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La noche más ridícula de la democracia: Mickey Rourke y Gabino a 'tortas' en Oviedo
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Carlos Prieto

Animales de compañía

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La noche más ridícula de la democracia: Mickey Rourke y Gabino a 'tortas' en Oviedo

Un actor cuesta abajo y sin frenos, un alcalde con el turbo puesto y un montón de dinero para gastar. ¿Qué podría salir mál? Crónica oculta del evento que clausuró los fastos del 92

Foto: Montaje: EC.
Montaje: EC.

En 1992 pasaron cosas muy gordas en España. Buenas, malas y regulares, pero sobre todo excesivas, algo inevitable dado el contexto eufórico: 1992 fue el año del gran subidón del país (hay consenso en eso). Se tocó techo anímico durante Barcelona 92, y aunque el año seguiría luego cuesta abajo, sería injusto olvidarnos del gran fin de fiesta, la pasada de rosca definitiva, el combate (bufo) de boxeo de Mickey Rourke en el Palacio de Deportes de Oviedo el 13 de diciembre. Razonable colofón a 12 meses en los que la combinación de dinero fresco, autoestima nacional alta y borracheras de poder dio pie a todo tipo de performances épicas.

'La ley de la calle' (1983), 'Manhattan Sur' (1985), 'Nueve semanas y media' (1986), 'El corazón del ángel' (1987)… Es probable que Mickey Rourke fuera la persona más 'cool' de la tierra allá por 1987.

Dicen que a un bobo le sienta mucho peor un éxito que un fracaso. No sabemos si al Rourke de los 80 le faltaba un hervor, o es que era demasiado joven para asimilar su brutal éxito, el caso es que se metió tanto en su papel de rebelde desfasado... que se le fue de las manos. Le dio una ventolera, denunció una conspiración de Hollywood contra su persona (clásico delirio de divo) y decidió cambiar de oficio: de actor icónico a boxeador profesional.

En efecto, quizá no fuera su idea más sensata... El caso es que Rourke aterrizó en Oviedo a finales de 1992 para pelear contra un oscuro boxeador canadiense —Terry Jessmer— como parte del tercer aniversario del programa 'Pressing Boxeo', de Telecinco, cadena privada que había irrumpido en los hogares españoles con una heterodoxa (y fascinante) mezcla de programas estrafalarios: el combate de Rourke estuvo amenizado por las actuaciones (en 'playback') de dos divas ochenteras: Samantha Fox y Grace Jones. Y con Poli Díaz, el Potro de Vallecas, como invitado cañí estelar. Superen eso, amigos.

Los roles se repartieron así: Telecinco organizaba el sarao y Oviedo pagaba la fiesta. El caché de Rourke fue de 20 millones de pesetas, pagado (casi) íntegramente por un consistorio que iba con el turbo puesto: era la primera legislatura como alcalde de Gabino de Lorenzo, del PP, marcada por un carrusel de aparatosos festejos. Gabino pasaría los siguiente veinte años obteniendo tremendas mayorías absolutas.

El regidor fue entrevistado por la pantalla amiga durante la retransmisión de la velada. Los presentadores le dieron las gracias por "dar todas las facilidades" para la celebración del evento. "Este espectáculo es muy importante para la ciudad a nivel nacional e internacional", aseguró Gabino, que se defendió de las acusaciones de despilfarro de la oposición: "Poder expresarse forma parte de la grandeza de la democracia, pero los que tienen que tomar las decisiones son los que el pueblo ha elegido libremente. A mí me han elegido para esto… Estamos satisfaciendo una demanda de la ciudadanía… Que no me echen en cara lo que ha costado, porque esto es una inversión" (sí, calificar de "demanda de la ciudadanía" un 'playback' de Samantha Fox es lo más cercano a un socialismo tropical que hayamos tenido nunca en España).

"Totalmente de acuerdo con las palabras del alcalde", zanjó mesurado el presentador de Telecinco.

placeholder Gabino, en el centro, entrevistado durante el combate.
Gabino, en el centro, entrevistado durante el combate.


La noche de las bestias

El día antes del combate, Gabino y Rourke protagonizaron una errática rueda de prensa en el Ayuntamiento de Oviedo. El actor filosofó sobre boxeo: "Es una disciplina, una salvación. Me mantiene concentrado". No obstante, preguntado por Kim Basinger, coprotagonista de 'Nueve semanas y media', Rourke se mostró más bien descentrado: "No puedo hablar de Kim. No me acuerdo de ella". Y oye, igual no mentía, pero muy centrado, muy centrado, no parecía, quizá porque había pasado una noche agitada (y lo que le quedaba), quizá por algún otro motivo, el caso es que el comentario más profundo que hizo en toda la rueda de prensa fue sobre… Gabino de Lorenzo: "Tiene una cara muy simpática". Acto seguido, boxeador y regidor posaron como si pelearan en un ring (foto de portada de 'La Nueva España' al día siguiente).

"Fue un Las Vegas casposo", cuenta una de las personas encargadas de la fontanería del evento, que prefiere no dar su nombre, "porque aquello fue un poco sórdido y un disparate total". ¿Su tarea? Una especie de versión celtibérica del Señor Lobo —célebre 'soluciona problemas' de 'Pulp Fiction'— encargado de proveer a los boxeadores de "todo lo que necesitaran". Y cuando decimos todo queremos decir TODO. Hablamos con el Señor Lobo.

PREGUNTA: Al contratarle le dijeron que tenía que conseguir "de todo" a los púgiles. ¿A qué se referían exactamente?

RESPUESTA: Pues de todo.

P.-: ¿De todo, de todo?

R.-: Todo lo que me pidieran.

P.-: ¿Cómo lo gestionó?

R.-: Llamé a un amigo de Oviedo y le pregunté: "Si me piden ESO, ¿dónde lo consigo?". En tal sitio. "¿Y si me piden ESO otro?". En ese otro sitio.

P.-: ¿Cómo transcurrió la primera salida nocturna?

A los diez minutos de llegar al bar me dijeron que 'aquello era una mierda' y 'que dónde estaban las putas'

R.-: Salí por Oviedo con la cuadrilla del otro púgil [el canadiense Terry Jessmer.] Que conste que empecé llevándoles a una cervecería en el [Oviedo] Antiguo, en plan cicerone tradicional, pero a los diez minutos me dijeron que 'aquello era una mierda' y 'que dónde estaban las putas'.

P.-: Ah… ¿y dónde estaban?

R.-: En un antiguo puticlub de Oviedo llamado el Barbarella. Tuve que negociar los servicios para el boxeador. Y yo pensando: pero este pavo, que tiene que pegarse mañana con el Mickey Rourke, y está aquí fumando porros y preguntando a cuánto cobran la mamada… En fin. Yo volví a casa a las nueve de la mañana.

P.-: Ya… ¿y todo esto quién lo pagaba?

R.-: Ah, eso ya no lo sé. Yo intercambio de dinero no vi. A ver, con el boxeador iban un par de mánagers o colegas suyos —que también eran unos piezas—, por cierto; en mitad de la noche, me dijeron: "Oye, si ves alguna que te guste, no te cortes: está todo pagado".

Pausa necesaria. He aquí una de las expresiones claves para entender la trastienda delirante de un país: ESTÁ TODO PAGADO. Cada vez que escuche usted la expresión ESTÁ TODO PAGADO, eche a correr si no quiere acabar en el cuartelillo...

Pero no nos desviemos del camino...

Mickey está meditando

¿Y Mickey Rourke? ¿Qué hacía el actor la noche antes del combate mientras su rival perdía los papeles en un antro? ¿Saltar a la comba? ¿Meditar? ¿Leer ‘La Regenta’, quizá? "Según tengo entendido, a Rourke le llevaron las titis directamente al hotel", cuenta el Señor Lobo.

El panorama no mejoró necesariamente al día siguiente, horas antes del combate, cuando toda la fauna coincidió en el Hotel Reconquista, monumento histórico del siglo XVIII, donde se alojan los notables y las autoridades cuando visitan Asturias, gente seria, salvo que ese día aquello parecía los Premios Príncipe de Asturias del Astracán.

"Era como el hotel de 'El resplandor'. Doblabas la esquina y aparecía el Potro de Vallecas desatado, corriendo en chándal por los pasillos"

"Era como el hotel de 'El resplandor'. Doblabas la esquina y aparecía el Potro de Vallecas desatado, corriendo en chándal por los pasillos, haciéndole amagos de pelea a Mickey Rourke, con un puestazo de espanto. El Potro se metió una hostia mientras hacía que le pegaba una patada de karate a Rourke. Poli Díaz por los suelos. Mickey Rourke completamente desencajado, y yo pensando: '¿Pero esta peña de dónde sale?'. No daba crédito, intenté mantener la compostura, poner cara de póquer, como si todo aquello me pareciera normal”, recuerda el Señor Lobo en tono retrospectivo clásico: tragedia más tiempo igual a comedia.

Luego llegó el combate (por llamarlo de alguna forma). El cronista de 'ABC' describió así la velada: "Rourke intentó convertir el boxeo en una patochada indescriptible…. Dice que ama el boxeo, pero parece que lo quiere hundir…. Si después de esto no le quitan la licencia es que el boxeo mundial está mal, muy mal. No se puede hablar de combate porque no hubo tal, fue pura estafa. Rourke ni se movió… mientras su rival tiraba molinetes sin fuerza y fuera de distancia para no tocarle. El remate final fue lamentable. Desde la esquina del canadiense salió volando la toalla (por cierto, del hotel donde estaba hospedado) en señal de abandono. Estuvo a punto de provocar un escándalo de orden público y fue de vergüenza ajena”. Vamos, que no le acabó de convencer la cosa al plumilla...

Rourke intentó convertir el boxeo en una patochada indescriptible. Dice que ama el boxeo, pero parece que lo quiere hundir

Rourke y Jessmer, en definitiva, parecían dos borrachos tratando de atizarse sin lograrlo del todo, el esperpento apenas duró diez minutos, se dio a Rourke por ganador, el personal empezó a abuchearle y el actor dedicó todo tipo de peinetas y cortes de manga al respetable. ¿Es o no un sinvergüenza maravilloso?

De hecho, Rourke reservó sus mejores golpes para la fiesta posterior, cuando la comitiva farandulera tomó la discoteca La Real, donde el actor y el Potro de Vallecas montaron un buen quilombo.

"¿Que cómo estaban en La Real? Pues hombre: 'colocadines', entrando a las tías, lo típico de este tipo de fiestas… cuando uno viene de hacer el ridículo, pues intenta pasárselo bien luego", recuerda el Señor Lobo.

En realidad, Rourke estaba siguiendo (sin saberlo) una de las enseñanzas políticas claves del gabinismo: las cosas importantes de la vida —amoríos, tortazos, pelotazos inmobiliarios— nunca pasan bajo los focos, sino en los bares. Bienvenidos a la segunda parte de esta crónica...

placeholder Rourke saludando al respetable tras su aparatoso combate. (EFE)
Rourke saludando al respetable tras su aparatoso combate. (EFE)

El estadista

Una de las principales aportaciones españolas a la política mundial es el campechanismo. Campechano fue Juan Carlos I —que hizo la Transición— y campechano es Miguel Ángel Revilla, que hace… ‘El hormiguero’. Prohombres que hablan el bello lenguaje del pueblo, prefieren el chascarrillo a la solemnidad, ordenan y mandan con un palillo entre los dientes, y conocen la psicología del español medio (se la resumimos: no hay problema por grave que sea —las pensiones, la prima de riesgo, una fuga nuclear— que no pueda resolverse en la barra de un bar tras ingerir siete carajillos).

Lo crean o no, la figura clave del campechanismo español no es ni Juan Carlos ni Revilla, sino Gabino de Lorenzo, exalcalde de Oviedo (1991-2012) y exdelegado del Gobierno en Asturias (2012-2018).

placeholder Portada.
Portada.

¿En qué se sostiene tan subjetiva apreciación? En que Gabino representa la máxima depuración del campechanismo: el populismo de chigre. Nadie ha picado en España tanta piedra política en bares, pubs y boites que don Gabino de Lorenzo.

Cualquiera que pasara por Oviedo en los noventa pudo escuchar las fabulosas anécdotas costumbristas que circulaban sobre el alcalde: Gabino saliendo de un bar a las cinco de la madrugada haciendo la conga, Gabino con una corbata en la cabeza, Gabino cantando el 'Asturias, patria querida' a voz en grito. Algunos ingenuos izquierdistas difundían esas historias pensando que así minaban la credibilidad del regidor; craso error: lo que ocurría era justo lo contrario: su figura campechana crecía y crecía con cada jarana nocturna (España es el país del jijí-jajá, las costumbres relajadas, el cachondeíto como Ley Fundamental que impide que el país se rompa en mil pedazos).

Todo esto y mucho más se encuentra en un (imprescindible) ensayo publicado recientemente, 'El gabinismo contado a nuestros hijos' (Trea, 2018), biografía no autorizada de Gabino de Lorenzo 'perpetrada' por David Remartínez y Gonzalo Díaz-Rubín, curtidos en el periodismo local asturiano.

Bares, flamenco y boxeo. Esas fueron las tres principales aficiones de Gabino de Lorenzo antes de convertirse en hombre público.

Bares, flamenco y boxeo. Esas fueron las tres principales aficiones de Gabino de Lorenzo durante su alcaldía.

Para que luego digan que los políticos dejan de ser coherentes tras pillar poltrona.

Gabino presidió la Federación Asturiana de Boxeo cuando era un don nadie... y montó las veladas pugilísticas más espectaculares siendo regidor.

Los taberneros más veteranos de la ciudad conocen chascarrillos de cuando Gabino visitaba sus negocios y se reía y hacía bromas

Gabino fue fundador y presidente de la Peña Flamenca Enrique Morente. Allí conoció, por cierto, a su futuro —y vitalicio— concejal de Economía, Jaime Reinares. Al fin y al cabo: ¿Qué mejor lugar para arreglar la economía mundial que un tablao flamenco a las seis de la madrugada? O cuando política y cuchufleta son la misma cosa.

"Los actos principales de ambas presidencias —boxeo y flamenco— se sucedían en un montón de bares. Aún hoy día los taberneros más veteranos de la ciudad os podrían contar algún chascarrillo de cuando Gabino visitaba sus negocios y se reía y hacía bromas y cantaba y se le amontonaba el alba. El nexo de Gabino con los bares es inquebrantable, allí encuentra lo más profundo de su carácter y se mide con los hombres", escriben David Remartínez y Gonzalo Díaz-Rubín.

"¿Quién no atesoraba en Oviedo alguna anécdota sobre el Gabino callejero, el del trato corto, el socarrón? Esas hazañas apócrifas, siempre localizadas alrededor de un 'vasu', narradas como un chiste de Arévalo que protagonizara Eugenio, han forjado la leyenda popular del paisano ultracampechano y cachondo, sagaz, tabernario, admirable en su inteligente llaneza y en su humor palmario", añaden los biógrafos.

Gabino contaba chistes para que el público se relajara en el despacho o en el refectorio

Al igual que Juan Carlos I, Gabino era un superdotado de las distancias cortas. "En el trato corto Gabino recibía a la gente con el talante de quien acaba de cerrar un acuerdo estupendo en el mercado de ganados de Pola de Siero. Su cara, severa de gesto por defecto, comenzaba a soltar humoradas infrecuentes en un político que, a la vez que relajaba el ambiente, mantenían al regidor como el actor principal de la reunión, ya que su voz cavernosa y la mirada escrutadora dejaban bien claro que aquellas bromas se soltaban para reírse de ellas, no para continuarlas a dúo o en grupo. Gabino contaba chistes para que el público se relajara en el despacho o en el refectorio. Un humor imperial que solo se avista en los personajes llamados a la posteridad por algún destino épico... Siempre le estaremos muy agradecidos a Gabino por mostrarse parecido a cualquiera que se le acercara, aun siendo el único", aseguran los autores.

Como buena figura folclórica, la cultura fue uno de los puntos fuertes del gabinismo. Cultura en su acepción más tabernaria: "Excitó enseguida la fibra sentimental de los ovetenses apuntando a sus gónadas más sensibles: aquellas relacionadas con el cachondeo", se lee en el libro.

Ejemplo total: el combate de Mickey Rourke. "¿Qué nos dice esa elección primigenia de Gabino de Lorenzo sobre su concepción de la cultura? Pues que la cultura es algo para pasárselo bien. Algo para reír y darse codazos y tomarse un refrigerio y contar chistes picantes y cerrar algún negocio llegado el caso", resumen los autores.

Excitó enseguida la fibra sentimental de los ovetenses apuntando a sus gónadas más sensibles: aquellas relacionadas con el cachondeo

El primer mandato de Gabino estuvo marcado por el cachondeo puro y duro… pagado a golpe de talonario: el alcalde se fundió el superávit que habían dejado los socialistas en traer a Oviedo a Michael Jackson (sí, no es broma; costó 160 millones de pesetas), U2 (200 millones de pesetas, y con dos entradas de regalo a cada funcionario municipal, práctica que se convirtió en costumbre, hasta el punto de rozar los disturbios en un bolo de Joaquín Sabina, cuando los fans del bardo comprobaron que solo cuatro bobos habían pasado por caja y que aquello parecía un Congreso Mundial de Funcionarios asturianos).

Al alcalde también le gustaba la zarzuela, quizá más incluso que la política: en 2008 presentó la nueva temporada de teatro lírico vestido de chulapo y canturreando con total impunidad.

El broche de oro a la cultura gabinista lo puso el actor Arturo Fernández, amigo entrañable y socio ideológico del alcalde. Gabino le erigió una estatua, le nombró hijo adoptivo de Oviedo (a un gijonés, ojo al dato) y le contrató en tropecientas ocasiones (esos inolvidables espectáculos teatrales "picantes" de "chavalas en canesú"). Arturo y Gabino estuvieron a punto de convertirse en los Arroyito y Pozuelón de la política española. "El político y el cómico llegaron a fundirse en un acto electoral donde iban a actuar juntos haciendo una chanza de corrala adaptada al entorno conservador. El cartel lo anunciaba como 'mitin-espectáculo', pues iban a comentar el programa del PP y mofarse del socialista. El capricho teatral, por desgracia, no pudo consumarse, ya que Fernández hubo de ausentarse a última hora. De Lorenzo, no obstante, asumió ambas condiciones, la suya como candidato y la de su amigo íntimo como caricato".

El humor es algo muy serio

El libro, en definitiva, logra el extraño milagro de cuadrar el círculo: está escrito absolutamente en serio y absolutamente en broma, pero el tono no chirría, sino que insufla acidez al sujeto de estudio (la única manera posible de captar el fenómeno en toda su magnitud psicodélica). La biografía es, al mismo tiempo, un sobrio trabajo de investigación sobre los desmanes urbanísticos de una era ("el suelo como única ideología"), una reflexión sobre la confusión (interesada) entre negocios privados e intereses públicos ("El Ayuntamiento privatizó todos sus servicios públicos, todos, hasta algunos que antes no existían y que casi se crearon para ser concedidos") y un libelo que satiriza el perfil psicológico y costumbrista de un hombre con ambición de poder.

placeholder Gabino y Rourke en portada.
Gabino y Rourke en portada.

Porque uno no gana elección tras elección así como así. Gabino se anticipó —intuición y astucia nunca le faltaron— a muchas de las tendencias políticas que acabarían explotando en los noventa. O Gabino como alcalde arquetípico del 'boom' del ladrillo: cuando las ciudades crecían sin mesura, los fastos culturales subvencionados eran grandiosos y España no es que fuera bien, es que iba como un maldito cohete.

Otra de las especialidades de la casa fueron las espichas gigantes: con miles de personas comiendo fabada y tortilla de patata para celebrar gratuitamente los hitos urbanísticos del gabinismo, que no fueron pocos (incluido el inevitable Calatrava manirroto y fallido), como a él le gusta recordar: "Si hay una imagen que gusta a Gabino es la que le representa con un casco en la cabeza paseando por una obra municipal. Durante dos décadas, Gabino se afanó por retratarse 'ad infinutum' con un caso de obra en la cabeza y visitando la construcción de una acera, de un centro social, de una fuente…, de un lo que fuera… Aún hoy día, si visitáis su página personal en internet, constataréis cómo exhibe las abundantes obras que decidió y adjudicó y retocó durante sus seis mandatos municipales. La web las refiere una por una con sus correspondientes fotos-con-casco".

"La cultura es algo para pasárselo bien, para reír y darse codazos y tomarse un refrigerio y contar chistes picantes y cerrar algún negocio"

Según cuentan los autores con no poca retranca, Gabino tuvo una visión faraónica tras ser elegido por el pueblo. "El primer día de su alcaldía (1991), Gabino se asomó al balcón consistorial (como hiciera el Brian de los Monty Python en Judea) y observó a los ovetenses arrastrarse entre harapos y niebla. Desde sus profundos ojos de rapaz, Gabino se acongojó. 'Pobres gentes', dicen que exclamó mientras pedía un refrigerio. Entonces, impulsado por una determinación bíblica, 'Best Mayor Ever' resolvió empezar por la luz: ese día primigenio, plantó el primero de los 35.000 faroles que habría de colocar bajo su mandato por todo el municipio. 35.000 faroles. 35.000 faroles, que se dicen pronto. 35.000 faroles, separados entre sí por apenas dos pasos (media: 5 habitantes por farol)".

Pero si el principio del gabinismo fue épico, el final lo fue aún más: "Cuando acabó de construir bibliotecas, centros sociales y cuadras, Gabino contrató a un selecto grupo de empresas para construir aparcamientos. Sin reparar en gastos. Cuando acabó de construir aparcamientos, Gabino contrató a un selecto grupo de empresas para construir palacios. Sin reparar, etcétera. Y cuando acabó de construir palacios, Gabino decidió descansar. 'La ciudad ya está hecha, ahora solo hay que pagarla', exclamó satisfecho, en una de sus frases más célebres y reparando en los gastos. No encontraréis en la historia democrática de España a ningún otro alcalde capaz de soltar en un Pleno, máximo órgano de un gobierno municipal, una sentencia de este calibre", zanjan los autores del libro.

Del ESTÁ TODO PAGADO del combate de Mickey Rourke al AHORA SOLO HAY QUE PAGARLO. Poco más se puede añadir.

PD: Este artículo debe cerrarse necesariamente con una última declaración del Señor Lobo sobre el combate del siglo. "Fue un disparate total. Cuando conseguí que me pagaran, me sentí sucio por dentro. Pensé: 'Este dinero lo tendría que donar a una ONG'… al final me lo acabé quedando, claro". Así se escribe la Historia de España.

En 1992 pasaron cosas muy gordas en España. Buenas, malas y regulares, pero sobre todo excesivas, algo inevitable dado el contexto eufórico: 1992 fue el año del gran subidón del país (hay consenso en eso). Se tocó techo anímico durante Barcelona 92, y aunque el año seguiría luego cuesta abajo, sería injusto olvidarnos del gran fin de fiesta, la pasada de rosca definitiva, el combate (bufo) de boxeo de Mickey Rourke en el Palacio de Deportes de Oviedo el 13 de diciembre. Razonable colofón a 12 meses en los que la combinación de dinero fresco, autoestima nacional alta y borracheras de poder dio pie a todo tipo de performances épicas.

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