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"Mi hijo cree que todo esfuerzo es inútil. Está perdido y no tiene objetivos en la vida"
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Luis Muiño

El consultorio psicológico del siglo XXI

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"Mi hijo cree que todo esfuerzo es inútil. Está perdido y no tiene objetivos en la vida"

Algunos adolescentes sienten que el mundo no es justo y no merece la pena esforzarse. Un lector nos pregunta de qué manera puede ayudar a su retoño a ponerse en marcha

Foto: ¿Falta energía o motivación? (iStock)
¿Falta energía o motivación? (iStock)

"MI hijo, de 20 años, está completamente desengañado de la vida. Cree que el mundo es perverso, que atonta a las personas, que las utiliza para el enriquecimiento de unos cuantos. Cada vez le encuentra menos sentido al esfuerzo personal (hay que contar con que él es vago y desordenado por naturaleza) porque cree que todo esfuerzo es inútil. Se encuentra perdido y prácticamente sin objetivo en la vida. Cuando este año acabe lo que está haciendo, se quedará sin proyecto vital alguno. Yo ya no sé cómo convencerlo de que solo las habilidades que adquiera le ayudaran a defenderse en la vida, pero responde que todo es inútil. Adopta actitudes defensivas y se muestra agresivo ante cualquier intento de hacerlo reaccionar en el sentido de que debe esforzarse por obtener del sistema social lo que este puede ofrecerle sin convertirse en un esclavo. Temo que pueda caer en el torbellino de algún atractor nocivo. Rogaría algún tipo de consejo".

Hola. Por lo que leo en tu email, intentas ayudar a tu hijo tratando de convencerle para que se esfuerce más. Y parece que la estrategia no está funcionando. Por eso te voy a ofrecer una idea alternativa. ¿Y si abandonas la táctica de pedirle que se autoimponga obligaciones e intentas ayudar a tu hijo a buscar incentivos propios que le proporcionen impulso vital?

Muchos psicólogos sostenemos la teoría de que el sacrificio está sobrevalorado como explicación del éxito. En realidad, los seres humanos hacemos pocas renuncias. Los investigadores canadienses Marina Milyavskaya y Michael Inzlicht, por ejemplo, han publicado hace unos meses un estudio que mostraba que las personas exitosas apenas utilizan su fuerza de voluntad.

El final de este camino es una sociedad en la que uno presumía de haber llegado a donde estaba renunciando a actividades más placenteras

Mira a tu alrededor y quizás estés de acuerdo conmigo en que lo que realmente hacen aquellos a los que les va bien (laboral y personalmente) es dedicar tiempo y energía a disfrutar de determinadas tareas para las que tienen un don. Apenas tienen que rechazar tentaciones, porque las actividades que les apartarían de su camino no les agradan especialmente. Los individuos que pasan muchas horas en sus puestos de trabajo, los que estudian continuamente o los que hacen mucho deporte disfrutan en general de ello y prefieren esas ocupaciones a otras alternativas.

Desde la Revolución Industrial, sin embargo, se nos ha vendido la idea de que el éxito viene del sacrificio personal. Desde esa época, las sucesivas generaciones trasmitían a sus hijos la idea de que gracias al autocontrol podemos renunciar a las distracciones y labrarnos un futuro afanándonos en lo que no nos gusta hacer. El psicólogo de la Universidad de Florida Roy Baumeister analiza en sus libros las razones históricas que han popularizado esa idea. El nacimiento del cristianismo, el Renacimiento y la Reforma protestante, la Ilustración, el movimiento romántico y finalmente, el impacto del capitalismo la han ido apuntalando. Estos hitos nos han llevado desde la identidad asociada al linaje familiar ("¿Y tú de quién eres?", se pregunta aún en muchos pueblos) a la percepción de un yo individual en lucha contra el mundo. El final de este camino es una sociedad —en la que muchos de nosotros hemos sido educados— en la que uno presumía de haber llegado a donde estaba renunciando a actividades más placenteras gracias a su fuerza de voluntad. Esa es la táctica vital que muchos tenemos en la cabeza cuando empezamos a educar a nuestros hijos.

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El problema es que hoy en día parece muy difícil venderles esa estrategia. En su obra 'The Price of Privilege', la profesora de la Universidad de Stanford Madeline Levine muestra que en las últimas décadas los chavales crecen con un fundado escepticismo acerca de la eficacia del esfuerzo personal. Saben que la inmensa mayoría de los famosos actuales en cualquier área son ídolos que no han realizado ningún sacrificio. Triunfan porque han dedicado mucho tiempo y energía a hacer algo que les gustaba y después se han visto favorecidos por las circunstancias.

Por eso muchos autores buscan alternativas a esa educación basada en inculcar fuerza de voluntad. Podríamos resumir estas nuevas ideas, a nivel cognitivo, en sustituir el antiguo "tengo que…" por un "quiero…". Si ayudamos a los chavales a encontrar su propia motivación conseguiremos que muchas de las actividades necesarias para su éxito vital las lleven a cabo por impulso interno. Y eso reduciría las tareas tediosas al mínimo posible.

Todos somos bastante vagos y si tenemos siempre delante "estímulos nocivos", sucumbimos

Por ahí pueden ir los tiros de la estrategia que te propongo. Por un lado, creo que puedes echarle una mano a tu hijo ayudándole a interiorizar hábitos. Una frase atribuida a diversas escuelas de pensamiento dice "escoge la mejor manera de vivir; la costumbre te la hará agradable". Los automatismos vitales, la estructura de vida que marca nuestra cotidianeidad, influye en nuestra vida mucho más de lo que creemos. En un artículo reciente titulado 'The myth of self-control' el divulgador Brian Resnick nos conminaba a dejar de sobrevalorar el poder de la fuerza de voluntad. Este autor reúne ideas de autores recientes (Brian Galla, Kentaro Fujita, etc.) que muestran que si algo que nos atrae mucho más que lo que estamos haciendo está continuamente presente, acabamos por ceder a la tentación. Dicho en términos cotidianos: todos somos bastante vagos y si tenemos siempre delante "estímulos nocivos" (como tú les llamas) terminamos sucumbiendo. Por eso el autor propone que centremos nuestros esfuerzos en crear hábitos que aparten de nuestra vista las tentaciones. Es decir, que nos esforcemos en crear rutinas vitales que nos permitan no tener que esforzarnos luego.

Pero estos mismos autores admiten que nadie sostiene una vida basándose únicamente en automatismos. Es necesario, además, buscar motivaciones intrínsecas para que la mayoría de lo que hacemos nos resulte más estimulante. En este punto te aconsejo "salirte del marco" mental habitual para poder ayudar a tu hijo. Cuando hablamos de incentivos vitales, tendemos a pensar en la "motivación de logro". Desde que fue definido por Henry Murray, psicólogo de la Universidad de Harvard, este impulso para lograr los objetivos que nos hemos propuesto es el más popular en nuestra sociedad. Las personas que poseen motivación hacia el logro tienen un gran deseo de dominar ciertas habilidades, controlar personas o situaciones y llegar lo antes posible a niveles altos. Es un "impulso porque sí": los que la tienen aceptan los retos vitales porque se sienten incitados por ellos y prefieren siempre el éxito al fracaso.

Foto:  ¿Dónde está el límite? (iStock) Opinión

El problema es que olvidamos que esta no es la única motivación del ser humano. Tendemos a buscarla en nuestros hijos y nos ponemos muy nerviosos si no la encontramos. Pero hay muchos más impulsos vitales que llevan a una vida satisfactoria y apartarían a tu hijo de la desesperanza. En su libro 'Motivación inteligente' la psicóloga Beatriz Valderrama define una gran variedad de acicates. Hay motivaciones como la exploración, la cooperación, la independencia, el hedonismo o la afiliación que tu hijo probablemente no se ha permitido experimentar aún. Te recomiendo fomentar esa búsqueda de "impulsos alternativos" a la tradicional motivación de logro. Si él (como tantos otros) es de los descreídos de la cultura del esfuerzo, quizás puedas ayudarle más promoviendo su exploración de caminos diferentes que le lleven hacia otros motores vitales.

"MI hijo, de 20 años, está completamente desengañado de la vida. Cree que el mundo es perverso, que atonta a las personas, que las utiliza para el enriquecimiento de unos cuantos. Cada vez le encuentra menos sentido al esfuerzo personal (hay que contar con que él es vago y desordenado por naturaleza) porque cree que todo esfuerzo es inútil. Se encuentra perdido y prácticamente sin objetivo en la vida. Cuando este año acabe lo que está haciendo, se quedará sin proyecto vital alguno. Yo ya no sé cómo convencerlo de que solo las habilidades que adquiera le ayudaran a defenderse en la vida, pero responde que todo es inútil. Adopta actitudes defensivas y se muestra agresivo ante cualquier intento de hacerlo reaccionar en el sentido de que debe esforzarse por obtener del sistema social lo que este puede ofrecerle sin convertirse en un esclavo. Temo que pueda caer en el torbellino de algún atractor nocivo. Rogaría algún tipo de consejo".

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