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Cómo evitar que tus pensamientos hipocondríacos te dominen
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Luis Muiño

El consultorio psicológico del siglo XXI

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Cómo evitar que tus pensamientos hipocondríacos te dominen

Cada vez que oigas el runrún interior que parece avisarte de una enfermedad terrible e inminente, tranquilo. Todo está en tu cabeza

Foto: Foto: iStock.
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"Buenas, doctor. Verá, hace como dos semanas encontré un pequeño bulto en el pecho. Enseguida pensé que era cáncer pero a los 2 días me puse con la regla. En lugar de tranquilizarme estaba pasando por tanto estrés que veía en mi brazo hinchazón y acudí a urgencias hasta 8 veces en 3 días, incluso alarmé a toda mi familia y amigos con la idea de que tenía algún tipo de cáncer. Acudí a hacerme un análisis de pago y se lo llevé a mi médico de cabecera quién me dijo que estaba todo completamente normal y que tenía que relajarme. La cosa es que no lo hago, pienso que no se dan cuenta de que tengo algo y que me voy a morir. Cada vez que pongo alguno de mis síntomas en Internet y me aparece un tipo de cáncer distinto me convenzo de que lo tengo y me empiezo a sentir mal. Lo último ha sido preocuparme por unos bultos que tengo en el brazo que se me hinchaba que incluso mi madre tiene. Si pienso en el pecho, me duele, si pienso en el brazo, se me hincha, si me dicen que uno de los síntomas de cáncer es tener fiebre, siento que me va a entrar. Necesito ayuda".

Hola. Intentaré echarte una mano sugiriéndote teorías y técnicas que te pueden ayudar a entender lo que te pasa y suavizar tus sensaciones negativas.

El 'runrún' interior

Ya hablé en un artículo anterior de la hipocondría. Allí contaba cómo fomenta Internet este tipo de preocupaciones, qué ocurre cuando la obsesión se apodera de nuestra mente y cuál es la diferencia entre hipocondría y nosofobia. Verás, leyendo aquella carta, que se trata de una contrariedad muy habitual (yo mismo padezco tus síntomas) Por eso, muchos expertos en salud mental etiquetan la hipocondría como el Bigfoot de las enfermedades. Los que la sufrimos, nos activamos —al igual que los creyentes en la mítica criatura estadounidense— cada vez que aparece la más mínima señal. Y como ellos, escuchamos un runrún interior que nos sigue inquietando aunque ninguna prueba científica encuentre aquello que nos ha puesto en estado de alerta. No se puede demostrar la no existencia de algo (ni de una enfermedad ni de un monstruo peludo) y si nuestra mente sigue alimentando esa corriente subterránea de duda nos seguiremos haciendo daño.

La red hace que los hipocondriacos nos abandonemos al 'Doctor Shopping' y busquemos confirmaciones que sostengan nuestro alarmismo

En aquel artículo hablaba también de la incidencia que tienen las nuevas tecnologías en este problema. La red hace que los hipocondríacos (al igual que los creyentes en la criptozoología en su terreno) nos abandonemos al "Doctor Shopping" buscando confirmaciones que sostengan nuestro alarmismo. Internet potencia lo que Peter Wason, profesor del University College of London, denomina "Sesgo de Auto-confirmación". Este psicólogo descubrió en sus experimentos que los seres humanos tendemos a buscar únicamente los datos que ratifican lo que nosotros creemos previamente. Por eso, cuando queremos poner a prueba una hipótesis, nos esforzamos en corroborarla y obviamos las informaciones que la refutan. Los ciberhipocondríacos navegamos por la Red leyendo por encima los datos tranquilizadores y buscando compulsivamente los preocupantes. Y una vez que los hemos encontrado, nuestro cerebro utiliza esa información para desmentir al médico que descartó la enfermedad.

Utilizando nuevamente la estrategia Bigfoot, inventamos argumentos para explicar que haya una enfermedad no detectada: el laboratorio ha confundido los análisis, el doctor es incompetente o no se atreve a decirnos que hay una enfermedad grave, el mal que padecemos es desconocido aún por la ciencia, etc. Como nos recuerda Peter Wason, nuestro cerebro puede evitar las hipótesis menos alarmistas porque esas no acaban con nuestra incertidumbre. El problema de la verdad científica es que nos deja con la ansiedad de no saber exactamente a qué se debió nuestra vaga sintomatología.

Contra la hipótesis negativa

De hecho, expertos como el psicólogo Gail Martz sitúan en esta falta de tolerancia al desasosiego el centro del problema. Se sufre por este problema cuando no somos capaces de sobrellevar la inseguridad habitual acerca de nuestro estado de salud propia del ser humano. En esos momentos preferimos una hipótesis negativa ("Tienes una enfermedad") a tener que tolerar la incertidumbre ("Lo más probable es que no tengas nada"). De hecho, la correlación con la falta de tolerancia a la incertidumbre es tan clara que este experto define la hipocondría como "ansiedad por la salud".

Las personas hipocondriacas somos más sensibles a las señales internas del organismo

"No le temo a la muerte, solo que no me gustaría estar allí cuando suceda", dijo Woody Allen. Si te fijas en el personaje habitual de sus películas, verás que otra variable del problema es la permanencia de la obsesión. Se trata de una inquietud que se mantiene indefinidamente. En 'Hannah y sus hermanas', el protagonista sale del médico bailando exultante porque le han dicho que no tiene cáncer. Diez segundos después, habiendo recorrido apenas cien metros, vemos cómo nuevamente empieza su preocupación obsesiva. Esta inquietud constante es característica de la personalidad hipocondríaca y, de hecho, hay autores que la relacionan con factores bioquímicos. El psiquiatra Monte Buchsbaum, por ejemplo, descubrió que en estado de alarma segregamos dos tipos de hormonas: la adrenocorticotrópica (ACTH) y las endorfinas. La primera mejora nuestra capacidad de atención y aumenta la sensibilidad al dolor. El otro agente químico, las endorfinas, tiene el efecto contrario: lo mitigan disminuyendo la capacidad de atención para que podamos seguir con nuestra vida. La hipótesis de Buchsbaum es que quizás los hipocondríacos, por nuestro mayor nivel de liberación de ACTH, tengamos tendencia a mantener esa señal de alarma inicial durante más tiempo.

Sesgo de auto-confirmación, falta de tolerancia a la incertidumbre, fatalismo cognitivo, ansiedad obsesiva…Piensa si estas claves psicológicas explican el estado de ánimo en el que estás sumergida. Si es así, te sugiero que valores la idea de acudir a un psicólogo. Un terapeuta te ofrecerá herramientas para trabajar estos problemas. Por ejemplo, Arthur Barsky, profesor de psiquiatría de la Universidad de Harvard, diseñó un tratamiento partiendo de su "Teoría de la Amplificación Somatosensorial". Según esta hipótesis (que enlaza con teorías bioquímicas como las de Buchsbaum) las personas que sufrimos excesiva preocupación por la salud tenemos más sensibilidad ante las señales internas del organismo. Su programa intenta ayudar a los pacientes a dejar de focalizar su atención en los estímulos internos.

Estrategias a seguir

Este es uno más de los tratamientos que intentan echarnos una mano cambiando la forma en que procesamos nuestros síntomas. Muchos de ellos incluyen la Reestructuración Cognitiva, que sirve para dejar progresivamente de atribuir los síntomas difusos o ambiguos a enfermedades graves. Además, suelen ofrecer alguna técnica de relajación que genere sensaciones gratificantes que sustituyan al desasosiego interno característico de los hipocondríacos. También se trabaja la asertividad, para que la persona consiga manifestar deseos y consiga cariño sin necesidad de "ponerse enfermo". Otra estrategia útil es la Terapia de Aceptación, que enseña a no luchar contra los síntomas para convertirlos en sensaciones admisibles que nos permiten seguir con nuestras actividades diarias sin tanto sufrimiento.

Es también eficaz la Exposición Interoceptiva, que enseña al paciente a generar y hacer desaparecer las sensaciones internas temidas para adquirir control sobre ellas. Incluso las nuevas tecnologías están sirviendo para echar una mano con este problema: el uso de la realidad virtual (RV) y Realidad Aumentada (RA) ayuda a afrontar de forma gradual y sistemática las situaciones o dificultades que los pacientes temen en un entorno protegido. En "Tormented Hope. Nine Hypochondriac Lives", Brian Dillon describe las preocupaciones obsesivas por la salud de personajes como Charles Darwin, Marcel Proust o Andy Warhol. Leyendo sus biografías nos asombra la cantidad de tiempo y energía mental que perdieron luchando contra enfermedades imaginarias. Mi consejo es que, en vez de luchar contra esos males fantasmagóricos, afrontes el problema real: la hipocondría. Disminuirla sí que mejorará realmente tu salud. Te lo digo por experiencia.

"Buenas, doctor. Verá, hace como dos semanas encontré un pequeño bulto en el pecho. Enseguida pensé que era cáncer pero a los 2 días me puse con la regla. En lugar de tranquilizarme estaba pasando por tanto estrés que veía en mi brazo hinchazón y acudí a urgencias hasta 8 veces en 3 días, incluso alarmé a toda mi familia y amigos con la idea de que tenía algún tipo de cáncer. Acudí a hacerme un análisis de pago y se lo llevé a mi médico de cabecera quién me dijo que estaba todo completamente normal y que tenía que relajarme. La cosa es que no lo hago, pienso que no se dan cuenta de que tengo algo y que me voy a morir. Cada vez que pongo alguno de mis síntomas en Internet y me aparece un tipo de cáncer distinto me convenzo de que lo tengo y me empiezo a sentir mal. Lo último ha sido preocuparme por unos bultos que tengo en el brazo que se me hinchaba que incluso mi madre tiene. Si pienso en el pecho, me duele, si pienso en el brazo, se me hincha, si me dicen que uno de los síntomas de cáncer es tener fiebre, siento que me va a entrar. Necesito ayuda".

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