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"Veo que a los demás les va mejor que a mí y lo paso mal"
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Luis Muiño

El consultorio psicológico del siglo XXI

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"Veo que a los demás les va mejor que a mí y lo paso mal"

A todos nos da rabia que los demás obtengan algo que queremos. Pero solemos pensar que solo nosotros lo hacemos, porque es un sentimiento que se oculta

Foto: Nos comparamos continuamente. (iStock)
Nos comparamos continuamente. (iStock)

"Sr. Muiño, me gustaría saber su opinión sobre una duda. Tengo 38 años y una vida bastante buena. Estoy casada con un hombre con el que llevo una vida feliz, tenemos dos hijos con ciertos problemas (el mayor tiene problemas de desarrollo) pero todo va bien. Tengo muchas amigas y es difícil pillarme en casa. Además tengo un buen trabajo de administrativa que me divierte y muchas amigas en el trabajo. Pero sufro a menudo porque creo que a otros les va mejor que a mí. Cualquier cosa que me comentan mi familia o mis amigas me puede producir sensación de inferioridad y lo paso mal. Me ocurre en internet: veo en Facebook lo bien que les va a los demás y me doy pena a mí misma. El otro día mi primo me contó que le habían ascendido y cuando me dijo lo que ganaba me dio algo de rabia y no me gusta porque yo a mi primo le tengo cariño… ¿Por qué me pasa esto?".

Vamos a llamarle a las cosas por su nombre: tienes envidia. Y la tienes por la misma razón que la tenemos todos: es un sentimiento que forma parte del 'software' del ser humano. Paul Krugman, profesor de economía de la Universidad de Princeton, realizó numerosos experimentos en los que se muestra que nuestras decisiones vitales están teñidas de celos de los éxitos ajenos. Nos comparamos continuamente y nos produce resquemor ver que los demás tienen más que nosotros. Incluso podemos llegar a tomar determinaciones paradójicas: la mayoría de las personas prefiere ganar poco dinero en un entorno en que los demás ganan menos que ellos a tener mejores ingresos pero estar rodeados de compañeros que ganan más.

Al igual que te sucede a ti, a todos nos da rabia que los demás obtengan algo que nosotros queremos conseguir. Pero tienes la impresión de que solo tú sufres por esto porque vivimos en una sociedad en la que la envidia se oculta. Hay una razón: admitirla es una mala estrategia competitiva. Autores como Marvin Harris nos advierten que hay dos versiones de los fenómenos sociales: la que dan los implicados (lo que él llama punto de vista EMIC) y la que un observador externo deduciría a partir de los datos (ETIC). Al igual que otras "variables ocultas" (como la mentira o la infidelidad), la envidia es negada desde un punto de vista EMIC. Casi nadie asume que se compara continuamente. Pero si adoptamos un punto de vista ETIC y miramos las cifras, está claro que es un fenómeno que mueve el mundo. Al igual que sucede con la mentira y la infidelidad, sentir envidia es adaptativo… mientras no te pillen. Por eso muchas personas niegan sus celos y nos hacen sentir culpables por los nuestros.

Más insatisfechos tras visitar las redes sociales

Rompe ese tabú. Trata de observar a los que tienes alrededor y creo que estarás de acuerdo conmigo en que se trata de un fenómeno universal. Ha sucedido lo mismo en otras épocas históricas: las rivalidades entre Napoleón y Wellington, entre Cervantes y Lope de Vega o entre Thomas Edison y Nikola Tesla azuzaron el esfuerzo de estos personajes históricos. Y en la actualidad sigue siendo un asunto presente en todas las culturas: el profesor de la Universidad de Virginia, John Portmann, ha dedicado un libro (' When Bad Things Happen to Other People') a estudiar la tendencia americana a desear que la persona que ha destacado falle y caiga para así dejar de envidiarla.

Además, últimamente las redes sociales han aumentado nuestro resentimiento por los éxitos ajenos. Un estudio reciente de dos universidades alemanas ('Envy on Facebook: A Hidden Threat to Users' Life Satisfaction?') mostraba que muchas personas se sienten más insatisfechas con su vida tras visitar las redes sociales porque ven acrecentado su resquemor hacia la "buena vida" que tienen los demás.

La envidia es un fenómeno que mueve el mundo. Al igual que sucede con la mentira y la infidelidad, sentirla es adaptativo… mientras no te pillen

Abrir los ojos a la universalidad del fenómeno te ayudará a integrarlo en tu vida. Los sentimientos no tienen por qué ser políticamente correctos, no es su función. Existen para adaptarnos a las circunstancias. La envidia, por ejemplo, funciona como una alarma: nos permite constatar nuestra inferioridad en algún aspecto y nos azuza para contrarrestarla. Es un sesgo cognitivo universal que todos utilizamos. Cuando alguien te dice "yo no envidio" solo constata que en este momento se siente satisfecho en determinada faceta de su vida y sale bien parado de las comparaciones…

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Foto: iStock.

Pero en realidad los que creen carecer de este sentimiento lo experimentan cuando quieren algo que pueden conseguir y no lo tienen. Peter Washington, en su corrosivo libro ' El mandril de Madame Blavatsky', cuenta sabrosas anécdotas sobre el nivel verdulero y los insultos hirientes de algunos de los fundadores de la "espiritualidad buenrollista" moderna (Madame Blavastky, Krishnamurti, Annie Besant…) cuando les tocaba perder en sus juegos de poder internos. En cuanto había motivos para el resquemor, estos supuestos apóstoles del "Concéntrate en ti mismo sin compararte con los demás" se convertían en fanáticos de la envidia cochina. Nadie puede evitar esta sensación. Por eso te propongo dejar de sentirte culpable por ella y empezar a sentirte responsable de su canalización. Una reciente investigación dirigida por Iris Mauss, profesora de psicología de la Universidad de Berkeley, corroboraba que las personas que habitualmente aceptan este tipo de emociones tienen mejor salud psicológica. ¿Cómo puedes hacer esto? Te dejo algunas pistas.

¿Existe la envidia sana?

En muchas culturas se distingue entre "envidia sana" y "envidia mala". La sabiduría popular coincide con muchas investigaciones científicas. Por ejemplo, el psicólogo de la Universidad de Tilburg, Niels Van de Ven, publicó hace unos años un estudio en el que pedía a miles de personas de países diferentes que recordaran experiencias en las que habían sentido pelusa. Encontró características comunes que seguramente reconocerás: frustración, sentimiento de inferioridad, rabia hacia la otra persona. Pero había otros factores que no siempre aparecían. Por ejemplo: aunque deseemos ganar a la persona con la que competimos, podemos desearle (o no) un fracaso generalizado. Otro factor diferencial: a veces admiramos a la persona de la que tenemos celos, otras la menospreciamos…

La mayoría prefiere ganar poco cuando los demás ganan menos que ellos a tener mejores ingresos pero estando rodeados de gente que gana más

A partir de esas variaciones, Van de Ven definió dos tipos de envidia. La sana mezcla el resquemor con respeto hacia el "vencedor" y motivación para la autosuperación. La tóxica, por el contrario, nos lleva a la parálisis, a la sensación de indefensión y, finalmente, a la amargura: acabamos deseando el mal ajeno sin que esto nos lleve a mejorarnos. Estas diferencias se deben a los tipos de pensamientos que activamos en cada caso. La "envidia sana" está basada en constataciones puntuales que nos permiten tolerar la frustración ("Esta vez no he conseguido tener lo que él tiene: la próxima trabajaré para lograrlo"). En la "envidia cochina", por el contrario, surgen ideas irracionales como el "pensamiento Superman", la propensión a creer que para ser valiosos debemos ser capaces de lograr cualquier cosa en todas las áreas posibles. Otro sesgo es el "pensamiento Best Seller", que nos lleva a pensar que necesitamos la aprobación de todas las personas significativas que tenemos alrededor. También está el temible "pensamiento selectivo", que se ejerce cuando nos centramos en detalles negativos ignorando las características positivas más relevantes de la situación.

Lee si quieres a terapeutas que han trabajado este tipo de ideas irracionales (Aaron Beck o Albert Ellis son dos buenos ejemplos) y verás cómo te ayuda a canalizar tu envidia. Eso te puede ayudar a dejar de luchar contra ella y convertirla en una buena compañera de viaje.

"Sr. Muiño, me gustaría saber su opinión sobre una duda. Tengo 38 años y una vida bastante buena. Estoy casada con un hombre con el que llevo una vida feliz, tenemos dos hijos con ciertos problemas (el mayor tiene problemas de desarrollo) pero todo va bien. Tengo muchas amigas y es difícil pillarme en casa. Además tengo un buen trabajo de administrativa que me divierte y muchas amigas en el trabajo. Pero sufro a menudo porque creo que a otros les va mejor que a mí. Cualquier cosa que me comentan mi familia o mis amigas me puede producir sensación de inferioridad y lo paso mal. Me ocurre en internet: veo en Facebook lo bien que les va a los demás y me doy pena a mí misma. El otro día mi primo me contó que le habían ascendido y cuando me dijo lo que ganaba me dio algo de rabia y no me gusta porque yo a mi primo le tengo cariño… ¿Por qué me pasa esto?".

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