Es noticia
Quién gana y quién pierde con lo del Santander (y seguro que lo imaginas)
  1. España
  2. Postpolítica
Esteban Hernández

Postpolítica

Por

Quién gana y quién pierde con lo del Santander (y seguro que lo imaginas)

La concentración del sector bancario no es más que un signo de los tiempos que debe obligarnos a repensar la sociedad: vivimos en la redistribución de abajo hacia arriba

Foto: El Banco Santander ha comprado por un euro el Banco Popular. (EFE)
El Banco Santander ha comprado por un euro el Banco Popular. (EFE)

La compra del Popular por el Santander puede ser analizada desde muchos puntos de vista, y algunos de ellos se han descrito excelentemente en este diario. Pero si elevamos la mirada y nos apartamos del caso concreto, o si lo tomamos como uno más de una larga serie, encontraremos unas constantes que definen un panorama.

Una de las críticas más habituales desde la izquierda, e incluso desde esa parte de la derecha que entiende que la cohesión social es beneficiosa para todos, también para los que están en la parte superior de la pirámide social, es que nuestra sociedad ha dejado de redistribuir. Pero no es cierto: sigue haciéndolo, solo que la redistribución es de abajo hacia arriba, tanto en poder como en recursos.

El pez grande se come todo

Hay quien piensa que esto no es más que una expresión más de aquella vieja máxima, “el pez grande se come al chico”, pero lo cierto es que nuestro mundo va un paso más allá: el pez grande se come a todos los demás. Lo del Santander es buen ejemplo. Los empleados, las pymes que tenían deuda subordinada y los pequeños accionistas van a perder mucho, si no todo. En la operación hay bastantes perjudicados, y solo un ganador, el Santander.

Dos sectores salieron perdiendo con las concentraciones: los trabajadores y las clases medias. Ahora es el turno de las medias altas

Esto es típico de nuestra época. En el sector bancario español es evidente, porque de los siete bancos de la Transición quedan dos, que han ido absorbiendo a buena parte de los operadores del sector. De este modo, muchos más recursos se han ido concentrando en menos manos, con las consecuencias que van a menudo aparejadas: hay menos puestos de trabajo, menos rentabilidad para el cliente, un aumento irracional de las comisiones, un peor servicio porque las oficinas bancarias están cerrando y las que quedan se destinan a la venta (el servicio que antes prestaban ahora lo haces tú, para eso está internet). Todos ellos son factores que provocan que los beneficios de las grandes entidades aumenten y que los recursos se concentren aún más.

Adiós a las pymes

No sucede solo en el sector bancario, sino que es una tendencia presente desde hace tiempo y que no se detiene. Gran parte de las pymes españolas han desaparecido, y los productos y los servicios que prestaban son ahora realizados por grandes firmas que han ido quedándose con el mercado. Los autónomos son en su mayoría falsos autónomos y muchas pequeñas y medianas empresas carecen de poder de decisión: son en realidad subordinadas y dependientes de las grandes. La lucha entre el sector del taxi y Uber de la que estamos siendo testigos es exactamente esto, un intento de canalizar el servicio que prestan un montón de autónomos y pequeños empresarios hacia grandes firmas que subordinan los conductores a su marca. Es la esencia de nuestro tiempo, y la mediación de internet no ha hecho más que profundizar en ella. Los grandes modelos de negocio que provienen de Silicon Valley aspiran a ser monopolísticos, y a eso, entre otros factores, deben su éxito.

Puede que los ricos cuenten con una residencia en Nueva York, París o Hong Kong, pero son cada vez más una nación en sí mismos

Hasta ahora, había dos sectores típicamente perdedores en este giro hacia la concentración, como eran los trabajadores y las clases medias. Unos porque vieron cómo sus opciones laborales se reducían, cómo los empleos a los que podían optar eran fundamentalmente del sector servicios y no estaban bien pagados, y eso en un marco de competencia creciente provocada, como ocurre en España, por un paro elevado. Las clases medias tampoco podían aspirar, como en el pasado, a puestos intermedios, porque son cada vez menos, han visto cómo el trabajo estable disminuía y cómo las opciones de subsistencia para los pequeños empresarios, que eran caminos típicos de ascenso social, resultan ridículas si las comparamos con décadas anteriores. Y todo esto en un momento en que las posibilidades de ascenso social que la formación proporciona también se reducen: demasiada gente con títulos para pocos puestos.

Nuevas élites

Pero esto no acaba aquí, porque cuando el pez grande se come a todos los demás, no se contenta con los pequeños. Se está librando una competición a escala mundial que opera en varios planos: las empresas globales acaban comprando a las nacionales, y las clases altas que se internacionalizan tienden a influir, a obtener más recursos y a situarse en el nuevo contexto mucho mejor que las locales. Los dos bancos que se han quedado con el resto, Santander y BBVA, lo han conseguido porque tienen un perfil mucho más global. Al mismo tiempo, las élites actuales no se forjan mediante las interacciones con el entorno nacional, sino con las que tienen lugar en las escuelas y las universidades: en la Ivy League, en Oxford y Cambridge, y en las escuelas de negocio 'top'. En un capitalismo globalizado, en el que la economía penetra y perturba las divisiones nacionales de clase, las nuevas élites se mueven en redes globales y no piensan en términos de territorios, sino de afinidades con personas de su mismo nivel de logro, por lo que acaban conformando una comunidad mundial cuyos miembros tienen mucho más en común entre sí que con el resto de sus compatriotas: “Puede que cuenten con una residencia en Nueva York, París o Hong Kong, pero son cada vez más una nación en sí mismos. Les unen más los intereses o las actividades que la geografía”.

Como asegura Richard Reeves, de la Brookings Institution, “está generándose una brecha enorme entre el 20% de la sociedad y el resto”

Pero esto tiene consecuencias, porque como asegura en su nuevo libro, 'Dream Hoarders', el profesor de economía y 'fellow' en la Brookings Institution Richard Reeves, está generándose una brecha enorme entre el 20% de la sociedad y el resto. Las concentraciones no solo se realizan para disponer de más músculo financiero, conseguir más clientes, ampliar mercados, etc., sino para obtener más recursos para quienes forman parte de la élite de directivos e inversores de estas firmas, lo cual tiende a reforzar a quienes ya están arriba. Y en varios sentidos. No se trata solo de que tengan muchas más posibilidades de reproducir esas posiciones de ventaja que el resto, sino de que también acumulan mucho más poder.

La sociedad de la excepción

Esto es evidente en el caso Santander, porque han comprado regalado el Popular, han señalado al BCE como responsable al que dirigirse en caso de futuras reclamaciones, han tejido fórmulas para protegerse de ellas y se beneficiarán de aportes estatales. Son facilidades que el sistema procura a sus actores más aventajados, lo cual hace que en el paso siguiente gocen de ventajas todavía mejores. Y eso es una forma de redistribución del poder que es especialmente peligrosa para las sociedades, porque unos lo acumulan y otros carecen por completo de él. Lo es en la posesión de recursos, pero también en opciones vitales. Estamos en la sociedad de la excepción: las normas valen para todo el mundo, menos para unos cuantos actores que tienen la capacidad de lograr ventajas.

Por eso, como dice Reeves, esta desigualdad creciente no es solo culpa de actores que utilizan las ventajas que poseen, sino de un sistema político y económico que incentiva y refuerza ese tipo de actitudes. Lo del Santander y el Popular no es más que otro paso en una dirección que hace las diferencias de poder y de recursos más profundas, y eso no conviene a nadie. Si el pez grande se come todo, tenemos un grave problema.

La compra del Popular por el Santander puede ser analizada desde muchos puntos de vista, y algunos de ellos se han descrito excelentemente en este diario. Pero si elevamos la mirada y nos apartamos del caso concreto, o si lo tomamos como uno más de una larga serie, encontraremos unas constantes que definen un panorama.

Santander Accionistas Rentabilidad Banco Central Europeo (BCE) Social