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Por qué Tolkien habría estado hoy a favor del Brexit
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Ramón González F

El erizo y el zorro

Por
Ramón González Férriz

Por qué Tolkien habría estado hoy a favor del Brexit

El autor de 'El Señor de los anillos' es uno de los escritores que mejor nos pueden ayudar a entender nuestro tiempo

Foto: Una imagen de los hobbits de 'El señor de los anillos' de Peter Jackson. (Aurum)
Una imagen de los hobbits de 'El señor de los anillos' de Peter Jackson. (Aurum)

Poco antes de Navidad, el historiador británico Niall Ferguson se preguntaba, a raíz de los últimos acontecimientos del Brexit, por qué uno de los escritores ingleses más leídos de la historia, J. R. R. Tolkien ('El señor de los anillos', publicado en 1954, ha vendido 150 millones de ejemplares), ha tenido tan poca influencia ideológica. "Porque casi todos sus millones de lectores parecen haber pasado por alto ―decía en el artículo Ferguson― que los cimientos del gran edificio de su ficción están basados en una filosofía profundamente conservadora". Se trata de una observación precisa ―y sí, Tolkien habría estado a favor del Brexit―, pero es posible que esa situación esté cambiando. Porque la nueva oleada conservadora, o al menos una parte de ella, parece una hija directa de su pensamiento. Mark Lilla advertía hace poco del surgimiento en Francia de un conservadurismo cristiano, antimoderno, nacionalista y ecologista. Y eso se parece mucho a lo que propugnaba Tolkien.

Tolkien nació en 1892 en la actual Sudáfrica, donde su padre era un alto cargo del Banco de África. Al poco de volver con su familia a Inglaterra se quedó huérfano, y creció y estudió bajo la protección de un sacerdote católico (de origen español, por cierto) y más tarde fue a Oxford. Desde niño inventó idiomas inexistentes, que se fueron sofisticando hasta convertirse en los que aparecen en 'El señor de los anillos'. Se interesó también por el esperanto, la lengua creada a finales del siglo XIX para conseguir una humanidad unida gracias a la comunicación sin barreras, aunque más tarde afirmó que le parecía imposible que resultara efectiva porque, dijo, carecía de una mitología propia. Y sin mitología nada podía funcionar. En Oxford, estudió clásicas y literatura inglesa. Después de participar, aterrado, en la mortífera batalla del Somme durante la Primera Guerra Mundial, fue enviado a casa enfermo y ya no volvió al frente. Retomó la carrera académica como profesor de literatura en varias universidades.

placeholder Una imagen de J. R. R. Tolkien.
Una imagen de J. R. R. Tolkien.

Inicialmente, escribió 'El Hobbit' para leérselo a sus hijos. "Cuando había menos ruido y más vegetación", dice para caracterizar la idílica época en que tuvo lugar la primera aventura de Bilbo Baggins. Baggins era un hobbit, unos seres que amaban la vida carente de aventuras, la estabilidad y la tradición, comer y beber, la ropa ligeramente extravagante pero dentro de un orden y las costumbres rurales, todo lo cual podría identificarse con la vida de un mediano propietario rural inglés, esencia de lo preindustrial en Inglaterra. El nombre del lugar en el que vivían los hobbits, The Shire (traducido como La Comarca al español), remite a los condados medievales ingleses. Pero los hobbits eran seres que también podían ser héroes renuentes, como muchos ingleses creían haber sido a su pesar en la Primera y, más tarde, la Segunda Guerra Mundial; gente dispuesta a sacrificarse para mantener lo más amado: su país, sus propias formas de vida y su propia idea de libertad.

Tolkien convenció a C. S. Lewis Tolkien de que abandonara el ateísmo y abrazara el cristianismo

Enfrentarse a las adversidades con valentía, aún cuando uno preferiría no hacerlo, fue uno de los temas centrales de su obra. Como también lo fue para C. S. Lewis, amigo muy cercano a Tolkien al que este convenció para que abandonara el ateísmo y abrazara el cristianismo (para su consternación, se hizo anglicano y no católico), que reflejó aún con más evidencia su cosmovisión cristiana en 'Las crónicas de Narnia'. El mero hecho de que los hobbits fueran seres caracterizados por su pequeñez demostraba que incluso la persona más insignificante podía hacer frente a los ejércitos del mal. Tolkien repitió una y otra vez que detestaba las alegorías y que quien las buscara en su obra se equivocaba, pero es casi imposible eludir la idea de que su visión del mundo, la que aparece en sus libros, estaba en buena medida conformada por su experiencia durante la Primera Guerra Mundial, a la que fue obligado, absolutamente aterrorizado, y en la que perdió a gran parte de sus amigos más íntimos.

Pero la primera mitad del siglo XX no trajo solamente la mecanización de la guerra y la muerte, sino la industrialización masiva y la radical transformación de las formas de vida provocada por los coches, los electrodomésticos y, en general, la conquista de la naturaleza por las ciudades y las carreteras. Algo que Tolkien, que amaba los árboles, la vida rural y las cosas hechas a mano a la manera tradicional, detestaba. Y lo reflejó, de nuevo, en su obra. Si los hobbits son gente rural, en buena medida la maldad de los orcos se debe a su capacidad para crear máquinas infernales que destruyen los bosques y no producen más que dolor. Otra cosa que odiaba Tolkien eran los imperios, porque creía que un país debía gobernarse de acuerdo con sus costumbres: no solo era partidario de deshacer el Imperio Británico, sino el propio Reino Unido, y que Inglaterra pudiera vivir a su aire.

El conservadurismo de Tolkien era extraño en su tiempo y lo es ahora. No es de extrañar que no entendiera el fervor que los hippies demostraron por su obra y el hecho de que en 1968, en Estados Unidos, circularan entre los manifestantes chapas con el lema "Gandalf for president". Y por supuesto, que impregnara su obra de estos elementos conservadores no hizo nada por detener los procesos que denunciaba.


Creo, como Ferguson, que la mayoría de la gente no ha prestado atención a las ideas políticas de Tolkien en su obra. La izquierda muchas veces ha criticado 'El señor de los anillos' por conservadora o cosas aún peores. Creo también que Tolkien se equivocaba. Necesitamos países más grandes, no más pequeños. Necesitamos asumir que nuestras tradiciones cambian. Necesitamos darnos cuenta de que nuestra querida Comarca no será mañana como es hoy. Pero la izquierda se equivoca siempre al no intentar entender lo que significa ser conservador. Las ideas de Tolkien tienen sentido y podrían ser un camino ―diría que electoralmente infructuoso para la derecha, pero intelectualmente estimulante― entre la vieja y exhausta democracia cristiana y la nueva y detestable derecha autoritaria. Yo me opondría a él. Pero me gustaría verlo.

Poco antes de Navidad, el historiador británico Niall Ferguson se preguntaba, a raíz de los últimos acontecimientos del Brexit, por qué uno de los escritores ingleses más leídos de la historia, J. R. R. Tolkien ('El señor de los anillos', publicado en 1954, ha vendido 150 millones de ejemplares), ha tenido tan poca influencia ideológica. "Porque casi todos sus millones de lectores parecen haber pasado por alto ―decía en el artículo Ferguson― que los cimientos del gran edificio de su ficción están basados en una filosofía profundamente conservadora". Se trata de una observación precisa ―y sí, Tolkien habría estado a favor del Brexit―, pero es posible que esa situación esté cambiando. Porque la nueva oleada conservadora, o al menos una parte de ella, parece una hija directa de su pensamiento. Mark Lilla advertía hace poco del surgimiento en Francia de un conservadurismo cristiano, antimoderno, nacionalista y ecologista. Y eso se parece mucho a lo que propugnaba Tolkien.

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