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Mala Fama

Papá Iglesias ha hecho la mili: nunca un chalé le sentó tan mal a un hombre

Pablo Iglesias refuerza con su vuelta la idea de que cuidar de tus hijos es una obligación pasajera y que triunfar en la vida es más importante que estar con ellos

Pablo Iglesias en su mitin de Madrid al regresar a la política después de su baja de paternidad. (EFE

Pablo Iglesias ha vuelto y, si uno no presta suficiente atención, quizá confunda el lugar de donde ha vuelto. Dice el líder de Podemos que, después de la etapa superada, se siente más preparado para ser presidente del gobierno; también dice que ha cumplido con su obligación; y reitera sobre ese trance dejado atrás: “Estoy orgulloso de haber cumplido mis tres meses”. Se le ve más curtido, además, más adulto, con las trágicas experiencias marcadas en el rostro (“limpiar culos”), y muy dispuesto a canjear en poder todas las humillaciones recibidas.

¿Ha hecho la “mili” Pablo Iglesias? Mientras le escuchaba narrar el servicio prestado obligatoriamente me acordaba de todas esas frases dedicadas a la “mili” que uno oía en los años 90. Que te hace un hombre, que no es para tanto, que es un orgullo y que pasa pronto. La paternidad también pasa pronto y los amigos de la mili son para siempre. Un poco como los hijos.

He asistido a su relato con estupor. Que vuelva la “mili” no me parece una buena noticia. Que tus hijos sean el nuevo servicio militar obligatorio me llena de tristeza. Resumir la crianza en “limpiar culos y cambiar pañales” me encabrona. Hubo un tiempo en que me cayó bien Pablo Iglesias. Nunca un chalet le sentó tan mal a un hombre.

Qué cosas son importantes

Yo creo que Pablo Iglesias ha perdido una gran oportunidad en su regreso. Lo que tenía que haber dicho es que se le han quitado las ganas de ser presidente del gobierno después de pasar tres meses viendo crecer a sus hijos. Eso es lo que tenía que haber dicho. Un hombre que afirme que, después de tener hijos, ser presidente del gobierno le trae sin cuidado tiene mucho más fácil ser presidente del gobierno. Lo merece. Porque ser padre no es “limpiar culos”; ser padre es no querer dejar de ser padre nunca. Como escribió hace poco Ricardo F. Colmenero, de la paternidad no se vuelve. La paternidad es ese momento en que la vida te dice qué cosas son importantes. Ser presidente del gobierno no lo es.

Si Pablo Iglesias no entiende esto, es que no ha entendido nada. Me inclino a pensar que le han aconsejado mal, que algún asesor obviamente sin hijos le ha dicho que la imagen de “limpiar culos” generará mucha empatía en el votante, le hará a él más humano y le pondrá a la altura del pueblo. Qué cosa tan grosera, tan miserable, es ésa de considerar a los hijos como culos que limpiar.

Qué cosa tan grosera, tan miserable, es ésa de considerar a los hijos como culos que limpiar

También podría haber dicho Pablo Iglesias que se ha pasado tres meses oyendo crecer a sus hijos, como escribió Francisco Umbral. Hay más verdad y más realidad en ese “escuchar crecer a los hijos” que en limpiarles el culo, por mucho que esta expresión sea completamente exacta. De eso va la paternidad, de volverse poeta en los hijos, de no ver el culo que limpias.

El otro día hablaba con un amigo sobre esta nueva mili para los hombres de España: tres meses de obligatorio cumplimiento. A él le parecía bien. A mí me es indiferente, no lo puedo ni considerar. Que a un padre haya que obligarle a cuidar de sus hijos no me parece un avance. Si el padre no quiere cuidar de sus hijos, bien podrá emplear esos tres meses en ver partidos de fútbol, fundar una empresa o darle más trabajo a su mujer. A lo mejor la baja por paternidad sube la tasa de divorcios. Nadie dijo nunca que querer a los demás pudiera resolverse por decreto.

No tan pocos

Sé que mi posición es solitaria, marginal. Soy de esos pocos hombres -pero no tan pocos- que cuidan de sus hijos desde que la madre se reincorporó al trabajo. No necesito que me digan qué tres meses debo dedicar a mis hijos, pues tres meses me parecen -después de tres años con la primera- una vergüenza. Además, me repugna la imagen que, desde la izquierda, la derecha, el feminismo y el capitalismo, se transmite de los niños. Como una desgracia que te cae encima; como un baldón para tus ambiciones personales; como un coñazo.

La mayoría de la gente no quiere ser jefe de nada, llegar a casa exhausto del trabajo y no poder ver ni un minuto a sus hijos

Así, se entiende que las mujeres están esclavizadas por sus hijos y que la sociedad fomenta esta esclavitud. Ya no van a poder ser consejeras delegadas, jefazas ni presidentas del gobierno. Aparte de que hay miles de mujeres eminentes que tuvieron hijos, soy incapaz de entender esta propaganda desmesurada del éxito. La mayoría de la gente no quiere ser jefe de nada, llevar una vida de tensiones y responsabilidad descomunal, llegar a casa exhausto del trabajo y no poder ver ni un minuto a sus hijos. Yo no creo que no ver a tus hijos en todo el día sea un éxito de nadie.

En uno de los documentales que vi mientras me mentalizaba para ser padre salía un hombre diciendo que dejó su trabajo para dedicarse durante los tres primeros años a su hijo. Esta es exactamente mi idea de héroe. Así, no sé por qué resulta tan difícil de entender que una mujer que ha gestado un bebé, que lo ha traído al mundo y que le ha dado de mamar durante varios meses no quiera separarse de él; que prefiera de hecho verlo crecer milímetro a milímetro y escuchar cada nuevo sonido que salga de su boca antes que regresar al trabajo a pegarse por ser jefa de subsección. La maternidad no es la mili de las mujeres, es la batalla que dan por sus hijos.

Un respeto

Pero el mundo que nos proponen (repito: todos, derecha, izquierda, capitalismo, feminismo) es el de que veas a tus hijos lo menos posible y te pongas a trabajar cuanto antes, y además con el objetivo de mandar mucho y, en fin, producir como un loco hasta triunfar. Leí hace nada que el gobierno estaba alarmado por la cantidad de niños menores de 3 años “sin escolarizar” que había en España. O sea, el gobierno estaba escandalizado por la cantidad de padres y madres que cuidaban de sus hijos. Se entendía que esa palabra, “escolarización”, representaba el bien, y que la “no escolarización” era retrógrada. A mí esto me parece muy fuerte.

Mis hijos no están “sin escolarizar”, mis hijos están conmigo.

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