Tribuna
Por
La autonomía tecnológica europea empieza por la nube soberana
Europa debe desarrollar un modelo propio que atienda a su identidad, escuche a sus ciudadanos y convierta la soberanía digital en un proyecto colectivo de progreso y confianza
Vivimos en un momento en el que la geopolítica, el crecimiento económico, la competitividad industrial o la capacidad de innovación de cualquier nación se miden en flujos de datos e infraestructura tecnológica.
La información es un activo estratégico. Y la nube, el espacio intangible que aloja los datos de gobiernos, instituciones y ciudadanos, un territorio con capacidad propia. En este contexto, es necesario reivindicar la soberanía digital de Europa, asentada sobre una nube soberana, que permita impulsar un modelo propio de gestión y control del dato, acorde a nuestras legislaciones, que defienda los valores de la Unión Europea.
La nube, un salto cualitativo
Las tecnologías cloud han sido la base sobre la que hemos construido la evolución digital de los últimos años. Sostienen buena parte de nuestra economía digital y son las responsables de que todos disfrutemos de una cuenta de correo electrónico, de apps y de redes sociales. El salto cualitativo que plantea la nube soberana es pasar de controlar la residencia de los datos –donde se almacenan físicamente– a determinar la soberanía de los datos, es decir, bajo qué jurisdicción se rigen.
En un mundo globalizado, este cambio es esencial. Normativas como GDPR han legislado en torno a la residencia de los datos, lo que no impedía la posible injerencia de legislaciones extranjeras en la gestión de los datos europeos. Las regulaciones que han surgido en Europa –GDPR, Data Act, AI Act o NIS2– buscan garantizar un marco regulatorio propio. Con la nube soberana podemos garantizar su cumplimiento en todos los Estados miembro, de forma flexible y acorde con las legislaciones de cada país.
El desarrollo de la soberanía digital de Europa no pretende levantar muros tecnológicos ni aislar la región del resto del mundo, sino asegurar que las infraestructuras críticas y los datos estratégicos se gestionen conforme a la legislación europea.
Al mismo tiempo, la soberanía digital es un motor para la innovación. Disponer de una infraestructura segura y europea permite que las empresas innoven con confianza sin temor a vulneraciones regulatorias o de seguridad. En sectores que manejan información confidencial o que están sujetos a regulaciones estrictas como el financiero, el cloud soberano impulsa la confianza y el desarrollo de nuevos servicios digitales.
Una IA europea
Pero quizás el mayor valor del cloud soberano esté en su papel como base para una inteligencia artificial europea. La IA necesita una cantidad enorme de datos para entrenarse que deben gestionarse de acuerdo con las normas y los valores europeos. Sin un cloud soberano, no hay un modelo de IA europeo, y sin este modelo, Europa corre el riesgo de convertirse en espectadora del desarrollo tecnológico del futuro.
El gran reto para el desarrollo de esta nube soberana está en la infraestructura tecnológica. Además, también es necesario generar profesionales con competencias digitales e impulsar una visión compartida del futuro digital de Europa.
Es necesario generar profesionales con competencias digitales e impulsar una visión compartida del futuro digital de Europa
Construir un ecosistema de cloud soberano exige coordinación entre gobiernos, instituciones y empresas tecnológicas, y la voluntad de priorizar la soberanía digital como un objetivo estratégico de la Unión Europea. La nube soberana es un mecanismo de garantía de los derechos ciudadanos y un ejemplo de la importancia que la tecnología tiene en la sociedad como herramienta de garantía democrática.
Para lograrlo, Europa debe desarrollar un modelo propio que atienda a su identidad, escuche a sus ciudadanos y convierta la soberanía digital en un proyecto colectivo de progreso y confianza.
*Osmar Polo es el CEO de T-Systems Iberia.
Vivimos en un momento en el que la geopolítica, el crecimiento económico, la competitividad industrial o la capacidad de innovación de cualquier nación se miden en flujos de datos e infraestructura tecnológica.