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Cumbre del clima de París. ¿Éxito o fracaso?
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José M. de la Viña

Apuntes de Enerconomía

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Cumbre del clima de París. ¿Éxito o fracaso?

El Acuerdo de París parece una lista de deseos propia de un niño ilusionado con la nariz pegada al escaparate envuelto en vaho navideño de una humilde juguetería de barrio

Foto: El comisario europeo de Acción por el Clima y Energía, Miguel Arias Cañete. (EFE)
El comisario europeo de Acción por el Clima y Energía, Miguel Arias Cañete. (EFE)

En una primera lectura me surgieron muchas dudas. Los políticos lo han vendido como un triunfo, lo cual es normal. Otros son más críticos, al no ofrecer ningún acuerdo vinculante más allá de reconocer el consenso de casi 200 países acerca de la magnitud del problema. Es un avance.

El Acuerdo de París parece una lista de deseos propia de un niño ilusionado con la nariz pegada al escaparate envuelto en vaho navideño de una humilde juguetería de barrio. Cuando tales establecimientos vendían juguetes de hojalata y muñecos de trapo que estimulaban la imaginación, más allá de la uniformidad tecnológica virtual que genera clones enanos destinados a consumir sin reparo.

A producir, angelitos mimados, cual inhumanos recursos humanos azuzados por una sociedad utilitaria que fomenta la inocencia hasta alcanzar los 30 años. Edad a partir de la cual el asunto ya no tiene remedio: manda la moda. Los domina la corrección política, las ideas preconcebidas ya convertidas en disparatados dogmas de fe. La agresividad buenista se ha vuelto congénita.

Se tragan idéntica telemierda que fomenta intransigencia neofascista a través de las redes sociales. Cultura basura para feroz consumo de asilvestrados animalitos digitales con el virus de la corrección política inoculado. Incapaces de percibir cómo la ignorancia amartillada en cerebros blandos y moldeables va socavando los pilares de la democracia occidental antaño ilustrada. Bravo por sistema educativo tan avanzado. Nunca hubo élites extractivas tan eficaces. Aceleran su propio fin.

Una carta a los Reyes Magos

El Acuerdo de París parece una carta a los Reyes Magos. Cuyo deseo primordial es que la temperatura media no se incremente más de 2ºC medidos desde tiempos preindustriales. Y, puestos a pedir, solo grado y medio. Objetivo que, al decir de muchos científicos, parece ya imposible de conseguir.

Dice que pondrá a disposición 100.000 millones de dólares anuales. No cómo lo hará ni de dónde saldrán. Afortunadamente, el dinero es lo de menos. No se trata de gastar más, sino de mitigar, adaptar y dejar de contaminar, lo cual a menudo se consigue gratis cuando al cerebro le da por trabajar.

El acuerdo despoja de legitimidad al derecho de pernada que exigían países que, como China e India, suponen la parte mollar de las emisiones y del descalabro que ellos mismos se están creando, cuando la polución los termine de envenenar. Cuando el Himalaya pierda su manto blanco y los ríos tributarios se queden sin agua.

Su deseo primordial es que la temperatura media no se incremente más de 2ºC medidos desde tiempos preindustriales

Cierra el camino a las reclamaciones climáticas por parte de aquellos que todavía no han contaminado lo suficiente, lo cual fue exigido por EEUU. No es malo. Los avances durante los últimos dos siglos y medio no habrían sido posibles sin los combustibles fósiles. No se debe demonizarlos. Tan solo celebrar su funeral con todos los honores por los servicios prestados. Y dejarlos descansar bajo tierra.

Los países que dicen no han emitido lo suficiente, que todavía se creen con derecho a destrozar los ecosistemas, no podrán reclamar nada. China, India o Brasil, por citar alguno, en apenas 15 años, han perdido toda legitimidad. Su crecimiento desaforado y salvaje les impide levantar la voz. Otra cosa son muchas islas-estado del Océano Pacifico. Desaparecerán como continúe aumentando el nivel del mar. Ven cómo las aguas las anegan año a año.

Cumbre con ausencia de método

Lo que convierte en histórica esta cumbre es que por fin hay consenso: el futuro será muy diferente al pasado, para bien o para mal. El acuerdo no vincula a nada, lo cual no tiene por qué ser malo. Entre otras cosas, porque todavía no se ha desarrollado ninguna metodología sensata más allá del fallido Protocolo de Kioto.

Sin metodología, ningún objetivo se cumplirá. Solo hace falta crearla y ganas de implantarla. Procesos y pautas que permitan un desarrollo económico justo y ordenado. Políticas, tanto de oferta como de demanda, que respeten la naturaleza y al ser humano. De momento, no existen. Hay mimbres. No hay ganas.

La ciencia económica neoclásica, llamémosla así, no sabe cómo concebirlas. Cómo desacoplar el consumo energético del crecimiento, adecuando oferta y demanda a la capacidad de regeneración del planeta mediante la implantación de la ciencia de la escasez. Sin tales mecanismos, todo dinero será malgastado.

El superciclo económico que ha durado 250 años ha finalizado. Significa que la econometría tiene que resetearse. Las tendencias pasadas no presuponen nada, lo cual implica que todas las teorías económicas supuestamente validadas por series econométricas sin ningún valor científico se deberán tirar a la basura: la economía técnica, de momento, ha dejado de funcionar.

Especialmente, aquella que pregona crecimiento económico exponencial y eterno apadrinado por el poder omnímodo de la tecnología, la diosa pagana adorada por obtusos sabios nobelados y sus mamporreros académicos y universitarios.

El superciclo económico que ha durado doscientos cincuenta años ha finalizado. Significa que la econometría tiene que resetearse

Valga como prueba el incremento de la burbuja financiera global que nadie se atreve a detener, soportada por unos derechos de pensiones virtuales, que no se podrán cobrar.

La primera medida de choque consistirá en meter mano a la Fed y el BCE, bastión principal de la casta actual. Obligando a que restrinjan la barra libre de crédito de manera paulatina, que no alcanza la economía real. Reformando en serio el sistema financiero, a la vez que se mete mano al gasto público y los múltiples pesebres que succionan los fondos que alimentan la burocracia, la corrupción y la bicha.

Ningún político se atreve. La falta de estadistas con agallas constituye la principal maldición de nuestras democracias. La reindustrialización contribuirá en la lucha contra el cambio climático, acercando el cliente al productor de nuevo, evitando manipulaciones innecesarias, penalizando el 'dumping' humano y medioambiental. Porque, sin reindustralización, el crecimiento en España apenas serán meandros. Será objetivo prioritario.

Europa debería liderar el cambio

Aunque no lo mencione de manera explícita, el acuerdo obliga a Europa y EEUU, aunque sea de manera involuntaria, a mostrar el camino inverso al seguido hasta ahora. Dando ejemplo y liderando el proceso. Es nuestra responsabilidad hacia los países mal llamados emergentes. Jamás estuvieron sumergidos. Sin acción, Bangladesh y parte del Sureste asiático también lo estarán en pocos años.

Occidente impulsó la cultura de usar y tirar. Insostenible espejismo consumista que produce infelicidad. Deberá recular dando ejemplo y mostrar cómo desterrarla envolviendo de nuevo con papel de estraza. Y, de paso, enseñando a crear empleo una vez se aplique él mismo el cuento.

Atornillando a las mentes el nuevo axioma económico: derroche y felicidad no van aparejados. Una cosa es conseguir que la población alcance una calidad de vida digna. Otra muy diferente que deba hacerlo malgastando energía e incrementando la polución mediante consumo sin limitación.

Una puerta a la esperanza

En esta clase de eventos globales, lo importante no son las medidas concretas sino la declaración de intenciones. Por primera vez hay consenso planetario: a la Tierra se le ha acabado la paciencia. Ya no soporta al ser humano.

Nada cambiará mientras la economía no se reforme. Estableciendo mecanismos económicos virtuosos que aborden la tragedia de los bienes comunes y generen crecimiento sin contaminar ni hacer daño a nadie, creando nuevos procesos para fomentarlo.

Fue en Europa donde surgieron la Ilustración y la Revolución industrial. Comenzará aquí la ansiada revolución o precipitará su decadencia. Es su obligación generar nueva ciencia. Implantar mecanismos económicos virtuosos que permitan atajar los problemas medioambientales, incluido el cambio climático. Aquí se producirá el retorno al humanismo, la eterna búsqueda de la belleza y el arte, cada vez más despreciada. O se asentará otro caos milenario a la manera romana.

La próxima cumbre deberá fijar la metodología. Primero hay que desarrollarla. La comunidad especializada en supuestas ciencias sociales deberá algún día decidirse a abordar tales menesteres de una manera científica. Obligaría por fin a pensar fuera de la manada ortodoxa. Para ello hace falta crear base teórica, desarrollar la Economía Fundamental.

Europa, ¿hay alguien ahí?

Feliz Navidad.

En una primera lectura me surgieron muchas dudas. Los políticos lo han vendido como un triunfo, lo cual es normal. Otros son más críticos, al no ofrecer ningún acuerdo vinculante más allá de reconocer el consenso de casi 200 países acerca de la magnitud del problema. Es un avance.

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