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Los fieles a Pedro Sánchez ya se preparan para la "resistencia" a partir del 26-J
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Gonzalo López Alba

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Los fieles a Pedro Sánchez ya se preparan para la "resistencia" a partir del 26-J

Los pronósticos internos en el PSOE apuntan a un congreso federal en septiembre que se decantaría a favor de Susana Díaz, si no emerge una tercera vía que evite el choque

Foto: Pedro Sánchez saluda a simpatizantes y militantes en Albacete, este 20 de mayo. (EFE)
Pedro Sánchez saluda a simpatizantes y militantes en Albacete, este 20 de mayo. (EFE)

La insistencia pública de Susana Díaz en enfatizar que el PSOE únicamente puede asumir el objetivo de “ganar” las próximas elecciones no solo ha sido interpretada unánimemente por los observadores como un anuncio del comienzo de la cuenta atrás para el final de la carrera de Pedro Sánchez. Idéntica interpretación se ha hecho en el interior de la organización: para los partidarios de que la presidenta andaluza tome el timón, es la confirmación oficiosa de su disposición a cruzar Despeñaperros tras los próximos comicios porque solo los 'hooligans creen en la posibilidad de la victoria; y, para los fieles al secretario general, ha sido la constatación definitiva de que sus detractores tienen ya preparada la declaración de guerra para el día después, si es que no se produce en la misma noche electoral.

Pero si los barones y notables socialistas no cesan de sacudir la silla del secretario general y candidato, sus partidarios también se mueven para apuntalarla. Como ya hace tiempo advirtió el catedrático de Filosofía Política Daniel Innerarity (‘La sociedad invisible’, Espasa), en esta época de posmodernidad los grandes conflictos ya no se plantean como antaño en guerras explícitas, ni siquiera en guerras frías, sino en modo conspirativo, aquel que “confunde mediante signos que no significan lo que deberían”. Y la política no es ajena a esta nueva tendencia en la que vive instalado el PSOE desde que José Luis Rodríguez Zapatero anunció su retirada.

El equipo del secretario general confía en mejorar los resultados y se reserva como último cartucho su presentación como "el candidato de las bases"

Por todos los territorios, desde Madrid, donde Sánchez tomó el control orgánico a través de Sara Hernández tras la fulminación de Tomás Gómez, hasta Andalucía, donde también tiene partidarios, aunque son una abrumadora minoría, pasando por Valencia, donde Ximo Puig conquistó el liderazgo con el apoyo de algunos partidarios declarados del secretario general, o Asturias, donde el secretario de Organización, César Luena, no ha cesado de mover los hilos para desestabilizar a Javier Fernández, los 'sanchistas' ya se están preparando para -en sus propias palabras- “la resistencia”, que es la forma de ganar a través del desistimiento del adversario haciendo que el coste del enfrentamiento le resulte inasumible.

La división interna del PSOE es una realidad más real que la de la unidad escenificada en actos como el de este domingo en el paseo de La Habana de Madrid. Cierto es que, como señala Innerarity en su citada obra, en la contienda electoral “ya no se enfrentan programas, sino rostros”, hasta el extremo de que en gran medida “el lugar de la ideología lo ocupa la escenificación”, pero no es menos cierto que, como él mismo también dice, en la era de la “hipervisibilidad” ocurre que “el que mira sin interpretar no se entera de nada”.

Aunque la teatralización de la unidad sea inevitable y hasta imprescindible, carece de verosimilitud porque si alguien entre los socialistas se siente defraudado con Sánchez, además de Susana Díaz, que, con una inocencia política que solo puede causar perplejidad, creyó que podía ponerle en el trono para que se lo guardara, son las viejas guardias. De entre las muchas divisiones internas, que van desde lo ideológico hasta lo estrictamente personal, una de las más notables es la que enfrenta al candidato con el ‘establishment’ socialista.

Sánchez se ha granjeado su animadversión por la precipitación y no siempre buenas maneras con las que se apresuró a matar al padre. Zapatero, que acertó a ejecutar de forma exquisita este acto freudiano con Felipe González, se siente defraudado con él, preocupado por el futuro del partido y, en cierta medida, culpable porque, llevado por el consejo del exministro Miguel Sebastián y otras personas de su entorno, lo apadrinó frente a la alternativa de Eduardo Madina que él mismo había promovido con antelación. La suma de todo ello hizo que, como contó este diario, intentara relanzar a Madina en el convencimiento de que sería un grave error acudir a la repetición de las elecciones sin un movimiento de banquillo que revitalizara la organización con nuevos bríos.

Y un sentimiento similar de desencanto anida en Alfredo Pérez Rubalcaba, que si bien apoyó a Madina en las primarias para la secretaría general, después ayudó y colaboró con Sánchez en un proceso que ha tenido mucho de Guadiana. No son las de Zapatero y Rubalcaba dos excepciones individuales. Otros muchos miembros de las viejas guardias socialistas, que ya no están en la disputa por los cargos ni por hacerse un hueco en la cabina de mando, creen que se ha prescindido absurdamente de su experiencia y esta sensibilidad se ha visto acentuada ante la constatación de que “todo va a peor” y sin indicios consistentes de cambio en la tendencia.

Los defensores de Sánchez replican que ningún otro secretario general del PSOE recibió “peor herencia” que la que a él le ha tocado gestionar. Rubalcaba estableció en 2011 la peor marca del partido desde la restauración de la democracia: 110 diputados, por debajo de los 118 cosechados por Felipe González en 1977 y los 125 de Joaquín Almunia en 2000 (ahora son 90). Nunca antes había tenido el PSOE un competidor tan fuerte por su izquierda como desde que surgió Podemos y todavía es el día en el que muchos españoles siguen atribuyendo a Zapatero la responsabilidad de la crisis económica.

Sánchez se ha granjeado la animadversión del 'establishment' socialista, que se siente defraudado, inquieto y, alguno como Zapatero, culpable

Los ‘sanchistas’ se aferran a la trayectoria baloncestista de su líder para mantener la moral. “En baloncesto, más que la altura (el número de escaños) influye la habilidad para ocupar la posición (la llave para la formación de Gobierno). Si Pedro consiguió de rebote la secretaría general, no se puede descartar que también de rebote consiga la Presidencia del Gobierno”. Y si no se produce esta carambola, que no goza del favor de los oráculos demoscópicos, tiene en contra el antecedente fallido de la legislatura ‘non nata’ y está sometida al cumplimiento de las expectativas que le exigen los principales accionistas (ser la fuerza más votada), todavía le queda un último cartucho en la recámara.

En el equipo de Sánchez confían en que, en el marco descrito, cualquier mejora respecto a los resultados del 20-D será un capital suficiente para pedir un nuevo depósito de confianza a los militantes, con los que ha buscado una alianza directa para sortear las zancadillas de los barones, que también se han dejado jirones de ‘auctoritas’ por el camino. Ya no habrá marcha atrás en la elección directa del secretario general por los afiliados, así que su lema será que él es “el candidato de las bases”. Pero quienes conocen las dinámicas internas del partido sostienen que “si los barones se ponen las pilas, ganará quien ellos quieran”; es decir, Susana Díaz, porque no ven otra alternativa. Y, puesto que a la sultana andaluza no le pondrán carroza aunque le tiendan la alfombra roja, en los pronósticos internos se maneja que, en septiembre u octubre a más tardar, habrá un congreso que se decantará a favor de Díaz con un reparto aproximado de 60% frente a 40%. Un escenario a propósito para que emerja una tercera vía.

La insistencia pública de Susana Díaz en enfatizar que el PSOE únicamente puede asumir el objetivo de “ganar” las próximas elecciones no solo ha sido interpretada unánimemente por los observadores como un anuncio del comienzo de la cuenta atrás para el final de la carrera de Pedro Sánchez. Idéntica interpretación se ha hecho en el interior de la organización: para los partidarios de que la presidenta andaluza tome el timón, es la confirmación oficiosa de su disposición a cruzar Despeñaperros tras los próximos comicios porque solo los 'hooligans creen en la posibilidad de la victoria; y, para los fieles al secretario general, ha sido la constatación definitiva de que sus detractores tienen ya preparada la declaración de guerra para el día después, si es que no se produce en la misma noche electoral.

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