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Ese zombi llamado música
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Alejandro Laso

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Ese zombi llamado música

Primero fue Napster el que abanderó la revolución, luego llegaron Kazaa, e-Mule y Ares. La industria musical lleva más de una década dándose de bofetadas contra

Primero fue Napster el que abanderó la revolución, luego llegaron Kazaa, e-Mule y Ares. La industria musical lleva más de una década dándose de bofetadas contra los muros de hormigón que le construyó Internet y aún hoy está buscando su rumbo. La Red ha cambiado las reglas del juego y el escenario en el que se movía este sector ha quedado completamente obsoleto.

Las fotografías de artistas recibiendo discos de platino por sus decenas de miles de copias vendidas ya no volverán a ocupar páginas en los periódicos. Tampoco la radio tiene el efecto de antaño. Las listas de éxitos son un producto quemado y las emisoras musicales cada vez más cumplen el papel de sintonía ambiental. Hoy en día no se venden discos y los formatos físicos han quedado como meras piezas de coleccionistas. En este nuevo ‘tsunami’ de cambios, sus principales protagonistas, las discográficas, lejos de liderar el cambio, han decidido ponerse a refugio.

Y es que las productoras de discos no han querido asumir la oportunidad que suponía Internet para su negocio y han apostado por estar en el túnel del tiempo de la gloriosa década de los 90, cuando la música era un negocio que movía montañas. Las discográficas ya no apuestan por grupos nuevos y sólo firman contratos con grupos ya consolidados y mantienen entre paños a los ya consagrados. Ahora se han convertido en 'zombis' que han prescindido de casi toda su maquinaria humana y que sobreviven gracias a las buenas decisiones que tomaron en el pasado y a compañías de música online como Spotify, que les pagan cada vez que un usuario reproduce un tema de uno de los que son o fueron sus artistas.

Precisamente es en este punto donde está el verdadero problema. Las exigencias económicas de las discográficas por cada tema que se escucha en ‘streaming’ en Internet están muy por encima de lo que estas empresas que sí apuestan por el futuro de la música en Internet como Spotify, Rockola.fm o Spool.fm pueden pagar si quieren ser rentables.

En cuanto a los artistas, Manolo Tena fue el primero en darse cuenta de que la industria discográfica iba a convertirse en un problema de futuro y apostó por Internet. Jarabe de Palo montaron su sello en 2008 tras haber pasado por las gigantes Emi, Virgin, Warner y Dro.

Ahora la nueva generación de artistas se apoya en Internet y las nuevas tecnologías para poder sacar adelante su pasión prescindiendo de estos colosos del CD. Lott, uno de los músicos de la nueva generación, está produciendo su segundo disco gracias al apoyo de amigos y a otros artistas consagrados como Barón Rojo o Sangre Azul: “Hacer música hoy en día es algo tremendamente complicado. A la música entre todos la mataron y ella sola se murió. Ahora los artistas nos hemos tenido que convertir en nuestra propia discográfica para salir adelante: buscamos productores, músicos, estudios de grabación y tenemos que diseñar una estrategia de promoción a través de Youtube, las redes sociales y las webs para que nuestros temas lleguen al mayor número de gente”.

Internet se ha convertido en el principal aliado de los grupos nuevos y el principal enemigo de las discográficas. Es la doble visión. Los expertos vaticinan que tiene que pasar otra década para que se reordene la industria y para que las grandes productoras se bajen del pedestal en el que continúan y que asuman las nuevas reglas del juego.

Mientras tanto, este viernes se ha confirmado la venta de Warner Music a Access Industries, el brazo inversor del magnate estadounidense de origen ruso Len Blavatnik por 3.300 millones de dólares en efectivo (2.275 millones de euros). Una venta que sorprende por la cuantía pagada y por el hecho de que una empresa apueste por hacerse con el control de una discográfica líder en una industria herida de muerte. ¿Supondrá esta operación un haz de luz en el futuro nigérrimo de las discográficas?

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Primero fue Napster el que abanderó la revolución, luego llegaron Kazaa, e-Mule y Ares. La industria musical lleva más de una década dándose de bofetadas contra los muros de hormigón que le construyó Internet y aún hoy está buscando su rumbo. La Red ha cambiado las reglas del juego y el escenario en el que se movía este sector ha quedado completamente obsoleto.

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