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Ya lo advertía Carlos III: mucho cuidado con lo que se negocia con los británicos
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Celia Maza (La Isla)

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Ya lo advertía Carlos III: mucho cuidado con lo que se negocia con los británicos

Boris Johnson no tiene ninguna intención de cumplir el Protocolo de Irlanda pactado con la UE tras el Brexit. Pese a la presión del G7, el 'premier' se muestra impertérrito

Foto: Retrato de Carlos III de Anton Raphael Mengs.
Retrato de Carlos III de Anton Raphael Mengs.

En las 'Instrucciones Secretas', el testamento político que dejó Carlos III (1716–1788), el rey recomendó que no se firmaran “tratados con Gran Bretaña pues la Constitución de dicho país hace imposible saber en qué medida los gobiernos de Londres respetarán los compromisos adquiridos por sus plenipotenciarios”. El matiz lo recoge Ángel Liberal Fernández en el libro 'Gibraltar: Base Militar', un profundo análisis, no solo sobre el interés anglo-americano por el Peñón, sino también sobre las tácticas negociadoras de los británicos.

El autor explica que “desde su infancia aprenden a dramatizar o mostrarse impertérritos cuando les conviene”. “Esto ocurre, sobre todo, en los momentos finales de las negociaciones, que es cuando plantean sus jugadas más arriesgadas y en las que ponen a la otra parte en el trance de ver frustradas las expectativas de lograr un acuerdo”.

En otro momento, Liberal también relata que “son muy hábiles rompiendo o alterando el sincronismo obligado en las concesiones mutuas inherentes a cualquier negociación”. “Llevándolo al extremo sería algo así como: usted cumple sus compromisos desde ahora mismo y, en cuanto los míos, ya veremos”, matiza. Cuando no alteran el sincronismo, “retrasan la aplicación de lo acordado para, años después, exigir nuevas contrapartidas antes de volver a negociar lo que ya habían concedido”.

Foto: Joe y Boris. (Ilustración: Raquel Cano) Opinión

La primera edición del libro es de 2009. Nadie hablaba por aquel entonces del Brexit. No mencionemos ya el siglo XVIII, cuando el monarca redactó sus últimos deseos. Sin embargo, cada una de las palabras refleja a la perfección la actual polémica en torno al Protocolo de Irlanda. Boris Johnson no tiene ninguna intención de cumplir la solución pactada con Bruselas para evitar frontera dura en la isla de Irlanda, uno de los requisitos recogidos en el Acuerdo de Viernes Santo que selló la paz en 1998 entre católicos y protestantes.

La estrategia ha quedado plasmada de manera evidente durante la reciente cumbre del G7. La llamada “guerra de las salchichas” ha monopolizado el esperado encuentro entre las siete democracias más ricas del mundo. El propio Joe Biden ha dado una “reprimenda” diplomática a Downing Street para que cumpla su palabra. Pero Johnson se ha mostrado impertérrito.

Es más, con un dominio de la palabra como pocos, los británicos quieren hacer ver ahora que la inflexibilidad e incluso ignorancia de Bruselas es realmente lo que está causando los problemas en Irlanda del Norte. El Ejecutivo considera incluso “ofensivo” que la figuras de la UE “repetidamente” hablen de la provincia británica “como si fuera otro país distinto del Reino Unido”.

Mire, Mr. Johnson. Lo que único que está diciendo la UE es que Irlanda del Norte tiene ahora un estatus diferente al del resto del país porque eso es exactamente lo que usted acordó. Se negó a dejar a todo el Reino Unido dentro de la unión aduanera, la propuesta que planteó en su día Theresa May. Por lo tanto, los productos que pasen ahora de Gran Bretaña (Escocia, Inglaterra y Gales) a Irlanda del Norte están sujetos a una serie de controles porque usted acordó que la provincia británica, a diferencia del resto del Reino Unido, quedara alineada con las pautas del mercado comunitario.

No tuvimos más remedio

La versión británica defiende que Londres no tuvo más remedio que firmar el Protocolo de Irlanda porque, de otra manera, un Brexit sin acuerdo habría creado un daño económico innecesario, sin resolver además, la compleja situación de la frontera irlandesa. Vamos, que fueron a la par héroes y mártires. Pero considera que, claramente, la solución no funciona, por lo que hay que renegociarla.

La prensa ya habla de invocar la 'Unfair Contract Terms Act 1977', alegando que se pueden rehacer contratos que se consideren inaplicables. Está claro que el Número 10 necesita ahora del apoyo de sus rotativos fieles para ir trasladando el mensaje que les conviene.

En este sentido, Allister Heath, editor del 'The Sunday Telegraph', biblia para los 'tories', explicaba recientemente en una columna que la UE no estaba actuando racionalmente: “Está en modo kamikaze, comprometida a castigar a Gran Bretaña a cualquier precio” para salvar “el mercado único europeo supuestamente sacrosanto”.

"La obsesión de la UE por las normas fitosanitarias no es más que una excusa para intentar separar a Irlanda del Norte"

“Ha llegado el momento de poner en evidencia a la UE: su obsesión por las normas fitosanitarias no es más que una excusa para intentar separar a Irlanda del Norte del resto del Reino Unido”, matiza el periodista, que se refiere al Protocolo de Irlanda como un caso clásico de un “tratado desigual”, “del tipo que la dinastía Qing de China se vio obligada a firmar con todas las potencias imperiales”. “El resultado fue la amargura por un 'siglo de humillaciones' que continúa envenenando las relaciones internacionales hasta el día de hoy, y un sentimiento de resentimiento que ayudó a marcar el comienzo del deplorable régimen comunista-nacionalista de China”, matiza.

La cuestión es que Boris está consiguiendo su propósito. No solo ya ha aplazado de manera unilateral algunos de los controles en los puertos norirlandeses y amenaza ahora con no implementar otras reglas que deben entrar en vigor a finales de junio, sino que además está dividiendo al contrincante. Y ya se sabe: divide y vencerás. Las principales figuras de la UE tienen enfoques distintos sobre cómo actuar frente a la polémica del Protocolo de Irlanda. Los partidarios de la línea dura liderados por el francés Emmanuel Macron y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, insisten en que se debe aplicar sin excepciones la ley del mercado único.

Foto: Vista aérea de la playa de Cala d'Or, en Mallorca. (Reuters) Opinión

Pero otros, como Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea, ahora a cargo de las negociaciones con Londres, están presionando para que haya una flexibilidad de las reglas —como las relativas a los medicamentos— a fin de lograr un compromiso.

Ya lo advertía el rey Carlos III. Mucho cuidado con lo que se negocia con los británicos.

En las 'Instrucciones Secretas', el testamento político que dejó Carlos III (1716–1788), el rey recomendó que no se firmaran “tratados con Gran Bretaña pues la Constitución de dicho país hace imposible saber en qué medida los gobiernos de Londres respetarán los compromisos adquiridos por sus plenipotenciarios”. El matiz lo recoge Ángel Liberal Fernández en el libro 'Gibraltar: Base Militar', un profundo análisis, no solo sobre el interés anglo-americano por el Peñón, sino también sobre las tácticas negociadoras de los británicos.

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