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'The Young Pope' no quiere tener rostro, la loca serie de Sorrentino
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Aloña Fernández Larrechi

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Aloña Fernández Larrechi

'The Young Pope' no quiere tener rostro, la loca serie de Sorrentino

MediaPro coproduce la creación del director italiano, protagonizada por Jude Law, Diane Keaton y Javier Cámara

Foto: Jude Law protagoniza la serie 'The Young Pope' (Foto: Gianni Fiorito)
Jude Law protagoniza la serie 'The Young Pope' (Foto: Gianni Fiorito)

“Puesto que Dios nos ha dado el papado, gocémoslo.” Esta frase, que la leyenda atribuye a León X, papa del siglo XVI, bien podría pertenecer Pio XIII, el ficticio sucesor de San Pedro que protagoniza la serie de Paolo Sorrentino, ‘The Young Pope’. A diferencia del supuesto autor de la cita, que era un Médici, el Sumo Pontífice al que da vida el británico Jude Law es un hombre de orígenes humildes, huérfano desde los 7 años. Pero la codicia no entiende de cunas, y el arte de disfrutar de la vida, y de exprimir las ventajas que conlleva un cargo, puede caracterizar todo tipo de personalidades. Incluso la del Padre Santo.

Coproducida por Sky, HBO y Canal +, ‘The Young Pope’ narra “la lucha interna entre la enorme responsabilidad del Jefe Supremo de la Iglesia Católica y las miserias del hombre sencillo que el destino (o el Espíritu Santo) escogió como Pontífice” según Sorrentino. A lo que el creador italiano añade que la serie, formada por 10 episodios, trata de “cómo manejar y manipular el poder en un Estado cuyo dogma e imperativo moral es la renuncia del poder y el amor desinteresado hacia el prójimo.”

Arranque tramposo y provocador

Hasta su ascenso a la cúspide de la Iglesia Católica, Pio XIII es Lenny Belardo, el primer papa norteamericano, un hombre cuyo nombramiento no complace a toda la curia, y despierta recelos entre algunos cardenales. Para mostrar la peculiar personalidad del recién elegido, la acción arranca engañando al espectador unos minutos. Tras un onírico paseo por el salón previo al balcón de la plaza de San Pedro, en el que no faltan monjas necesitadas de tratamientos faciales y eminencias con caras desencajadas, el Sumo Pontífice se dirige a su audiencia. No sin antes alzar los brazos y, cual Moisés, detener la lluvia que arrecia sobre el lugar.

Tras este golpe maestro apela a la alegría como camino hacia la felicidad, y anima a los fieles allí congregados a masturbarse, no juzgar el aborto, divorciarse, y ver con buenos ojos los matrimonios homosexuales. Demasiado rompedor para ser real. Cuando los asistentes tratan de asumir el mensaje, suena el despertador, y el novato papa debe abandonar su impecable cama para atender los quehaceres de su nueva vida. Un recurso narrativo ante el que el espectador se debate entre el alivio, por la excesiva modernidad que aportaba, y la amargura, por lo jugoso que parecía semejante personaje.

El joven y moderno Papa

No tardará León XIII en demostrar que no es un Padre Santo cualquiera, solicitando para desayunar una Coca Cherry Light, y rechazando las diversas viandas que se habían puesto a su disposición. La primera de muchas rarezas a la que siguen el tabaquismo del prelado, que según Sorrentino inspiró Ratzinger, su interés por el alcance de la Radio Vaticana o su deseo de recuperar la tiara papal. Que contrastan con un punto tiránico, a veces contradictorio, que rechaza las muestras de cariño, es abiertamente homófobo y no entiende de diplomacia.

Para descubrir las verdaderas aspiraciones del representante máximo de la Iglesia Católica solo hay que esperar a una de las ineludibles citas que incluye la agenda de cualquier recién llegado al cargo. La reunión con Sofía Dubois, la jefa de marketing del Vaticano. Una mujer dispuesta a aprovechar al máximo la belleza y juventud (47 años) del nuevo Pontífice, plasmándola en llaveros, bolígrafos y platos. “¿Platos?, pregunta Pío XII sorprendido. Cuando la mujer le aclara sus intenciones, y el precio al público de las mismas, el protagonista le enseña un plato blanco y le dice que eso es lo que quiere vender.

En un intento de aclarar su idea, el papa le pregunta por el escritor, el director de cine y el artista más importantes de la historia. Las respuestas de la mujer son rebatidas con tres apellidos: Kubrick, Salinger y Bansky. Porque según él, los artistas más importantes siempre han protegido su imagen y el quiere ser un papa invisible, sin imagen. “No existo. Sólo existe Cristo”, concluye.

Los hombres, y la mujer, del Vaticano

Para asistir a lo que Dubois denomina “suicidio mediático”, el papa contará con varios personajes a su alrededor. El más carismático es, sin duda, el cardenal Voiello, que mientras Pío XIII se lo permite, es el secretario del Estado Vaticano. Interpretado por el italiano Silvio Orlando, Voiello es un hombre demasiado habituado a la costumbre vaticana, que de pronto ve como su jefe le reprocha que es un “hombre sin escrúpulos” y cambiante. Y que ante los peculiares procedimientos de éste, que no duda en pedirle que le sirva un café americano, se encomienda a San Pipita. “¿Qué santo es ese?” le pregunta un compañero. A lo que el purpurado responde que “no es un santo, es (era) el delantero del Nápoles”.

Con el cardenal Gutiérrez, el Maestro de Ceremonias del Vaticano al que encarna Javier Cámara, el papa disfruta de las ventajas del cargo. Como por ejemplo, un repentino cierre de la Basílica, con la única intención de disfrutarla en privado. Los momentos incómodos quedan para el Cardenal Michael Spencer (James Cromwell), que tiempo atrás fue su mentor y ahora observa como su pupilo le ha quitado el puesto por el que tanto trabajó. Y la sinceridad la reserva para el confesor de todos ellos, al que le hace saber que espera que le mantenga informado, a costa del secreto de confesión.

Como podría esperarse en una serie ambientada en el Vaticano, la presencia femenina en ‘The Young Pope’ es muy escasa. Al personaje de Sofía Dubois, que interpreta la belga Cécile de France, se suma la hermana Mary, a la que el papa elige como su mano derecha. Diane Keaton es la responsable de dar vida a la mujer que cuatro décadas atrás acogió, en un orfanato gestionado por monjas, al pequeño Lenny. Una monja con carácter que lo mismo trata de complacer, espiando al cardenal Voiello, que le deja plantado ante la cena diaria, cansada de sus desmanes y sus aires de grandeza.

Marca de la casa

‘The Young Pope’, que llegará a España de la mano de HBO, es una producción que lleva el extravagante y mordaz sello de Paolo Sorrentino. El mismo que hace tres años se encargó, personalmente, de crear una de esas películas ante las que todo aquel que quiera distinguirse entre sus compañeros, amigos y otros parientes, debe pronunciarse, ‘La Gran Belleza’. Al igual que esta, la primera serie de Sorrentino ha nacido para no dejar indiferente a nadie. Aunque parece poco probable que desate la ola de amor y odio que despertó la película ganadora del Óscar a la mejor película extranjera.

A veces irreverente, otras trascendental, ‘The Young Pope’ es una creación con una fotografía contundente y pomposa, que envuelve a la perfección esa suerte de anti-papa que encarna Jude Law. Un actor que podría seguir la triunfal estela de intérpretes como Bryan Cranston o Jon Hamm, rostros de personajes revolucionarios como el que quiere ser Pío XIII. Un hombre endiosado que pretende desafiar el orden establecido enfocando u oscureciendo aquello que le conviene. Un personaje especialmente radical, ahora que en el Vaticano manda una figura tan (publicitadamente) humilde como es el papa Francisco.

“Puesto que Dios nos ha dado el papado, gocémoslo.” Esta frase, que la leyenda atribuye a León X, papa del siglo XVI, bien podría pertenecer Pio XIII, el ficticio sucesor de San Pedro que protagoniza la serie de Paolo Sorrentino, ‘The Young Pope’. A diferencia del supuesto autor de la cita, que era un Médici, el Sumo Pontífice al que da vida el británico Jude Law es un hombre de orígenes humildes, huérfano desde los 7 años. Pero la codicia no entiende de cunas, y el arte de disfrutar de la vida, y de exprimir las ventajas que conlleva un cargo, puede caracterizar todo tipo de personalidades. Incluso la del Padre Santo.

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