Mi batalla contra la ELA
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¿La Sanidad pública merece seguir troceada en 17 partes?
Como enfermo, he sentido no solo el empeoramiento en los recursos humanos y técnicos de la Sanidad pública, sino la descoordinación entre territorios que crea desigualdades
Mientras asistimos estos días al espectáculo gratuito y en 'streaming' que están dando nuestros principales políticos, siguen en pausa las reformas necesarias de este país. Para llevarlas a cabo fue para lo que elegimos representantes el 20 de diciembre. Creíamos que la crisis había traído un diagnóstico claro de todo lo que se había hecho mal (o tremendamente mal) en los años de la falsa bonanza. Ese veredicto parecía unánime hasta que con las siglas hemos topado.
Me muerdo la lengua, que esto no es una tribuna política, aunque paso a hablar de algunas reflexiones, acerca de lo que va este blog, que me han dejado las negociaciones en lo que a propuestas se refiere. España paga a día de hoy un precio muy alto por los prejuicios originados en el pasado. Algunos tienen base histórica, otros son mera propaganda cínica. Pero en estos días, juegan un papel de clichés que están siendo el mayor enemigo para tener un debate inteligente y poder llegar a soluciones. Y cuando se usan para hacer juicios exprés y categóricos en esa coctelera de ejes izquierda-derecha, arriba-abajo y nacionalismos-centralismo, uno se da cuenta de que nuestros representantes no están entendiendo absolutamente nada.
Las autonomías y el sistema sanitario
Los recortes en Sanidad y la privatización (bajo sospecha constante de intereses sucios detrás) llevados a cabo durante la crisis son el mejor ejemplo de las disfunciones de nuestro sistema político y territorial. Cierto es que algunos lugares han visto mayores penurias que otros (el triste consuelo ha sido "a nosotros nos recortan un poco menos que al de dos provincias más allá"), pero tanto la falta de ingenio para abordar el ajuste como la grosería de algunas medidas son comunes en toda la geografía española.
Pocas veces me he sentido menos español que ante un farmacéutico incapaz de validar mi número de tarjeta sanitaria de otra comunidad
Yo, como enfermo, he sentido en primera persona no solo el empeoramiento en los recursos humanos y técnicos de la Sanidad pública, sino la descoordinación entre territorios que agrava el problema y crea desigualdades. La fuerza centrífuga que surgió como respuesta a la cruel estructura estatal franquista explica que cada comunidad autónoma aspire a gestionar cada vez más recursos propios. Pero es una crisis como esta la que nos señala que esa descentralización tiene unos límites y que quizás en aspectos esenciales los hemos sobrepasado hace tiempo. Al menos, si lo que queremos es tener todos los mismos derechos prácticos en cualquier lugar del Estado. A lo mejor estoy equivocado, pero el único patriotismo que entiendo es ese. De lo mundano nace el amor hacia lo abstracto, nunca al revés.
Albert Rivera propone unificar la tarjeta sanitaria de nuevo. Habla incluso de que con el DNI o la tarjeta de residencia sea posible que te atiendan sin problemas en cualquier lugar de España. Por experiencia, creo que es un paso adelante, de progreso, que ayudará a enmendar un rumbo errado, por mucho que signifique para soberanistas o regionalistas un paso atrás y perder derechos autonómicos ya adquiridos. Dicen que el nacionalismo se cura viajando. Pues en este caso, nunca mejor dicho, se les puede acusar a quienes así piensan de haber viajado muy poco y, sobre todo, de no saber lo que es necesitar asistencia fuera de tu comunidad o ir a una simple farmacia a por un medicamento recetado. Pocas veces me he sentido menos español (quizá la expresión exacta sea "pocas veces me he sentido más resignado ante el perenne desentendimiento entre españoles") que ante un farmacéutico incapaz de validar en el sistema informático mi número de tarjeta sanitaria de otra comunidad. Alguna vez he llegado a pagar el precio del medicamento íntegro ante el bloqueo mental de quien me despachaba.
Enfermos con distintos tratamientos
Igual pasa con la gestión de datos de historiales médicos, con el acceso a los servicios cuando se solicita el derecho de una segunda opinión médica, con la estrategia de redes de asistencia y unidades especializadas, con la movilidad del personal sanitario y un largo etcétera. Ya hablé largo y tendido sobre algunas trabas que tuve entre Andalucía y Madrid. Porque, claro, cada comunidad ahora paga sus tratamientos y quien recibe mucho enfermo de fuera quiere que se le abone el gasto extra o, si no, cierra la puerta a nuevos enfermos de esa comunidad externa. Lo hace de forma sibilina y nunca lo reconocerá, puesto que radicalmente no puede hacerlo, al ser un derecho teórico.
La eficiencia y la eficacia administrativas ahorran mucho dinero público. Eso es lo que hay que pulir antes de cerrar camas de hospital
También en el proceso de diagnóstico pasé por un hospital importante de Barcelona. Los profesionales, como todos los que me han tratado, estuvieron a la altura, y también fue muy parecido su lamento por las trabas a su trabajo desde la Administración y por lo ineficiente del sistema. Además, lo estancas que son las distintas sanidades públicas de cada comunidad quedaba patente en un detalle tan absurdo como es el idioma. Pese a que sabían que yo era un madrileño residente en Cádiz, los informes que me entregaron estaban todos en catalán. Algunos eran pruebas y gráficos cuyos parámetros están en esa lengua por defecto, y otro, en cambio, fue redactado en catalán por quien me hizo las pruebas. No quiero tratar este tema desde las vísceras, como por desgracia se hace en uno y otro extremo. Solo quiero tirar de sentido común, y este nos dice que el único fin de un idioma es entenderse y comunicarse con fluidez. Pues eso no es lo que ha ocurrido entre quien escribió ese informe y quien me lo ha requerido en Madrid o Andalucía, donde tuvieron lógicas dificultades para entenderlo. Más allá de la anécdota, seremos un país mejor cuando hasta estos detalles estén bien coordinados. La eficiencia y la eficacia administrativas no solo cohesionan, también ahorran mucho dinero público. Eso es lo que hay que pulir antes de cerrar camas de hospital.
Pese a que sabían que yo era un madrileño residente en Cádiz, los informes que me entregaron estaban todos en catalán
Con el prejuicio por delante, la propuesta de Rivera será tachada por algunos de vuelta al centralismo casposo y, con ese veredicto previo, que entra perfecto en un tuit, ya tienen establecido el argumento para ni sentarse a la mesa a negociar. Por cómo hablan unos y otros, parece que no acepten que los millones de votos de cada uno por separado no son fuerza para sacar adelante ninguna propuesta. Tampoco aceptan que el adversario pueda tener una idea mejor que la suya para empezar a arreglar un problema concreto. Y además renuncian a la posibilidad de que algunas de sus propias propuestas se hagan realidad.
La Sanidad española: una reforma necesaria
Aceptando como primer paso la tarjeta sanitaria única, por ejemplo, Podemos podría acabar introduciendo en la legislación la prohibición explícita del copago sanitario en todo el estado, una medida progresista con la que también estoy muy de acuerdo, por cierto. Eso es pactar, ninguna minoría impone lo suyo y en cambio el resultado contiene los mínimos que representan a una amplia mayoría. Algo así es lo que se necesita hoy, y solo gente con mucho talento y buen talante demostrará que está a la altura del reto. De momento, y siguiendo la tradición de los últimos lustros, están dejando mucho que desear. A nuevos y viejos les sigue costando darse cuenta de que la ciudadanía no somos niños de teta.
Por seguir dando ideas, qué mejor uso se le puede dar al nuevo Senado que reformarlo como una cámara de integración territorial y comunicación entre comunidades. Donde la Sanidad y la Educación, por eso de ser las partidas de gasto público más importantes y, por supuesto, lo que da dignidad e igualdad a cualquier ciudadano, sean allí coordinadas desde un punto de vista global. Una función así de específica pero tan relevante quizá ya justificaría esa cámara, cuya actividad debería estar conectada a la opinión y asesoramiento de los profesionales y expertos en la gestión sanitaria, de educación, etcétera. Hasta ahora, quienes más tienen que aportar siguen siendo ninguneados.
De momento, están dejando mucho que desear. A nuevos y viejos les sigue costando darse cuenta de que la ciudadanía no somos niños de teta
Todo eso requiere trabajo, serenidad y un pacto amplio que en España aún no se ha sabido hacer. Pero ya es hora de ponerse a ello con decisión y madurez, empecemos los ciudadanos por aceptar la complejidad de lo que somos como sociedad, nos agrade más o menos, porque a todos nos gustaría que nuestras siglas tuvieran 12 millones de votos y que nuestro partido legislase según nuestras preferencias. Pero eso no es así, la familia no se elige, nuestro país es el que es. Y ahora es más plural que nunca.
Y los políticos (los que tengan la valía), que levanten el vuelo y que arreglen poco a poco lo que no funciona, que tienen donde elegir. Detrás de eso irán después los sentimientos de pertenencia y las banderas. No al revés.
*Si desea colaborar en la lucha contra la ELA, puede hacerlo en la web del Proyecto MinE, una iniciativa para apoyar la investigación que parte de los propios enfermos.
Mientras asistimos estos días al espectáculo gratuito y en 'streaming' que están dando nuestros principales políticos, siguen en pausa las reformas necesarias de este país. Para llevarlas a cabo fue para lo que elegimos representantes el 20 de diciembre. Creíamos que la crisis había traído un diagnóstico claro de todo lo que se había hecho mal (o tremendamente mal) en los años de la falsa bonanza. Ese veredicto parecía unánime hasta que con las siglas hemos topado.