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Saviano se olvida de ETA
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Peio H. Riaño

Animales de compañía

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Peio H. Riaño

Saviano se olvida de ETA

Desde hace cinco años el autor de 'Gomorra' asegura que los terroristas vascos se financian con el tráfico de la droga... pero no los cita en su nuevo libro

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Nadie tiene la “garra” de Roberto Saviano. Nadie tiene su “olfato” para descubrir historias donde nadie había mirado. Y su “mirada limpia”, esa con la que escanea el mal en el ser humano, con la que lo extrae y convierte un reportaje cualquiera “en buena literatura”. No hay periodista que disfrute de una “habilidad” como la suya para tratar a las fuentes (y sacarles todo lo que necesita). Es el último de los valientes, el que se mete en la boca del lobo y descubre las caries del sistema. Es “un periodista de raza”, sólo le falta un chaleco multibolsillos camel, pero es napolitano y hay cosas que no. Vamos, que no.

SAVIANO, ¿QUÉ HAY DE LO DE ETA Y LA COCA?

Han pasado ocho años de aquel superventas que a estas alturas debe haber superado el millón y medio de ejemplares vendidos –con película incluida-. Tras Gomorra –y con dos libros fallidos sobre mitología propia- publica CeroCeroCero (Anagrama), con nuevo agente literario, “el chacal” Andrew Wilie, listo para morder en todas las listas de los más vendidos. Sin embargo, algo falla. Las amenazas y, fundamentalmente, su fama le han apartado de la calle y de los testigos. Sus ojos ahora son los documentos y las filtraciones que le pasan los organismos interesados. Principalmente, la policía. Montañas de datos y archivos sin rostro, sin acción, sin decorado le obligan a inflar titulares y declaraciones, a hinchar el espectáculo del morbo sangriento de la narcobarbarie.  

Y lo que es peor, había ganas de CeroCeroCero para leer la trama que implica –según el napolitano- a los terroristas vascos con el narco. Vaya chasco. Saviano mantiene en declaraciones desde hace cinco años que ETA trafica con cocaína para financiarse, que aquí nos extraña y no lo aceptamos. En agosto de 2009, en un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, aseguró que ETA obtiene la droga de las FARC colombianas “para conseguir, a cambio, apoyo y armas de la Camorra italiana”. También dijo que no le creemos, porque los españoles no podemos imaginar esta vinculación dado que la banda “se plantea como una organización moralista y ésta, evidentemente, no acepta traficar con droga”.

El autor dice que la península Ibérica está asediada por las organizaciones criminales, constreñida entre las sudamericanas, que se sienten como en casa, y las italianas

A pesar de la facilidad con la que habló entonces y lo repitió muchas veces después, en el turno de la demostración se olvidó de escribir sobre ello. Lo escrito pesa demasiado. La única mención que se hace a los asesinos es una mamarrachada de un capo amenazando a otro capo con mandar a sus amigos los de ETA si no paga (página 234). Tres líneas.

Ni siquiera en los agradecimientos, cuando se acuerda de los amigos españoles que “durante años han estado a mi lado y han protegido mis palabras”, hace referencia a los terroristas. Habla de cómo la cocaína campa a sus anchas por aquí: “La península Ibérica está asediada por las organizaciones criminales, constreñida entre las sudamericanas, que se sienten como en casa, y las italianas, para las que la Costa del Sol es la “Costa Nostra”: aquí en España el trabajo de los editores, escritores y periodistas que se ocupan de estos temas resulta tanto más importante cuanto que se trata de un trabajo de trinchera”. ¿Y ETA? De ETA no hay huella en el negocio de la cocaína, a pesar de todo lo que había anunciado.

placeholder Saviano con Espido Freire, en la UIMP. (EFE)
Saviano con Espido Freire, en la UIMP. (EFE)

De España dice también que en 1999 era el lugar perfecto para que la mafia pasase a la clandestinidad, gracias al boom inmobiliario: “Es el lugar ideal donde los narcotraficantes de todo el mundo pueden reunirse y comprar, comprar, comprar ladrillo y toneladas de coca”. También asegura que nada ha cambiado, que este país sigue siendo el punto de entrada por excelencia: “Hacia ella se dirigía casi la mitad de la cocaína incautada en 2009”.

SAVIANO ES NUESTRO MESÍAS REDENTOR

Es el redentor de los periodistas, el periodismo y los periódicos; ahogados en un fondo de ruina moral, independencia, credibilidad y creatividad. Tan profunda que, atados por las cuentas, hemos perdido el sentido de lo que debemos contar. Este artículo, por ejemplo. Hemos cambiado expectación por información porque así, estúpidos ingenuos, decimos que nuevos lectores llegarán a nuestros periódicos a reemplazar a todos los que se van cada día, decepcionados y traicionados.

La hipoteca del medio es proporcional a la magnitud de la empresa. Por eso necesitamos las manos sanadoras de San Saviano

La información es la salvación, es la obligación, es la apuesta. Pero insistimos con todo lo contrario, porque las deudas siembran la duda sobre las intenciones de las noticias que firmamos. La hipoteca del medio es proporcional a la magnitud de la empresa. Por eso necesitamos las manos sanadoras de San Saviano, porque sus apariciones savianas iluminan todo lo que toca, acaban con las sospechas de mentira: es el modelo que sube al altar una vez murió Ryszard Kapuscinski.

Necesitamos un prohombre para lamer nuestros pecados, pero no para corregirlos. Aquí, un servidor, ha contribuido a honrar ese infierno público que le abre las puertas del paraíso del éxito. En las redacciones debería colgar un retrato de él, junto a la cruz y al del rey, pero no hace falta porque al arrancar el ordenador aparece su mirada mártir en el salvapantallas.

placeholder Iñaki Gabilondo junto a Saviano.
Iñaki Gabilondo junto a Saviano.

UNA DE SAVIANO PARA CREER EN NOSOTROS

¿Cómo volver a creer en el periodismo? Necesitamos héroes que nos laven la cara ante nuestros lectores, que les recuerden que todavía sabemos hacer lo que hacíamos, eso sí, lejos de los periódicos. A ser posible en libros, donde la distancia entre el reportaje y la literatura se acorta, donde la independencia está garantizada y la responsabilidad corre a cuenta del periodista como unidad de creación, sin protectores ni censores.

“La culpa es de la sociedad, que prefiere reality en vez de realidad”, hay que escuchar a los más incapaces en asumir y reconocer públicamente que la culpa es del periodista, que ha perdido su papel y su aval. Que se ha llenado de intereses que le coartan y le atan de manos, que le hacen blando, que le dejan los colmillos romos, que le descubren como su propio censor, que hipotecan sus noticias, que le obligan a consensuar los titulares de la portada de mañana con el empresario. Que le hacen dudar de lo que es noticia. Que se han entregado.

placeholder El escritor italiano recibe un doctorado 'honoris causa'.
El escritor italiano recibe un doctorado 'honoris causa'.

Como somos incapaces de reconocer la que hemos liado, preferimos -como industria- justificar una negligencia que duplica el tamaño de nuestro ego (créanme, eso es muy grande) con la muerte del lector y del papel. Nos hemos especializado en satanizar internet y todo lo que no sea tal y como queremos que sea. Porque los periodistas hemos demostrado carecer de reflejos para el negocio de la supervivencia, aunque unos pocos hayan demostrado saber cómo hacerlo, precisamente, gracias a la independencia.

SAN SAVIANO, BUENO Y MÁRTIR

Las primeras noticias que tuvimos de aquel joven periodista de 27 años, que se había jugado el tipo con un libro contra la mafia, informaban que sus objetivos querían hacerle saltar por los aires “antes de Navidad”. El relato del héroe había echado a andar imparable y crecía tanto cuanto más lo hacían las amenazas. Un caso de libro en los manuales de martirologios y beatificaciones en vida. El autor, el texto, su trabajo, su investigación desaparecían bajo la toneladas de salsarosización que hurgaban en la situación especial con la que, lamentablemente, empezaba a convivir. La denuncia interesa menos que la amenaza de muerte del acusador.

placeholder Saviano con el ex ministro del interior.
Saviano con el ex ministro del interior.

San Saviano, bueno y mártir, como don Manuel, el cura de Miguel de Unamuno, que sacrificó su vida por su pueblo. El sacerdote conseguía hacer creer a su pueblo en milagros, mientras él se arruinaba por dentro por carecer de fe. La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, grita despechado Saviano. Le creemos, le honramos y le rezamos. ¿Será también la suya una fe aguada? La duda se resuelve al final, ya saben: “Creyendo no creer, pero sin creer creerlo, creyéndolo”.

SAVIANO NO ES AQUEL SAVIANO

“Saviano vive blindado día y noche por un equipo de cinco carabineros”. “Saviano tiene un apartamento en Roma, y en Nápoles no ha logrado que nadie se lo alquile, por lo que duerme en un cuartel policial”. “El escritor celebraba sus cumpleaños recordando los aniversarios de su nueva vida bajo la fetua camorrista”. “Al principio te parece que será imposible vivir, todo lo cotidiano se desvanece y te das cuenta de que las cosas sólo pueden empeorar porque vives continuamente bajo sospecha, en absoluta soledad mientras las personas que están a tu alrededor desaparecen”. “Sé que la mafia me lo hará pagar”. “El precio profesional que pago es muy alto: es una mortificación porque mi cabeza siempre está distraída en otros temas. Gomorra lo escribí en una sola casa, la mía. Desde entonces, he vivido ya en 30”. “Antes tenía una vida más o menos normal. Ahora tengo la sensación de que sólo puedo vivir escribiendo, es decir, mi espacio libre coincide con el espacio de una página”. Un no parar.

Se ha lanzado a construir la mitología del periodista en peligro de extinción y no hay quien lo pare

Saviano no es aquel Saviano. Hoy es un showman capaz de juntar cerca de 8 millones de espectadores ante el televisor, gira por el mundo entero con clases magistrales, conferencias sobre periodismo y escritura. Promociona, difunde y denuncia y todavía le queda tiempo para lamentarse de haber tomado la decisión que le ha llevado a convertirse en un hombre millonario encerrado en una jaula. Entre los focos y el cava de los premios nunca olvida recordar la difícil situación en la que vive. Un estado ruinoso.

SAVIANO, LA CONSTRUCCIÓN DE UN MITO

Todo porque cree en la verdad, dice, porque está obsesionado con ella, dice, porque no han conseguido amedrentarle, dice. Porque la verdad para él, dice, es una adicción más fuerte que él. La parodia crece con cada declaración. Ha decidido convertirse en santo y tendrá coartada: el periodismo le necesita para salir del apagón. Con una salvedad, “no queremos tus noticias, preferimos tu martirio por la verdad”.

Ese es el ámbito de nuestro héroe, que tras la publicación del excelente Gomora hace ocho años, tiene un altar en el dogma de la credibilidad y el compromiso. Pero se le ha ido de las manos. Se ha lanzado a construir la mitología del periodista en peligro de extinción y no hay quien lo pare: en CeroCeroCero habla de Christian Poveda, periodista francoespañol asesinado por las maras en El Salvador, y aprovecha una descripción del fallecido para hablar de sí mismo y de su profesión en términos que hacen de Ulises un chupatintas:  

“Pasan los años, se acumulan experiencias, uno se construye una coraza protectora, pero el enredo de las tripas siempre está ahí. Contar historias grabadas en película: ahora Christian las siente dentro de sí. Con los dientes y las uñas lo muerden y arañan desde su interior. Y cuando una historia se mueve dentro, son dolores para el alma, noches de inquietud, ni un momento de paz hasta que logras llevar a término la gestación”. Relatos como éste son los que demuestran que hemos olvidado que nuestro oficio es nuestro alimento, no vuestra salvación.

Nadie tiene la “garra” de Roberto Saviano. Nadie tiene su “olfato” para descubrir historias donde nadie había mirado. Y su “mirada limpia”, esa con la que escanea el mal en el ser humano, con la que lo extrae y convierte un reportaje cualquiera “en buena literatura”. No hay periodista que disfrute de una “habilidad” como la suya para tratar a las fuentes (y sacarles todo lo que necesita). Es el último de los valientes, el que se mete en la boca del lobo y descubre las caries del sistema. Es “un periodista de raza”, sólo le falta un chaleco multibolsillos camel, pero es napolitano y hay cosas que no. Vamos, que no.

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