un sistema productivo sólido y resistente a las crisis, es decir, pasar de un sistema productivo fundamentalmente oportunista a uno basado en la creación genuina de valor. El oportunismo es una estrategia insuficiente para afrontar la revolución digital global.